sábado, 6 de junio de 2020

La isla del día de antes, de Umberto Eco

El académico italiano vuelve al género que le vio nacer como novelista con una historia ambientada a mediados del Siglo XVII en los mares del sur, donde un náufrago piamontés salva su vida in extremis al toparse de forma milagrosa con un misterioso barco anclado y abandonado desde el que se divisa, en medio del vasto océano azul, una isla tan cercana como inalcanzable.

En las profundidades de la nave no solo encontrará comida y sustento, sino animales y plantas exóticos; extraños artilugios hijos –o no- de la ciencia del momento; una serie de misterios e incluso la compañía que todo náufrago anhela y ansía.

Hasta ahora he leído tres novelas de este famoso escritor, además de forma cronológica según fueron escritas, lo que da pie a poder fijarse en la evolución como escritor de Eco. A El nombre de la rosa (1980), le siguió la no menos genial El péndulo de Foucault (1988), aunque la trama de ambas no podía ser más diferente. Si entre una y otra pasaron ocho años, su tercera novela vio la luz seis años después, en 1994 y como ya ocurriera con anterioridad, resulta una tarea ardua intentar consignar no ya todo lo narrado por Eco en sus páginas, sino incluso dar una buena pista sobre las tramas principales.

Baste decir que Roberto della Griva, un noble del Piamonte, incapaz de abandonar el barco que le ha salvado la vida pero lo ha condenado a una cárcel sin barrotes, comienza a darle vueltas a la cabeza de tal forma que decide redactar no solo sus vivencias, sino las de un malvado hermano gemelo, totalmente inventado, que lo ha perseguido durante toda su vida y al que debe no pocos infortunios. La figura del doppelgänger de la que tantos escritores se han servido resulta una pieza fundamental para entender lo que aquí se nos cuenta, que en un principio parece una novela histórica “normal” donde se nos narran los enfrentamientos armados y políticos que tenían lugar en la época en el norte de Italia, con los franceses y españoles implicados. Entre guerras y asedios, todavía un muchacho, Roberto conocerá una serie de personajes y situaciones que lo situarán en una posición envidiable para ser requerido por el mismísimo Richelieu.

El narrador de la historia no es si no un anónimo escritor en cuyo poder se encuentran los escritos redactados por el propio protagonista en la soledad de su navío. Entre muchos otros temas, la novela intenta mostrar el contraste de una época donde la superstición y la religión son todavía muy poderosas, pero donde la ciencia comienza a abrirse camino de las formas más insospechadas. La búsqueda de la línea internacional del cambio de fecha es otro punto crucial de la trama y uno de los motores de la historia.

Al contrario que con su predecesora, me ha costado más profundizar en los misterios de esta novela. Su lectura me ha resultado más ardua y si bien es cierto que la escritura de Eco, su particular estilo que mezcla erudición y aventura y algunos pasajes muy logrados son un aliciente; hay muchos momentos en donde el interés por el resto de la historia pende de un hilo, ya que a veces cuesta conectar con la trama principal, dividida la atención entre tanta digresión mental del protagonista, que recuerda, imagina, fabula y medita todo a un tiempo.


Es decir, no es una novela fácil. Lenguaje rebuscado que intenta imitar la forma de narrar de la época, abundante filosofía e historia. Necesaria de una lectura paciente y pausada, e incluso de una relectura que ayude a comprender todos los temas que toca. Pero como ya ocurría con las anteriores novelas de Eco, posee un algo más que atractivo. 

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