domingo, 31 de octubre de 2010

Para los que escriben rarito: la pedantería en la no ficción (I)

Para los que escriben rarito: la pedantería en la no ficción (I)

Posted: 25 Oct 2010 06:14 AM PDT

Reconozco que, cuando escribo novelas o cuentos, tiendo a ser ampuloso; incluso rozo la pedantería y el esnobismo. Soy perfectamente consciente de que a veces no se me entiende. O se me puede entender de muchas formas distintas.

Pero eso no es, a mi juicio, un rasgo negativo: las novelas no siempre tienen que aportar información clara y objetiva sino estimular el cerebro del lector, favorecer la multiplicidad de interpretaciones, dar de comer a los exegetas. Perderse por las subordinadas infinitas de Marcel Proust o por el hermetismo de James Joyce puede aportar desafíos cognitivos interesantes.

Pero la cosa se pone fea cuando nos enfrentamos a un texto de no ficción: un artículo, un ensayo o una mera opinión taquigráfica por Twiter o Facebook. Es entonces cuando me pongo verdaderamente enfermo. Es algo glandular, instintivo, pauloviano: el que profiere la opinión en términos literarios pomposos o poéticos pierde para mí todo su crédito intelectual. Automático.

Pudiera parecer mi reacción análoga a las de los ex fumadores con los fumadores: acostumbran a ser más agresivos e intolerantes con el humo que los no fumadores de toda la vida. Yo, de natural denso en mi vertiente de ficción, podría entonces cargar demasiado las tintas contra la densidad en la no ficción. Pero no es así. Que yo sea un rompecabezas literario es sólo anecdótico. Porque yo no soy peligroso, los peligrosos son los otros.

Cuando se trata de entender cómo funciona el mundo real, es obligación del escritor comunicar sus hallazgos o reflexiones a los demás de la forma más accesible posible. Porque no caben interpretaciones (de hecho, las interpretaciones son por definición nocivas cuando se explican los principios de la termodinámica o los fundamentos morales de determinado credo).

Ello no imposibilita escribir con palabras cultas o técnicas (aunque habría que evitarlas también todo cuanto sea posible). Lo que resulta casi anatema es el uso de construcciones sintácticas demasiado complejas, el uso de metáforas demasiado poéticas, el guiño cultureta minoritario, los circunloquios, el dar por sentado que tu lector es tan leído como tú, etc.

Si no se siguen esas elementales normas de la claridad expositiva, entonces ya no estamos escribiendo no ficción. Y si lo estamos haciendo, es no ficción ególatra y endogámica, en el mejor de los casos. En el peor: es la simple y llana fantasmada a fin de hinchar lo que en puridad es bastante simple, cuando no incorrecto. Para ello basta leer a autores incomprensibles incluso para especialistas como Lacan o Derrida. Son ladrillos.

Y aquí llegamos al meollo del asunto: si existe una corriente ensayística tan abundante de textos herméticos es porque el hermetismo viste mucho: la reacción psicológica del lector es: si no entiendo casi nada, será porque este tipo sabe mucho. Algo parecido a lo que sucede cuando nos enfrentamos a una pieza de arte moderno consistente en un cagarro dentro de una botella: nuestra falta de reacción íntima nos puede hacer creer que no somos suficientemente cultos, y entonces recurrimos a impostar: de lo contrario pareceríamos abstemios en una orgía de borrachos (basta acudir a una galería de arte para comprobarlo).

En resumidas cuentas, el texto de no ficción latazo surge de las ansias del escritor de dárselas de profundo y de las ansias del lector de no parecer idiota. Por eso, cuando discuto con alguien y me viene con argumentos que parecen más poesías que razones lógicas, no tengo miramientos en soltar: oye, tío, no me entero, ¿me lo puedes explicar como si tuviera 5 años?

Y creo que ahí reside la mejor receta para escribir no ficción: forma para niños de 5 años y fondo para adultos. Es la mejor manera de explicar algo y que se entienda, y también la mejor manera de dejar al descubierto las inconsistencias de lo que se explica.

En la próxima entrega de este artículo expondré algunos ejemplos divertidos de esta impostura intelectual, así como el experimento realizado con un programa de ordenador llamado RACTER.

No hay comentarios: