jueves, 21 de septiembre de 2017

El "espacio Tel Quel" y la configuración de una discursividad vacilante

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Revista Pilquen

versión On-line ISSN 1851-3123

Rev. Pilquen. secc. cienc. soc. vol.16 no.2 supl.1 Viedma dic. 2013

 

ARTÍCULO
El "espacio Tel Quel" y la configuración de una discursividad vacilante

Sonia Bertón1 soniaberton@gmail.com Universidad Nacional de La Pampa - Argentina
Recibido: 30/07/13
Aceptado: 
06/08/13
Publicado: 
06/11/13


Resumen En marzo de 1960 apareció, en Francia, el primer número de la revista Tel Quel. Aunque es una publicación que ha tenido innegable reconocimiento y que agrupó a intelectuales de reconocida trayectoria, se puede afirmar que no fue más que el punto de emergencia de un discurso que se construyó desde ámbitos variados—psicoanálisis, teoría literaria, literatura, filosofía, entre otros— y a partir de voces y enunciaciones también variadas. Se creó, entonces, un "espacio Tel Quel" (Asensi Pérez 2006) que se originó como un lugar productivo de debate, confrontación y, no en menor medida, préstamos. En tal sentido, me propongo describir, en el marco de este trabajo y a partir de un recorte de textos que considero relevantes, el modo singular de escritura del grupo como una forma en la que el "autor" fluctúa entre distintos enunciadores individuales, cada uno autor de un discurso que lo trasciende pero, al mismo tiempo, generadores, mediante préstamos y alusiones, de un enunciador colectivo -el espacio Tel Quel- a partir del cual "fundan discursividades" que han trascendido su tiempo y sus disciplinas.
Palabras clave: Francia; Postestructuralismo; Tel Quel; Autor; Discursividades.
The Tel Quel space and the construction of an elusive discursivity 
Abstract Though it has been widely recognized for the array of renowned intellectuals it gathered, Tel Quel, whose first number was published in France in March 1960, could be said to be just the point of emergence of a discourse built in the intersection of not only varied fields - Psychoanalysis, Literary Theory, Literature, Philosophy- but also various voices and enunciations. There was in fact a "Tel Quel space," grounded on a site of productive debate, confrontation, and borrowing. Drawing on a series of relevant works, I describe in this article the particular way of writing of the Tel Quel group as one in which the "author" swayed among different individual voices. Each of these generated a discourse that transcended individuality but that at the same time engendered, by means of intertextuality and allusion, a collective author, the Tel Quel space, the basis on which they founded discursivities that have transcended time and disciplines.
Key words: Francia; Post- Structuralism; Tel Quel; Author; Discursivities.


el texto se hace, se trabaja a través de
un entrelazado perpetuo; perdido en ese tejido
-esa textura- el sujeto se deshace en él
como una araña que se disuelve en las
segregaciones constructivas de su tela.
R. Barthes: 1991: 104
El período que se extiende entre la guerra de 1914 y el fin de la Segunda Guerra Mundial fue caracterizado por Eric Hobsbawm como de "catástrofes" políticas, económicas y humanitarias. Aun así, en el aspecto financiero, la segunda posguerra presentó algunas diferencias en tanto comenzó, en 1945, una etapa de crecimiento económico, de industrialización y desarrollo que implicó, a su vez, una profunda transformación social y cultural (15). Asimismo, es el momento en el que se llevaron adelante los procesos de descolonización propios del siglo -Vietnam desde 1945, la liberación de China (1949), Egipto (1952), Argelia (entre 1958 y 1964) y finalmente, la Revolución cubana (1959). Dicho de otra manera, este constituye un tiempo que puso en vigencia una forma de lucha marcada por la violencia y sustentada en la reconfiguración de ideas socialistas, marxistas, nacionalistas, de las vanguardias armadas y las masas populares (Casullo 1997)
Se instauró, entonces, un tiempo contestatario cuya marca de época consiste, precisamente, en cuestionar las bases mismas del mundo, en el protagonismo de un sujeto social, político e ideológico, aún claramente constituido, que tanto se organiza en torno a revueltas -estudiantiles, campesinas, obreras- como a proyectos de producción artística e intelectual. En este marco, el lenguaje asume un rol decisivo, no sólo como medio de comunicar y hacer política sino también porque, en tanto se lo reconoce como configuración política en sí mismo, se constituye en objeto central de reflexión, teorización y debate. Según Nicolás Casullo, este es un tiempo de
La provocación, la posibilidad de ruptura, la utilización del lenguaje fuerte, el lenguaje inconciliador. La palabra desbordando las normas institucionales, la palabra mala, la mala palabra como revelación de una realidad de opresión, frente a las buenas palabras simuladoras. La lucha en el plano del lenguaje, legal y prohibido, reconocido y en falta, es también lucha cultural. El plano del discurso, en todas sus manifestaciones, va a ser parte de las contiendas de los años `60 (1997: 175)
En este contexto apareció, en marzo de 1960, en Francia, el primer número de la revista Tel Quel. En torno de ella se agrupó un ecléctico y controvertido puñado de intelectuales, algunos con una reconocida trayectoria como la de Roland Barthes, que hizo de su lenguaje una herramienta, provocativa y sugerente sin duda, de abordaje de un contexto sociohistórico y cultural que se definía en la contestación, el cuestionamiento y la ruptura.
Sin embargo, aunque es una publicación que ha tenido innegable reconocimiento, se puede afirmar que la revista no fue más que el punto de emergencia de un discurso que se construyó desde múltiples ámbitos -psicoanálisis, teoría literaria, literatura, entre otros-, y a partir de voces y enunciaciones también múltiples. Se creó, entonces, un "espacio Tel Quel" (Asensi Pérez 2006) que se originó como un lugar productivo de debate, confrontación y, no en menor medida, préstamos y que le dio a Tel Quel, en 1963, un "nuevo punto de partida" en tanto, con un comité de redacción conformado, en primer lugar, por Philippe Sollers, amplió su horizonte desde la producción de la revista hacia la gestión de otras manifestaciones del campo cultural e intelectual. Fue el momento, entonces, en que los telquelistas comenzaron a participar en la gestión activa de proyectos editoriales -tales como la organización de colecciones de libros en la editorial Seuil en la que se publicaron los principales textos de Roland Barthes, Julia Kristeva, Jacques Derrida, entre otros-, conferencias, grupos de estudios y otras acciones que tenían como finalidad la formación de un campo teórico propio y particular.
Esta dispersión de actividades, sumada a la ya dispersa y fluctuante nómina de participantes, cada uno con sus particularidades teóricas e ideológicas, hace que la delimitación de un cuerpo de autores y textos sea un trabajo, no sólo dificultoso sino también, hasta cierto punto, incongruente con una de las principales características del grupo que fue la de cuestionar la noción de "límite" en todas sus formas posibles (Asensi Pérez 2006: 69) Es así como, es importante aclarar, desde el comienzo de la revista, Tel Quel se propuso como un espacio contradictorio y ecléctico capaz de configurarse como un gran centro generador de importantes y profundas controversias. De tal modo queda explicitado en la "Déclaration" que abre el primer número:
No se puede esperar de la definición de un grupo tan diverso y formado (felizmente) de personalidades contradictorias, una precisión más grande. Toda toma de conciencia demasiado categórica será poco más que un manifiesto individual. Pero se advertirán los silencios y las omisiones. Quizá, estos serán flagrantes. Quizá involuntarios (...) nada, en definitiva nos sería más grato que ser acusados de eclecticismo (citado en Asensi Pérez 2006: 56) (Los paréntesis y puntos suspensivos corresponden al original)
Este posicionamiento teórico, que se configura en un posicionamiento político, se constituye, además, en factor aglutinante de los intelectuales en torno a Tel Quel. El silencio que mantuvieron frente a los acontecimientos violentos de la guerra de Argelia los puso en el blanco de las críticas más feroces que no dudaron en dejar caer sobre el grupo un manto de sospechas en virtud de posibles posturas derechistas.
Asimismo, la discusión que el grupo planteó en torno a la figura de Jean- Paul Sartre y sus teorizaciones sobre el existencialismo y el compromiso de la literatura fue otro de los aspectos sobre los cuales se sustentaron las críticas que coincidieron en calificar a los telquelistas de "apolíticos" y "descomprometidos". En la declaración inicial de la revista aparece una primera respuesta polémica al libro Qu´est-ce que la littérature (1948) en tanto, frente a la propuesta sartreana que subordina la literatura a su utilidad en el mundo, los telquelistas se opusieron con una puesta del énfasis en el lenguaje (Asensi Pérez 2006: 57-8)
Sin embargo, tal como lo expresa Asensi Pérez, la política en Tel Quel no residía en las postulaciones definitivas ni en las declaraciones grandilocuentes sino en el cambio, el debate y la controversia, en el cuestionamiento y la difuminación de los absolutos: "la máquina Tel Quel consistió en no permanecer idéntica a lo largo de su historia, en no ser la misma, en hacer del cambio una estrategia política" (71) y en situarse al margen, en disidencia, como excepción de todos los dogmas (472). Tanto la literatura como la teoría literaria -no sólo inseparables sino, en algún punto, indiscernibles, para los telquelistas- fueron pensadas como lugares fundamentales de lucha política y de cambio social por lo que la escritura fue, más que un resultado, una práctica a través de la cual el sujeto se posiciona frente al mundo.
Así, sujeto y lenguaje, teoría y literatura, política y escritura son, para los telquelistas, configuraciones que se sustentan en la indefinición de sus límites y que, por lo mismo, se ponen en escena -en la escena de la enunciación-, frente a la problemática del sujeto-autor -en tanto autoridad- que cobra la singularidad de una posición múltiple y fluctuante. Según Barthes, "La literatura [...], al rehusar la asignación al texto [...] de un "secreto", es decir, un sentido último, se entrega a una actividad que se podría llamar contrateológica, revolucionaria en sentido propio, pues rehusar la detención del sentido es, en definitiva, rechazar a Dios y a su hipóstasis, la razón, la ciencia, la ley" (2002: 70)
Inmerso en este tiempo de cuestionamientos y discusiones, el "espacio Tel Quel" tuvo, entonces, como una de sus características de relevancia, la provocación y las controversias más vigorosas en torno a la problemática del sujeto y de éste en relación con el lenguaje.
Si uno de los mayores "cimbronazos" que debió sufrir el sujeto cartesiano durante el siglo XX estuvo dado por el inconsciente freudiano, fue Jacques Lacan quien, durante la segunda parte del mismo siglo, retomó, desde el mismo ámbito psicoanalítico pero con diferencias pronunciadas con su antecesor, la problematización del sujeto en tanto unidad coherente fundada sobre los principios de la Razón y la Verdad, tal como había sido pensado por René Descartes en su Discurso del método (1637)
Según Lacan, hay tres órdenes en los que se estructura la psique2. A saber: el orden imaginario (preedípico, es decir, anterior al inconsciente) que constituye un universo de ilusiones distorsionadas, imágenes y engaños y se forma a través de una superficie reflejante (el espejo); el orden real y, finalmente, y el que nos interesa en forma particular, el orden simbólico. Este último corresponde al plano de los sentidos sociales tradicionales, de la diferenciación, de la individuación donde cumple una función central el lenguaje ya que, reprimiendo las trampas imaginarias y las imágenes especulares del orden imaginario, constituye la estructura del inconsciente (Elliott 1995: 164-5)
De este modo, el lenguaje se instituye como un elemento fundamental en la estructuración de la psique en tanto es considerado por Lacan como un sistema organizado y preexistente que no está estructurado por el inconsciente sino que, por el contrario, lo estructura y lo integra en un orden lingüístico (176-7)
Esta conceptualización del inconsciente como lenguaje se fundamenta en una operación primordial que consiste en retomar e invertir la fórmula saussureana. Si bien Lacan asume con Saussure el lenguaje como una estructura que se sustenta en elementos diferenciales y cuya vinculación entre las palabras y lo que ellas representan se produce de manera arbitraria, se distancia de él cuando propone que el significante tiene primacía sobre el significado en la creación del sentido. Así, en "La instancia de la letra" (1957) afirma que "es en la cadena del significante donde el sentido insiste, pero que ninguno de los elementos de la cadena consiste en la significación de la que es capaz en el momento mismo" (Lacan 2007: 470)
De esta manera, aunque el orden simbólico se presenta como un intento de sutura de la falla original no es tal en tanto el lenguaje se constituye no en función del significado sino del significante y estableciendo una cadena metonímica según la cual cada significante remite a otro y a otro y a otro ad infinitud: "las cosas pueden ir más allá de la demostración de que no hay ninguna significación que se sostenga si no es por la referencia a otra significación" (465). A lo que agrega, en el mismo sentido,
Lo que descubre esta estructura de la cadena significante es la posibilidad que tengo, justamente en la medida en que el lenguaje me es común con otros sujetos, es decir, en que esa lengua existe, de utilizarla para significar muy otra cosa que lo que ella dice. Función más digna de subrayarse en la palabra que la de disfrazar el pensamiento (casi siempre indefinible) del sujeto: a saber, la de indicar el lugar de ese sujeto en la búsqueda de lo verdadero (472)
En tal caso, la alteridad que resulta de este proceso de diferenciación tiene un efecto divisivo que se lo vive como castración, no sólo sexual sino también lingüística en tanto carecemos de comprensión plena del lenguaje y sólo podemos significarnos en un sistema simbólico que nos domina (Elliott 1995: 179) organizándose en dos polos lingüísticos que son la metáfora y la metonimia.
Si bien Roman Jakobson tuvo una presencia notable para el grupo Tel Quel, estas nociones han sido retomadas y reformuladas, en la mayoría de los casos, sin referencias precisas a las teorizaciones jakobsonianas, aún cuando el propio Lacan manifiesta, en una nota a pie de página, su voluntad explícita de "homenajearlo": "Rendimos homenaje aquí a lo que debemos en esta formulación al señor Roman Jakobson, queremos decir, a sus trabajos donde un psicoanalista encuentra en todo instante con qué estructurar su experiencia, y que hacen superfluas las "comunicaciones personales" de las que podríamos jactarnos tanto como cualquier otro" (Lacan 2007: 473)
En tal sentido, Lacan construye su propia definición de metáfora y metonimia y articula ambas nociones con la pregunta por el ser relacionándolas con dos aspectos, en apariencias, contrarios, que son el síntoma y la carencia. La metáfora, cuya estructura indica que la sustitución del significante por el significante produce un efecto de significación "de advenimiento de la significación" (482) adopta el valor de respuesta frente a la pregunta por el "ser" en las asociaciones por semejanza en tanto "Brota entre dos significantes de los cuales uno se ha sustituido al otro tomando su lugar en la cadena significante, mientras el significante oculto sigue presente por su conexión (metonímica) con el resto de la cadena" (474) y, de este modo, determina el síntoma.
La estructura metonímica, por su parte, indica que la conexión del significante con el significante permite la elisión -del objeto, del referente- por la cual el significante instala la carencia de ser en relación de objeto (482) y funda la transformación del ser del sujeto en falta de ser (Balmes 2002: 136)
Vistas de este modo, ambas nociones fueron, tanto para las teorías lacanianas como para el postestructuralismo en general, recurrentes y fundamentales ya que permitieron pensar un complejo entramado entre sujeto, lenguaje y literatura en el que lo que se juega, más que una formulación teórica, es una postura ético-política en tanto sustituir, ocultar, elidir, eludir, aludir... más que estrategias del discurso son prácticas de escritura que ponen en jaque toda voz, toda autoridad.
Esta preeminencia del lenguaje en las indagaciones sobre la noción del sujeto -que tuvieron en Lacan a uno de sus principales pensadores- constituyó, para los telquelistas, uno de los pilares sobre los que giraron sus preocupaciones. En consonancia con esto, una de las inquietudes más relevantes en el seno del grupo estuvo dada en torno a la postulación, común entre algunos de ellos, de lo que se dio en llamar la "muerte" o "la desaparición del sujeto".
Se trata de la continuación de un discurso filosófico que tiene sus antecedentes más directos en Friederich Nietzsche y su sentencia sobre "la muerte de Dios" por lo que, más que un cambio de paradigma desde el primado del sujeto al del lenguaje, constituye una transformación del posicionamiento respecto de esta categoría central de la Modernidad. Esto significa que, como la muerte de Dios, también el sujeto tras su muerte dejó una huella que remite a él pero no como un esquema libre de contradicciones sino como un esquema quebrado en sí que exige reconocer como exagerada la confianza moderna en el poder del yo para apropiarse del mundo (Bürger 2001: 13)
En este marco, las reflexiones en torno al problema del autor son una recurrencia consecuente que agrupa a los integrantes de Tel Quel y que da cuenta, en el campo de la teoría literaria específicamente, y aún más, de las principales preocupaciones vigentes entre los telquelistas. Tanto es así que dos de sus más reconocidos integrantes -Roland Barthes y Michel Foucault- dedicaron sendos trabajos a analizar esta problemática.
En "La muerte del autor" (1968),Barthes afirma que el campo de la lingüística es el que más incidencia ha tenido en relación con la idea de la destrucción del autor en tanto demostró que la enunciación es un proceso vacío que funciona aún cuando no se lo complete con las personas de la interlocución: "el autor nunca es nada más que el que escribe, del mismo modo que yo no es otra cosa sino el que dice yo" (Barthes 2002: 68)3.
Este proceso enunciativo, que devela un lugar vacío -el lugar del sujeto-, instaura una figura de escritor cuyo único poder es el de "mezclar las escrituras, llevar la contraria a unas con otras, de manera que nunca se pueda uno apoyar en una de ellas; aunque quiera expresarse al menos debería saber que la "cosa" interior que tiene la intención de "traducir" no es en sí misma más que un diccionario ya compuesto, en el que las palabras no pueden explicarse sino a través de otras palabras." (Barthes 2002: 69)
Este alejamiento del autor, que transforma el texto moderno, configura una escritura cuyo único origen es el propio lenguaje porque se construye como un tejido de citas por lo que la función del autor se limita a imitar un gesto que es siempre anterior, nunca original. De esta manera, la escritura se vuelve múltiple, "instaura sentido sin cesar, pero siempre acaba por evaporarlo" (70) y, por lo mismo, se vuelve imposible el acto de su desciframiento. Pero es, principalmente, la escritura que destruye toda voz, todo origen, el "lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe" (66). Es, otra vez, una escritura de la metáfora y la metonimia, que tiene el doble funcionamiento de aludir a una propuesta -escrituraria, teórica, ética, política- eludiendo una voz previa, autorizada -Lacan, Jakobson y cuántos más- y, con ella, una posible conceptualización. Es la escritura que busca escapar de toda atadura -científica, autoral, genérica, textual, referencial- y que, por esto mismo, es una escritura revolucionaria en tanto pone el sentido en sí misma, en su propia proliferación y nunca en una entidad -la entidad "autor"- que le es extraña y en tanto tal, esquiva.
De este modo, ante esta "muerte del autor" lo que cobra un espacio que no tenía en toda su dimensión es la figura del lector quien se transforma en productor de una lectura capaz de recolectar las huellas dispersas:
Un texto está formado por escrituras múltiples, procedentes de varias culturas y que, unas con otras, establecen un diálogo, una parodia, una contestación; pero existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor, como hasta hoy se ha dicho, sino el lector: el lector es el espacio mismo en que se inscriben, sin que se pierda ni una, todas las citas que constituyen una escritura; la unidad del texto no está en su origen, sino en su destino, pero este destino ya no puede seguir siendo personal: el lector es un hombre sin historia, sin biografía, sin psicología; él es tan sólo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas las huellas que constituyen el escrito (71)4.
Un año después del texto de Barthes, Michel Foucault en la conferencia "¿Qué es un autor?", pronunciada ante los miembros de la Sociedad Francesa de Filosofía, abordó nuevamente el tema, ya no con la virulencia de enunciar su muerte pero sí en una línea de pensamiento concordante ya que, si no lo da por muerto y desaparecido, por lo menos se pregunta quién es. Claro que la respuesta es aún más inquietante en tanto afirma que lo que importa no es determinar quién habla sino quien ejerce su función: "Pero lo esencial no es constatar una vez más su desaparición; hay que localizar, como lugar vacío -a la vez indiferente y coercitivo-, los emplazamientos desde donde ejerce su función" (Foucault 2005: 5)5.
En franca consonancia con el grupo, Foucault asume esta forma de entender la noción de "autor" como un posicionamiento de tipo ético en tanto marca, más que un rasgo de la manera en que se habla o escribe, una "regla inmanente" que implica a la escritura como práctica que se refiere a sí misma y no como resultado. Dicho de otro modo, se trata de una escritura que no es más que un juego de signos ordenado que se orienta hacia y en relación con el significante y no hacia su contenido significado, es decir, que no se sujeta a la expresión sino que se identifica con su propia exterioridad: "En la escritura no funciona la manifestación o exaltación del gesto de escribir; no se trata de la aprensión de un sujeto en un lenguaje; se trata de la apertura de un espacio donde el sujeto que escribe no deja de desaparecer" (12). Se trata, en último caso -y en resonancia con los textos de Lacan y Barthes- de quitarle al sujeto su rol de fundamento originario, de analizarlo como una función variable o, dicho de otro modo, de preguntarse por las condiciones bajo las cuales un sujeto puede insertarse en el orden del discurso y qué lugar ocupa allí. (41)
La borradura del autor- sujeto vuelve a ser, entonces, un tema recurrente de la teoría telquelista y, una vez más, se lo aborda no sólo como rasgo constitutivo de la escritura del grupo sino como fundamento ético- político.
El autor, según Foucault, lejos de ser un sujeto -histórico- factible de ser aprehendido en el lenguaje, es un fundador de discursividades -Marx o Freud- que puede intervenir con su pensamiento en una época y un campo disciplinar determinado; pero también, y fundamentalmente, capaz de atravesar su tiempo y disciplina para incidir en círculos más amplios de la cultura, por un mecanismo transdiscursivo. Mucho más que mero autor de sus propias obras, esta noción de autor tiene la particularidad de producir la "posibilidad y la regla de formación de otros textos" (31) no tanto por las analogías que instaura como por las diferencias que permite ya que éstas tienen la capacidad de abrir un "espacio para algo distinto a ellos y que sin embargo pertenece a lo que ellos fundaron" (33)
Por su parte, Jacques Derrida tuvo, en el grupo, una presencia tan relevante como las de Barthes, Lacan o Foucault y, aunque sus preocupaciones fueron construidas desde el campo de la filosofía y la metafísica, también estuvieron centradas en la problemática del lenguaje y de éste en estrecho vínculo con el sujeto. Así, afirma en uno de sus primeros textos, De la grammatologie (1967):
El problema del lenguaje, cualquiera que sea lo que se piense al respecto, nunca fue por cierto un problema entre otros. Empero nunca como en la actualidad ocupó como tal el horizonte mundial de las investigaciones más diversas y de los discursos más heterogéneos por su intención, su método y su ideología. Lo prueba la misma devaluación de la palabra "lenguaje", todo aquello que, por el crédito que se le concede, denuncia la cobardía del vocabulario, la tentación de seducir sin esfuerzo, el pasivo abandono a la moda, la conciencia de vanguardia, vale decir la ignorancia. Esta inflación del signo "lenguaje" es la inflación del signo mismo, la inflación absoluta, la inflación como tal. No obstante, por medio de una cara o de una sombra de sí misma, funciona aún como signo; esta crisis también es un síntoma. Indica, como a pesar suyo, que una época histórica-metafísica debe determinar finalmente como lenguaje la totalidad de su horizonte problemático. Debe hacerlo no sólo porque todo lo que el deseo había querido arrancar al juego del lenguaje se encuentra retomado en él, sino también porque simultáneamente el lenguaje se halla amenazado en su propia vida, desamparado, desamarrado por no tener ya límites, remitido a su propia finitud en el preciso momento en que sus límites parecen borrarse, en el momento en que deja de estar afirmado sobre sí mismo, contenido y delimitado por el significado infinito que parecía excederlo (1998: 11. Itálicas en el original).
Valga la extensa cita para mostrar de qué modo Derrida vuelve a poner al lenguaje en el centro de las preocupaciones del momento y cómo, además, este nuevo texto entabla un vínculo como de eco con las preocupaciones de los demás integrantes del grupo Tel Quel cuyas principales inquietudes, ya vimos, también estuvieron dadas por el lugar del lenguaje, sus límites, sus limitaciones. En tal sentido, Derrida entiende que, el lugar que la metafísica le ha otorgado a la escritura, fue -hasta ahora, momento en que "la extensión del concepto de lenguaje borra todos sus límites"-secundario e instrumental-: fármaco para Platón, símbolo de la palabra para Aristóteles, suplemento añadido a la voz según Rousseau, imagen y representación del sistema de la lengua en términos de Saussure (13). En tal caso, se le atribuyó al logos, que nunca ha roto su vinculación originaria y esencial con la phoné, el origen de la verdad en general, razón por la cual, la phoné constituye el significante original de una cosa o un estado mientras que la escritura no es más que su símbolo: "El lenguaje escrito fijaría convenciones que ligan entre sí otras convenciones" (17) por lo que el significante escrito, así como todo significante, sería no más que un derivado siempre técnico y representativo.
La deconstrucción, entonces -tal es el término que utiliza en este trabajo-, consiste en poner en evidencia este lugar secundario de la escritura y establecer los fundamentos de una nueva ciencia que permita desde dentro mismo de las estructuras de la filosofía desbordar, transponer el orden del saber absoluto impuesto por el logocentrismo pero sin invertir las oposiciones binarias sino quedándose en el límite del discurso filosófico para desnudar la genealogía de los conceptos, desplazar su sentido, reinscribirlos en otras cadenas de sentidos.
Así, desde el campo de la filosofía trascendental y, aunque fuera de la teoría literaria, las reflexiones derridianas fueron aportes que se sustentaron, y al mismo tiempo, dieron sustento a las teorizaciones que en torno a la escritura llevaron adelante los telquelistas. En tal sentido, diseminación,archiescriturahuellay, particularmente, différance son algunas de las nociones que, desprendidas de la teoría de la deconstrucción, reconfiguran claves ya abordadas en los trabajos de Lacan, Barthes y Foucault, sin que en los textos de Derrida aparezcan referencias explícitas sobre estas vinculaciones.
En el artículo "La différance", conferencia también pronunciada en la Sociedad Francesa de Filosofía, el 27 de enero de 1968 y publicada en Théorie d´ensemble -volumen conjunto que el grupo publicó en el mismo año-, y poco más tarde también, en La diseminación (1969), Derrida aborda esta cadena de "indecidibles" y propone el término différance que es el participio presente del verbo diferir pero, en tanto está escrito con a y no con e, tiene la particularidad de ser una forma gráfica que se puede escribir o leer pero no escuchar. En tal sentido, no pertenece ni a la voz ni a la escritura por lo que, la différance, que no es "ni una palabra ni un concepto" (1971: 54), "no sólo es irreductible a toda reapropiación ontológica o teológica (onto-teológica), sino que incluso abre el espacio en el cual la onto-teología (la filosofía) produce su sistema y su historia, la comprende y la excede sin retorno" (53)
La différance proviene del verbo "diferir" que tiene dos sentidos, en apariencias, bastante distintos entre sí. Por un lado, implica una operación de retrasar o "dejar para más tarde", desviar, demorar, es la temporización:
Diferir en este sentido es contemporizar, es recurrir, consciente o inconscientemente a la mediación temporal y contemporizadora de un desvío que el cumplimiento o la satisfacción del "deseo" o de la "voluntad", efectuándolo también en un modo que anula o templa el efecto. Y-veremos más tarde- que esta temporización [temporisation] es también temporalización [temporalisation] y espaciamiento, hacerse tiempo del espacio, y hacerse espacio del tiempo (55)
Por otro lado, el segundo sentido, tal vez el más común, es el que implica "no ser idéntico", ser otro, discernible. Esto es, si el signo se coloca en el lugar de la cosa misma representando de esta manera al presente en su ausencia, el signo es entonces presencia diferida ya que su circulación difiere el momento en que podríamos encontrar a la cosa, por lo que no existe originalmente una identidad, ni un ser pleno y homogéneo, ni ideas y sonidos preexistentes al sistema lingüístico, sino solamente diferencias que se inscriben en una cadena según la cual un concepto remite a otro, y a otro, y a otro, y así infinitamente... diseminación: "Inventar el signo para ese "estar haciendo", para un movimiento a la vez ininterrumpido y quebrado, una continuidad de rupturas que, sin embargo no se allanará a la superficie de un presente homogéneo y evidente" (1997: 463)
En tal sentido, la différance es este movimiento que permite que la significación sea posible cuando cada elemento llamado "presente" se relaciona con otra cosa que no sea él mismo mediante la inscripción de una traza o huella -señal del elemento pasado pero también, y en la misma medida, del futuro- constituyendo, de este modo, un intervalo -espaciamento-, que no es otra cosa que la conversión del tiempo en espacio, y que señala lo otro diferente fuera de lo mismo6. A esta escritura de la diferencia -archiescritura que es una protoescritura o escritura originaria, escritura de la huella- es necesario pensarla antes de las oposiciones por lo que es el origen que no ha desaparecido sino que ha sido constituido en un movimiento retroactivo (1998: 84); el presente no existe como presencia absoluta, es sólo y no más que traza de traza.
Así, resuenan y cobran nueva relevancia, en los textos derridianos, las preocupaciones centrales del grupo: el lugar del lenguaje, el origen de la significación o, mejor dicho, la ausencia de él, el problema de los límites, el "ser" de la escritura. Sin embargo, una vez más, pese a la contemporaneidad y la cercanía no sólo intelectual sino también física (recordemos que en muchos casos los telquelistas compartieron espacios de trabajo) y personal de los integrantes del grupo, las relaciones con los demás textos, se establecen, no a partir de conceptos, menciones o citas directas -lo que implicaría reconocer una voz autorial y, por lo mismo, instaurar un origen- sino mediante alusiones, resonancias, ideas y posicionamientos que, aunque compartidos y retomados constantemente -significante que remite a otro significante- no constituyen un amarre preciso en el marco de una producción intelectual colectiva.
Dicho de otro modo, para los telquelistas, la literatura, la escritura, el autor, el sujeto son configuraciones atravesadas por la difuminación de los límites y la pérdida del origen y el lenguaje debe dar cuenta de esto mediante la construcción de una escritura que no se ancle en un sujeto, un autor, una autoridad...
Se trata, entonces, de una multiplicidad de enunciadores individuales que, desde distintas miradas y disciplinas, abordan un mismo campo problemático aunque, "desoyendo" las convenciones académicas y científicas de referencialidad que exigen la mención puntillosa de cada concepto o autor que lo antecede, cada uno construye su propio discurso y, por lo mismo, su figura de autor, en una notable singularidad que nos permite, por ejemplo, aludir a "las teorías lacanianas", los "textos derridianos" etc.
Pero no se trata de omisiones negligentes o inadvertidas sino que constituyen elipsis, elisiones que, como en la metáfora y la metonimia, resuenan, aluden, se arrogan presencia por lo que eluden y falta. En resumidas cuentas, tejen un entramado textual "perpetuo" en el que "el sujeto" y podríamos agregar, la Literatura/ teoría literaria, el Lenguaje "se deshace[n] en él como una araña que se disuelve en las segregaciones constructivas de su tela (Barthes 1991:104) porque lo que primero disuelve esta telaraña son las nociones que pretenden imponer, "sujetar", asignar lugares fijos, fundar orígenes, instaurar límites.
Y en este entramado, Foucault, Barthes, Derrida, Lacan y otros integrantes de Tel Quel -como grupo pero también en tanto individualidades- fundan discursividades que han trascendido su tiempo y su disciplina pero también, asumen un posicionamiento ético-político que implica deconstruir todo absoluto, toda ley, toda razón, todo origen o, como afirma Barthes en El placer del texto (1973) "La lucha social no puede reducirse a la lucha de dos ideologías rivales: lo que está en cuestión es la subversión de toda ideología)" (53)
Notas
1. Sonia Bertón es profesora en Letras, Especialista en Estudios Sociales y Culturales. Doctora en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (2010) con la presentación de la Tesis "La construcción de la subjetividad en la narrativa de Severo Sarduy". En 2012 realizó un postdoctorado en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba con el tema "¿Qué es un autor?".Actualmente se desempeña como Jefe de Trabajos Prácticos Regular en la Universidad Nacional de La Pampa y Secretaria de Redacción de Anclajes. Revista del Instituto de Investigaciones Literarias y Discursivas.
2. La vinculación de Lacan con Tel Quel comenzó en el año 1966 con la publicación del libro Écrits. Esta relación, que se fue estableciendo lenta y paulatinamente, se consolidó en 1969 cuando fue expulsado de la École Normale Supérieure, donde dictaba sus seminarios a los que asistieron muchos de los telquelistas, a raíz de lo cual recibió el apoyo y la ayuda de Tel Quel (Asensi Pérez 2006: 81-3).
3. En 1966, Emile Benveniste publicó Problemas de Lingüística General.
4. Esta noción de lector se adelanta a otras nociones estrechamente vinculadas como las de texto escribible/ texto legibletrabajadas en S/Z (1970) y texto de goce/ texto de placer de El placer del texto (1973). Estos son dos textos clave en la obra de Barthes a partir de los cuales se podrían establecer infinidad de relaciones en este trabajo. No los he tomado por razones de extensión.
5. "En Las palabras y las cosasUna arqueología de las ciencias humanas (1966), Michel Foucault ya había teorizado sobre la "desaparición del autor. Las Meninas de Veláquez (1656) es el corpus del cual parte a fin de explicar algunas de las características principales de la episteme clásica. Esto es, por un lado, la separación entre "las palabras y las cosas" y por el otro, la noción de "representación de la representación". Esta puesta en escena del lenguaje señala un vacío esencial que es el que fundamenta esta representación (1982: 25). Si el sujeto fue suprimido durante la episteme clásica, el resurgimiento del lenguaje en el siglo XX significa una oportunidad para volver a pensar la muerte de este sujeto ya que, si el hombre no es el problema más antiguo ni más constante del pensamiento humano sino que es una invención que muestra la arqueología del pensamiento, entonces, es dable pensar que "si esas disposiciones desaparecieran [...] entonces podría apostarse a que el hombre se borraría" (375)
6. En el mismo trabajo, Derrida establece relaciones de estos dos aspectos de la différance con las teorías freudianas en tanto entiende el diferir como discernibilidad, distinción, apartamiento, diasistema como espaciamento y como desvío, retraso, reserva: la temporización. En este sentido, el concepto de trazo, "abrir camino", inseparable del concepto de diferencia es también inseparable del origen de la memoria y el psiquismo como memoria.
OBRAS CITADAS 
1. Asensi Pérez, Manuel. Los años salvajes de la teoría. Phillipe Sollers, Tel Quel y la Génesis del pensamiento post-estructural francés. Valencia: tirant lo Blanch, 2006.         [ Links ]
2. Balmes, François. Lo que Lacan dice del ser (1953-1960). Buenos Aires: Amorrortu, 2002.         [ Links ]
3. Barthes, Roland. El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura. Barcelona: Paidós Comunicación, 2002.         [ Links ]
4. Barthes, Roland. El placer del texto y Lección inaugural. México: Siglo XXI, 1991.         [ Links ]
5. Barthes, Roland. S/Z. Madrid: Siglo XXI, 2004.         [ Links ]
6. Barthes, Roland. "La muerte del autor" en El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura. Barcelona: Paidós Comunicación, 2002.         [ Links ]
7. Bürger, Christa y Peter Bürger. La desaparición del sujeto. Una historia de la subjetividad de Montaigne a Blanchot. Madrid: ediciones Akal, 2001.         [ Links ]
8. Casullo, Nicolás y otros. Itinerarios de la Modernidad. Corrientes del pensamiento y tradiciones intelectuales desde la Ilustración hasta la posmodernidad. Buenos Aires: Oficina de Publicaciones del CBC, 1997.         [ Links ]
9. Derrida, Jacques. La diseminación. Madrid: Fundamentos, 1997.         [ Links ]
10. Derrida, Jacques. "La différance" en Redacción deTel QuelTeoría de conjunto. Barcelona: Seix Barral, 1971.         [ Links ]
11. Derrida, Jacques. De la gramatología. México: siglo XXI editores, 1998.         [ Links ]
12. Descartes, René. El discurso del método. Meditaciones metafísicas. Buenos Aires: Gradifco, 2005.         [ Links ]
13. Elliott, Anthony. Teoría social y psicoanálisis en transición. Sujeto y sociedad de Freud a Kristeva. Buenos Aires: Amorrortu, 1995.         [ Links ]
14. Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. México: Siglo XXI editores, 1982.         [ Links ]
15. Foucault, Michel. ¿Qué es un autor? y Apostillas a ¿Qué es un autor? por Daniel Link. Buenos Aires: cuenco del plata, 2005.         [ Links ]
16. Hobsbawm, Eric. Historia del siglo XX. Buenos Aires: Crítica, 1998.         [ Links ]
17. Lacan, Jacques. Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2007.         [ Links ]


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