Siete secretos de escritura de Katherine Anne Porter
Pistas en las entrevistas a la Premio Pulitzer
Martes 23 de octubre de 2018
Nominada tres veces para el Premio Nobel de Literatura, a la Borges, la cuentista, ensayista, profesora, periodista y novelista texana Katherine Anne Porter vivió noventa años y se casó y se divocrió cuatro veces en su vida, además de trabajar como actriz, extra de cine, cantante y escritora fantasma. Compilamos y tradujimos algunas de sus reflexiones desparramadas en entrevistas.
Compilado por Valeria Tentoni.
Nominada tres veces para el Premio Nobel de Literatura, Katherine Anne Porter vivió noventa años después de nacer en Texas, Estados Unidos. Reconocida antes por su labor como cuentista (por caso, en Pálido caballo, pálido jinete), su novela La nave de los locos fue la más vendida del país en el año de su publicación.
También ensayista, periodista y profesora universitaria, Porter se casó y se divorció cuatro veces, y trabajó también como actriz, cantante, extra de cine, redactora publicitaria y escritora fantasma.
Sobre el origen de su vocación
"Nunca hice carrera de nada, ni siquiera de la escritura. Arranqué con nada en el mundo pero una cierta pasión, un deseo impulsor. No sé de dónde vino y no sé por qué —o por qué yo he sido tan terca al respecto que nada logró desalentarme. Pero esta cosa entre mi escritura y yo es el vínculo más fuerte que alguna vez tuve —más fuerte que cualquier vínculo o compromiso con cualquier ser humano o con cualquier trabajo que haya hecho. En realidad comencé a escribir cuando tenía seis o siete años. Pero tenía multiplicidad de talentos a medias, también: quería bailar, quería tocar el piano, cantaba, dibujaba. No incursioné del todo —estaba investigándolo todo, experimentándolo todo. Y luego, por un lado, no había demasiados divertimentos por esos días. Si querías música, tenías que tocar el piano y cantar por vos misma. (...) Dependíamos de nuestros propios recursos: nuestros propios libros y música. Todas las viejas casas que conocí cuando niña estaban llenas de libros, comprados generación tras generación por los miembros de la familia. Nadie te decía que leyeras esto o lo otro. Estaba ahí para ser leído, y lo leíamos".
Sobre las lecturas que la influenciaron
"Es difícil decir, porque me crié en una especie de mélange. A los trece leía los sonetos de Shakespeare, y estoy completamente segura de que me produjeron la impresión más profunda que cualquier otra cosa que haya leído. Por un tiempo me los supe de memoria. Ese fue el punto de inflexión en mivida, cuando leí los sonetos de Shakespeare, y después, de un tirón, todo Dante —en ese gran libro ilustrado por Gustave Doré. (...) Y leía todo tipo de poesía —Homero, Ronsard, todos los viejos poetas franceses traducidos. También teníamos una muy buena biblioteca de filósofos seculares. Fui increiblemente influenciada por Montaigne cuando era muy joven. Y un día, cuando tenía casi catorce, mi papá me llevó hasta un gran estante de libros y me dijo: "¿Por qué no leés esto? ¡Te va a curar de todas las tonterías que se te ocurren!”. Resultó ser el set completo del diccionario filosófico de Voltaire, anotado por Smollett. Y, claro, leíamos a todos los novelistas del siglo dieciocho, aunque Jane Austen, como Turgenev, no me interesaron hasta que fui un poco más grande".
Sobre el componente autobiográfico en sus historias
"Mis historias son verdaderas del modo en que la ficción debería ser verdadera, creada a partir de todas las partículas de vida dispersas que fui capaz de absorber y combinar para darles forma en algo nuevo".
"No me gusta. No me gusta porque siempre quieren algo más, y yo me pregunto por qué eligieron ese cuento, si lo que querían era lo que pusieron dentro de ese cuento, algo que yo no incluí para nada y que no hace a la historia. No me gusta. Sin embargo, el dinero está bien".
Sobre su propio lugar en las historias que escribe
"Es muy común que los lectores se la pasen buscando a la escritora en la historia. Muchas veces me preguntan, ¿y dónde estás vos en este cuento? ¿Cuál sos? Y yo respondo: ¡estoy en todas partes! Igual, la mayor parte del tiempo no escribo sobre mí, sino sobre mi experiencia a través de otras personas. Una experiencia que he tenido por observación, o escuchando acerca de ella".
Sobre el valor de la experiencia al momento de crear
"He tenido muchas dificultades tratando de convencer a los jóvenes que se inician en lo que llaman la carrera literaria de que no la comenzamos como tal, sino como una vocación, y que no se debe busdcar material. Los jóvenes continuamente procuran materiales literarios. Por esto, en aquel tiempo todos los jóvenes de mi generación viajaban a Europa, se expatriaban, se consideraban románticos, y desdeñaban 'la grosera civilización norteamericana', etcétera, etcétera. Soy una antigua norteamericana. Mis antepasados llegaron a Virginia en 1648; hemos tenido tiempo para aclimatarnos. Nunca se me ha ocurrido atacar al país, ni expatriarme, ni cosa semejante. Puedo partir y regresar cuando quiero. Entonces todo el mundo se marchaba a Europa y se quedaba a vivir allá. Me parece muy provinciano y que demostraba gran ignorancia. Eran ignorantes y provincianos".
Amar, rezar, matar: por qué la literatura de Flannery O'Connor desafía la moral
La película American Fiction y la biopic Wildcat con Maya Hawke reavivan el interés por la autora del cuento “Un hombre bueno es difícil de encontrar”. El impacto de la escritora norteamericana en Mariana Enríquez y Agustina Bazterrica. Cancelación, corrección política y la pregunta, ¿era una autora cancelable?
Al comienzo de la película American Fiction, Monk, el protagonista, profesor y escritor afroamericano, confronta a sus alumnos con una discusión sobre el cuento “El negro artificial” de Flannery O’Connor y el uso de la palabra “negro” como insulto racial. Una alumna blanca, que jamás leyó el relato, se siente "ofendida con la palabra 'n'". Él le responde: "Lo superé, Brittany, estoy seguro de que vos también podrás". Las autoridades deciden suspender al docente.
Este inicio, que marca el comienzo de lo que ya es una de las mejores películas de 2024 (ganadora del Óscar a Mejor Guion Adaptado), recupera el legado y la discusión en torno de una de las escritoras y cuentistas norteamericanas más fascinantes del siglo XX: Fannery O'Connor, de quien se cumplen en estos días 60 años de su muerte.
O’Connor, quien vivió solo 39 años (25 de marzo de 1925 - 3 de agosto de 1964), y dejó algunos de los cuentos más perturbadores de la segunda mitad del siglo XX, sigue siendo una figura fascinante. La nueva biopic Wildcat, dirigida por Ethan Hawke y protagonizada por su hija Maya Hawke, devuelve a esta escritora singular al centro de la atención. Hoy su legado y su cancelación se debate en sus cartas privadas, reveladas hace poco tiempo.
Maya Hawke como Flannery O’Connor en "Wildcat"
Por qué leer a Flannery O’Connor
Algunas de las escritoras argentinas más importantes, como Mariana Enríquez y Agustina Bazterrica, reflexionan sobre el legado de Flannery O’Connor y explican por qué su lectura sigue siendo relevante. O’Connor, una autora que parece habitar las pesadillas norteamericanas, ya sea de manera consciente o no, resuena en las imaginaciones de Quentin Tarantino, Nick Cave o Cormac McCarthy.
Que el disco recopilatorio de Johnny Cash, God, Love, Murder (Dios, amor y asesinato), pueda considerarse casi una síntesis de los temas obsesivos que Flannery O’Connor exploró a lo largo de sus dos novelas y casi cuarenta cuentos no debería sorprender. Ambos provienen del sur de Estados Unidos, un área conocida como "el cinturón de la Biblia", que abarca estados como Tennessee, Mississippi y Georgia.
Región famosa por su folklore del sur, la mitología del "gótico sureño", la pobreza "whitetrash" y el folklore country de los "blancos pobres" y hillbillies, que ha influido tanto en las sátiras, como en el terror gore norteamericano, con The Texas Chainsaw Massacre a la cabeza.
La edición en castellano de los cuentos completos de Flannery
Cuentos de amor, de religión y de muerte
Un hombre finge interés en una mujer solo para robarle su pierna ortopédica por puro sadismo (“La buena gente del campo”); una madre entrega a su hija a un desconocido, manco y mentiroso, con tal de que se case con ella, y él la abandona en el viaje de luna de miel (“La vida que salves puede ser la tuya”); un blanco del sur lleva a su nieto en un viaje en tren para que “vea su primer negro” (“El negro artificial”); una niña intenta ahorcar a una matrona blanca que habla de los afroamericanos y de los white trash como si fueran inferiores ("Revelación"); un desequilibrado mata a toda una familia, incluidos niños, sin placer pero sin remordimientos (“Un hombre bueno es difícil de encontrar”).
Hobos, buscavidas del sur profundo, madres solteras, vendedores de biblias, desalmados y falsos profetas. Acaso Flannery O’Connor, en la tradición de los grandes cuentistas norteamericanos, no exploró la fallida maquinaria del American Dream ni el consumismo y la propaganda de los años 60, sino su fase anterior.
Sus cuentos parecen una precuela de las serie Mad Men: no reflejan las luces engañosas del consumo y el bienestar urbano, ni el lenguaje moderno de la publicidad, sino una era previa, una década antes, pero a años luz de la llegada de la integración social y la felicidad autoimpuesta de la América consumista.
Como si los padres o abuelos de los personajes en las historias suburbanas de Richard Yates o John Cheever provinieran de las criaturas olvidadas, creyentes y rurales que Flannery O’Connor retrata.
Para la escritora, católica y no protestante, la gracia divina consistía en perder el alma, para luego, tal vez, salvarse. Como el personaje de su cuento “Enoch y el gorila”, un joven avejentado y atormentado que quiere huir de su vida y “cambiar de piel” para transformarse en alguien nuevo.
Agustina Bazterrica: "Flannery O’Connor es actual"
“Flannery O'Connor es una de mis ídolas”, cuenta Agustina Bazterrica, autora de Cadáver exquisito, una novela que aclamada por su enfoque perturbador y original sobre la sociedad y la moralidad. “La admiro no solo por su obra, sino también por las enseñanzas de su ensayo Para escribir cuentos. Escribió en una época y un contexto hostiles para las mujeres, padecía lupus y, a pesar de su salud siempre delicada, continuó escribiendo. Además, criaba pavos reales.”
¿Por qué sus libros y cuentos siguen siendo contemporáneos?
A.B: --La obra de Flannery O’Connor es absolutamente actual porque trabaja con un equilibrio precario y muy difícil de lograr: escribir textos viscerales y a la vez precisos. Visceral porque va al fondo de los temas, jamás es tibia ni condescendiente con el lector: lo desencaja. Te obliga a sacarte la venda de los ojos y te perturba. Aborda la depravación y la inocencia con total naturalidad. Y es precisa y lúcida porque nos muestra las múltiples facetas de la miseria humana y del mal.
Para Agustina Bazterrica “ 'Una vista del bosque' es un relato que te acecha"
"Por ejemplo, en su cuento más famoso, “Un hombre bueno es difícil de encontrar” —explica Bazterrica—, uno podría pensar que el personaje del “Desequilibrado” concentra toda la maldad. Sin embargo, Flannery logra que sintamos el racismo, la hipocresía, la desidia, el desamor, la banalidad, la doble moral en la familia “respetable” que se cruza con el asesino serial. Sus historias suceden en su mayoría en el sur de Estados Unidos, pero lo esencial es universal.”
- P/12: ¿Cuál es tu cuento preferido de Flannery O Connor?
- A.B.: Toda su obra me parece valiosa, pero el cuento que me desgarró como pocos es “Una vista del bosque”. Es un relato que te acecha. Cada tanto me asalta el sentimiento de angustia profunda que sentí con esos personajes y su fanatismo extremo. ¿Qué pasa si uno se topa con alguien capaz de matar para defender una idea ? Es lo que pasa en este relato, pero los personajes son un abuelo y su nieta. Y hay un bosque...
"Flannery logra que sintamos el racismo, la hipocresía y la doble moral en la familia “respetable” que se cruza con el asesino serial. Agustina Bazterrica
Flannery O’Connor
Mariana Enríquez o por qué una mujer debería tener buenos pensamientos
Mariana Enríquez no necesita presentaciones. Es una destacada figura de la “nueva narrativa argentina”, en el mundo, publicada en revistas internacionales como Granta y The New Yorker. Sus libros, como Nuestra parte de noche y Las cosas que perdimos en el fuego se tradujeron a varios idiomas. Su obra está marcada por elementos góticos, sobrenaturales, de terror y sociales.
¿Flannery O’Connor es más reconocida que escritores del gótico sureño como William Faulkner o Carson McCullers?
M. E.: --O’Connor es más accesible que Faulkner porque su obra es más compleja. No sé si se la lee más que a McCullers, quien además es un ícono queer y muy influyente en ese ámbito. Lo que la diferencia a O’Connor es la brevedad de sus relatos. La hace más accesible. Tanto McCullers como O’Connor son citadas por rockers, —risas—y tienen presencia en la cultura pop. Nick Cave, Suede o Sufjan Stevens mencionan sus títulos en sus canciones, como El corazón es un cazador solitario y Un hombre bueno es difícil de encontrar, que se convirtieron en frases populares.
American horror: un relato de terror tan bueno es difícil de encontrar
Si Flannery O’Connor solo hubiera escrito en su vida “Un hombre bueno es difícil de encontrar”, su popularidad podría haber permanecido intacta. No porque el resto de su obra no sea de igual nivel, sino por la contemporaneidad, la violencia seca y realista que presenta. Es un relato profundamente contemporáneo.
Haga la prueba el lector. En su lectura y relectura encontrará en el "Desequilibrado" asesino, y en todo el ritmo de la historia, ecos del personaje de Samuel L. Jackson en Pulp Fiction antes de disparar (“Ezequiel 25:17, el camino del hombre justo…”), la descripción cortante, nocturna y silenciosa de los asesinatos en A sangre fríade Truman Capote (otro sureño), el monólogo de Clint Eastwood en Los imperdonables: “He matado niños, hombres y mujeres y cualquier cosa que caminara o gateara en la tierra. Y estoy aquí para matarte” o el cine de terror a secas, con esa camioneta del relatom que lenta pero implacable se acerca y rodea a la familia accidentada. American horror.
Mariana Enríquez
Y la pregunta: ¿por qué continúa siendo tan perturbador este relato?
“Yo creo que en “Un hombre bueno es difícil de encontrar”, que es de los años 50, —razona Enríquez — ella tiene una antena adelantada a su tiempo, porque aún no se hablaba de serial killers, así como Stephen King con Carrie prevé las masacres en colegios. Pero más que el asesino, cada vez que lo releo lo que me impresiona es el personaje de “la vieja”, la abuela. Al final uno la detesta. La verdadera villana es esa anciana, quejosa, detestable, insistente. El relato tiene miles de lecturas como que ese “viejo sur” decadente es el mal. O a la vez, que el sur antiguo es aún el bien y lo moderno es el "desquiciado", su banda de psicópatas y todo lo moderno.
¿No es sorprendente que una mujer, que prácticamente no salió de su estado natal, Georgia, haya escrito un texto tan violento y cruel?
M.E.: --En absoluto. Es un hecho que las escritoras más adelantadas a su tiempo y con una imaginación más mórbida suelen ser aquellas que escribieron en aislamiento. Emily Dickinson escribió extensamente sobre la muerte; las hermanas Brontë crearon novelas como Cumbres borrascosas y Jane Eyre, verdaderos ejemplos de literatura perturbadora; Silvina Ocampo vivió casi en reclusión y escribió sobre una mujer con fantasías sexuales con perros; o Shirley Jackson, cuya literatura de la crueldad también nació de su aislamiento por enfermedad. Es un patrón común en la imaginación de muchas escritoras que viven en aislamiento. ¿Por qué deberíamos adherir al mito de que una mujer debe tener solo buenos pensamientos, no?
“Flannery O’Connor, Emily Dickinson, las hermanas Brontë , Silvina Ocampo y Shirley Jackson: las escritoras más adelantadas a su tiempo son las que escribieron en aislamiento". Mariana Enríquez
Flannery O’Connor: ¿cancelada por racista?
Desde hace menos de una década se descubrieron cartas personales de Flannery O’Connor que revelan desde comentarios racistas hasta su negativa a reunirse con el intelectual y escritor James Baldwin. "Podría esperar que una mula volara antes de ver a Baldwin en Georgia".
Para Mariana Enríquez: "Hoy en Estados Unidos la cuestión racial es uno de los aspectos más sensibles políticamente, en un contexto en el que se discuten muchas cancelaciones: la de William Burroughs, la de Hemingway, la de Nabokov, entre otros. A mi en general me interesa más la obra que el artista.
Era algo presumible, por su edad y por donde vivió, lo de las cartas de Flannery, pero que no era conocido. Y hoy es motivo de discusión intelectuak en ambientes universitarios y está siendo reexaminada. Lo bueno es que el humor, como la escena inicial de American Fiction te permite al menos hablar del tema. Sin conversación no hay discusión", remata.
Wildcat: la biopic de Flannery O'Connor con Maya Hawke... que casi no se realizó
La controversia en torno a la corrección política, ya sea forzada o no, y las distintas percepciones sobre la autora, generaron un debate entre Ethan Hawke, director de Wildcat, y su hija, Maya Hawke, protagonista de la película y quien interpreta a Flannery O'Connor.
Además de la estrella de Stranger Things, hija de Hawke y Uma Thurman, el filme cuenta con un elenco destacado que incluye a Steve Zahn y Laura Linney. La película aún no tiene fecha de estreno en Argentina.
Ethan y Maya Hawke debatieron las cartas de contenido racista de Flannery O'Connor
Ethan y Maya Hawke casi abandonaron el proyecto tras descubrir las cartas de Flannery O'Connor. “No supe nada de eso hasta que estábamos inmersos en la preproducción. Le pregunté a Maya: ‘¿Renunciamos? ¿Cuánto miedo tenemos de esta conversación?’”
En una entrevista a IndieWire, Hawke dijo que profundizó en estudios sobre O'Connor y el racismo, y que buscó orientación de varios artistas y colegas, así como del Proyecto DreamYard del Bronx, que organiza programación antirracista en las escuelas de Nueva York.
Para seguir adelante con Wildcat, según Hawke, la clave fue evitar presentar a O'Connor como una figura intocable. "Decidí que no tenía miedo de esta conversación", afirmó. “Si su trabajo provoca enojo, las personas tienen derecho a estar enojadas. Ignorar el problema no ayuda; es mejor la conversación”.
'Brujas (la muerta)', de
Georges Rodenbach: el demonio de la analogía
Esta obra es
un juguete fúnebre y morboso que, más de 130 años después de su publicación,
todavía fascina e impacta a los lectores
Portada del libro 'Brujas' de Georges
Rodenbach. / EPE
Ricardo
Menéndez Salmón
Oviedo 30 ENE 2024 6:50
Edmund Wilson caracterizó al simbolismo como la segunda oleada romántica. De
este modo, vendría a representar el impulso postrero de ese gigantesco
acontecimiento intelectual y emocional que agitó Europa y Estados Unidos entre
1770 y 1870, aproximadamente, encarnando en cumbres literarias como Byron,
Goethe, Hugo, Leopardi o Poe, por mencionar a unos pocos
elegidos. Y aunque la narrativa simbolista no puede competir con la poesía ni
con la pintura adheridas a dicha escuela, algunos de sus frutos sobreviven como
experiencias estéticas de primer orden.
"Brujas (la
muerta)" (1892), de Georges Rodenbach, puede reclamar por
derecho propio esa clase de impacto en el lector. La novela de Rodenbach se
alimenta de ciertos lugares comunes del movimiento: la atracción por la muerte,
la fetichización del amor, la lectura cifrada y esotérica de la realidad.
Conjugando estos elementos, Rodenbach construye un juguete fúnebre,
sofisticadamente morboso, en el que cuerpo y piedra, mujer y ciudad, se funden
en un réquiem por la pasión que es también una parábola acerca de la
imposibilidad de resucitar el pasado.
Amor
sin mácula
El demonio de la analogía
conduce al protagonista de la novela, un viudo llamado Hugues Viane, a
refugiarse en Brujas, la más triste de las ciudades, para guardar luto por su
amada. Viane ha levantado en su hogar un museo de la memoria, en el que una
trenza del cabello de la muerta es venerada como grial de un amor sin mácula.
Huyendo de lo solar, del
bullicio, de la vida en definitiva, Viane se recluye en un escenario lleno de
campanas y de humedad, bello como un cromo detenido en el tiempo pero por ello
mismo ajeno al porvenir, un mundo que se remansa junto al agua y que se
contempla ensimismado, y que provoca en sus moradores peculiares formas de
ennui: el gusto por la enfermedad, una religiosidad militante, la deambulación
como forma predilecta de matar el tiempo.
La aparición de una mujer
extraordinariamente parecida a la esposa muerta será el detonante de nuevas y
dramáticas correspondencias. Pues aunque la carne parezca repetirse, el
carácter y las motivaciones de la gemela son distintas. Viane se obstina en
resucitar una existencia agotada. El precio a pagar por ello es el engaño
primero, el desdén más tarde, la tragedia al fin.
La debacle psíquica
conduce a la muerte, destino habitual de cualquier forma de paranoia, y la
reliquia amada se hace instrumento del dolor. Los muertos, a su modo, son
celosos de su estado, y la irrevocabilidad de su condición no debe ser tomada a
la ligera. Si todo en Brujas abunda en esa perspectiva de un tiempo
inalterable, introducir en sus calles y canales otro relato, un segundo amor,
es un asunto delicado.
En 1954, más de sesenta
años después de la publicación de la obra de Rodenbach, Boileau-Narcejac volverían
a la obsesión por el doble en "De entre los muertos", que cuatro años
más tarde Hitchcock convertiría en hito mayor de la historia
del cine: "Vértigo". Son los pasadizos secretos y reiterados de un
asunto fascinante.
Firmamento recupera la hermosa y crepuscular novela
de Georges Rodenbach, cumbre de la narrativa simbolista, en una nueva
traducción de Cristian Crusat
Georges Rodenbach
(Tournai, 1855-París, 1898) retratado (1895) por Lucien Lévy-Dhurmer.
Brujas (la muerta). Georges Rodenbach. Prólogo y traducción de
Cristian Crusat. Firmamento. Cádiz, 2023. 152 páginas. 21 euros
Adscrito al grupo
de La Jeune Belgique, al que pertenecieron Verhaeren o Maeterlinck,
y cercano en su etapa parisina a otros escritores o artistas como Mallarmé u
Odilon Redon, Georges Rodenbach fue uno de los más claros referentes del
simbolismo por la época en que el difuso movimiento, considerado por algunos
estudiosos como el punto de partida de las vanguardias, aunque tuviera también
algo de restauración tardorromántica, convivía con los estetas decadentes en
un fin de siècle que proyectó su influencia en toda la cultura
europea. Aunque autor de otras obras menos difundidas, el poeta y narrador
belga debe su ascendiente a una novela, Bruges-la-Morte –publicada
por entregas en 1892, en las páginas de Le Figaro, y ese mismo año
en volumen– que tuvo una enorme repercusión entre sus contemporáneos, siguió
siendo ampliamente leída en las primeras décadas del siglo XX y no ha dejado de
ser citada como el perfecto paradigma de la estética simbolista, a cuyo
imaginario contribuyó de forma decisiva. Podemos acceder o volver a ella
gracias a la nueva edición de Firmamento, que recupera este libro emblemático
en una cuidada traducción de Cristian Crusat.
Las imágenes reproducen escenarios de la ciudad del Ochocientos
Descrito en pocas palabras, el argumento
de Brujas (la muerta) narra la historia de Hugues Viane, que
tras la dolorosa pérdida de su mujer se ha instalado en la ciudad flamenca para
llevar una vida consagrada a su recuerdo, rodeado de los objetos que le
pertenecieron. Un día conoce a una vedette, llamada Jane, que
guarda con aquella un inquietante parecido y hechizado por el misterioso
estímulo intenta recobrar la plenitud arrebatada. Pero más que la trama en sí,
cargada de tintes melodramáticos y no exenta de figuras estereotipadas –el
viudo desconsolado e inconsolable, la bailarina casquivana, la sirviente leal
pero escrupulosa, las viejas murmuradoras–, es la atmósfera de la novela, su prosa
evocadora y el trasfondo lírico y programático que encierra, lo que le da una
contextura única, reforzada por las treinta y cinco imágenes que acompañaron la
publicación original, tanto en la edición seriada como en el libro, y son ya
inseparables de la lectura, como contrapunto o narración paralela. Del mismo
modo que los edificios en el agua de los canales, el "vacío sin
transeúntes" del que habla el narrador, y el aire crepuscular del relato,
se reflejan en las fotografías espectrales que reproducen escenarios –casi sin
presencia humana– de la ciudad de finales del Ochocientos.
Brujas es, en palabras de Rodenbach, el "personaje esencial"
de la novela
Brujas es, de
hecho, en las palabras preliminares del propio Rodenbach, el "personaje
esencial" de la novela, "asociado a distintos estados del alma".
Y la imagen especular, recurrente en el texto o asimismo en las imágenes, está
en el centro de la poética simbolista, expresamente invocada cuando el narrador
habla del "indefinible poder de la semejanza", definida como un
"sentido suplementario, frágil y delicado, que vinculaba las cosas entre
sí mediante mil sutiles apéndices". El protagonista ha elegido languidecer
en la ciudad "vetusta", en otro tiempo bullente y ahora mortecina,
habitada por gentes provincianas de costumbres piadosas y moral estrecha entre
quienes crece "la hierba de la maledicencia". El frío paisaje refleja
el interior del hombre y a la inversa, este busca asimilarse a él: "¡mudas
analogías, recíproca penetración del alma y las cosas! Nos introducimos en
ellas y, simultáneamente, ellas entran en nosotros". En otro momento,
anticipando la tragedia, ha hablado del "demonio de la Analogía".
En muchos momentos la narración se asemeja a un poema en prosa
Durante cinco años,
resignado a un "otoño precoz", Hugues ha penado por una "Ofelia
difunta" a la que veneraba sin descanso –"su dolor se había
convertido en su religión"– y la insospechada aparición de Jane,
"recuerdo viviente" de la amada, aunque da lugar a "fúnebres y
violentos deleites", no pone fin a su culto fetichista. Presa del
"embrujo", mantiene una devoción obsesiva –"el amor, como la fe,
se alimenta de pequeñas liturgias"– que linda con la herejía, al tiempo
que cede al "mórbido deseo" y pasa a ser motivo de escándalo. Para
las beatas beguinas, para los que siguen sus pasos ocultos desde las casas, se
ha transformado en un libertino de costumbres abominables. En cierto modo, la
narración es también un relato fantástico, a cuyo desenlace no es ajena la
trenza que el viudo conserva como reliquia en una urna, pero en muchos momentos
se asemeja sobre todo a un poema en prosa, un hermoso poema que transmite mejor
que cualquier tratado el cruce de caminos en el fin del siglo.
De entre los
muertos
En su bien informado prólogo a Brujas (la muerta), el traductor
señala la perdurable influencia de la novela de Rodenbach en varias
direcciones, empezando por la configuración del topos de la ciudad
exánime, desprovista de vida, que entre nosotros representaría el Toledo
descrito por Azorín o Baroja y tiene en la Venecia de Thomas Mann otra
expresión cimera. No olvida Crusat la proyección latinoamericana, que incluiría
las variantes propuestas por Rulfo, Bolaño o Bellatin, ni las páginas que
dedica Sebald, en cuya obra se alternan asimismo los textos y las imágenes, al
Manchester desindustrializado o a ciertos parajes sombríos de la misma Bélgica.
Dejando de lado la geografía, la fatal combinación de "dobles femeninos,
mujeres redivivas e impulsos necrófilos" ha dejado una huella fecunda en
el cine, con hitos como Vértigo (1958) de
Hitchcock –basada en la novela D'entre les morts de Boileau y
Narcejac, que contiene escenas acaso directamente inspiradas por la ficción de
Rodenbach– o la anterior Más allá del olvido (1956) del
argentino Hugo del Carril, también Viridiana (1961) de
Buñuel e incluso las fantasías oníricas de David Lynch. Al margen de su final
truculento, la "búsqueda narcisista y melancólica" de Viane, como la
define Crusat, refleja el vano empeño por resucitar el pasado.