En una breve introducción que la autora escribió a este libro cuando se publicó en 1965 encontramos una justa descripción del proceso creativo:
"Un día de fiesta" representa una de mis luchas más prolongadas, no por cuestiones formales o estilísticas sino por mi propio choque moral y emocional frente a una situación humana con la que era difícil lidiar en mi juventud; sin embargo, la historia me persiguió durante años y escribí tres versiones distintas, si bien continuaba escapándoseme de las manos, así que la dejé, desapareció entre otros papeles y acabé olvidándola. Un cuarto de siglo después la encontré en otra de mis cajas y me senté emocionada a leer las tres versiones. Enseguida vi que la primera era la correcta y, dado que la enojosa cuestión que me había parado los pies tiempo atrás se había resuelto sola en el transcurso de mi vida, me pregunté cómo había llegado a perturbarme en algún momento de un modo tan profundo y secreto. Cambié un párrafo corto y un par de líneas del final, y di por terminado ese relato.
Otro de los párrafos de ese mismo texto introductorio resulta curioso porque la autora insiste en dejarnos claros algunos extremos de su vida literaria:
Varios escritores o personas relacionadas con la literatura de un modo u otro me han hecho el gran honor de atribuirse en alguna ocasión, en sus memorias publicadas, el hecho de "haberme descubierto" por decirlo de algún modo. No tengo por qué nombrarlos, pero sí quiero expresar aquí y ahora, para dejar las cosas claras de una vez por todas, que fue Carl van Doren, escritor dotado, editor con iniciativa y amigo de jóvenes autores, quien hizo que mis historias fueran publicadas y me inició en mi larga carrera, con ese aire suyo de no hacer más que cumplir con su trabajo, como así era, de modo que salí de su despacho embargada por la alegría y en ningún momento pensé que había sido "descubierta"-siempre he sabido dónde me encuentro-, ni miré al futuro como si empezara una "carrera".
Al final de ese pequeño texto introductorio la autora nos hace una petición a los lectores, no exenta de cierto aire de queja o advertencia:
Ruego al lector que me haga un gentil favor por el que puede estar seguro de contar con mi eterna gratitud: no llamen a mis novelas cortas "novelitas" o, aún peor, nouvelles. "Novelita es un término clásico que sugiere algo nimio, casi una novelucha cualquiera. Nouvelle es una palabra tan vaga, débil y pretenciosa que no es preciso ni que describa sus implicaciones. Por favor, llamad a mis obras con uno de esos términos según el caso: relatos cortos, relatos largos, novelas breves y novelas.
Nadie que escriba estas cosas puede pasar desapercibido para un lector avezado. Demuestra tan a las claras su concepto de sí misma, el valor que da a su escritura y su cuidado extremo en que esta sea tratada con delicadeza y respeto que no podemos dejar de acercarnos a esta obra con interés, educación y buenos modales. En el primer párrafo nos cuenta su proceso creativo. Cómo una idea le ronda por la cabeza y la persigue a través de los años. Cómo no encuentra la manera de expresarse porque el tema tiene connotaciones peligrosas en el momento en que se escribe. Y vemos qué bien sienta el reposo a la obra literaria. Dejarla guardada en una caja para que el tiempo haga de lima y deja fuera lo verdadero, para limpiar lo que no sirve. Este proceso de decantación de la escritura es una parte fundamental de esta y pocas veces la vemos tan bien explicada.
El segundo párrafo, a más de divertido, es absolutamente clarificador. Alude a aquellos que, sin tener mérito para hacerlo, se atribuyen el hecho de haber sido los mecenas de tal o cual artista. No es nada infrecuente y resulta muy propio de personalidades bastante narcisistas que, si no pueden ser genios por ellos mismos, se suelen atribuir la genialidad de los otros. En este sentido la escritora deja las cosas en su sitio con contundencia solo igualable a su sentido de la justicia, pues es a Carl van Doren a quien debemos agradecer que los cuentos de K.A. Porter hayan llegado a nosotros y bien que agradecemos la referencia.
Por último, esa encantadora advertencia que nos indica cómo hemos de llamar a sus historias (nombre general con el que ella las designa y que me parece el más apropiado), lo que no deja de resultar lógico ya que, como autora, sabe mejor que nadie qué ha escrito y dónde se adscribe. Genial. Si después de estas primeras impresiones no tienes interés en leer este volumen pensaré que no he sido suficientemente elocuente pero, sin embargo, confío en que lo hagas, porque K. A. Porter guarda dentro de sus historias mucho de lo mejor de la literatura.
Cuentos completos. Katherine Anne Porter. Debolsillo. Col. Contemporánea. Esta obra recibió en 1965 el National Book Award y en 1969 el Premio Pulitzer.
Traducción de Adriana Bo, Toni Hill, Maribel de Juan y Horacio Vázquez Rial. Primera reimpresión enero de 2017.
Katherine Anne Porter (1890-1980) nació en Indian Creek, estado de Texas y es considerada la principal de la escritoras tejanas, una representante de la literatura del sur estadounidense. Se casó cuatro veces y escribió cuentos cortos y largos, novelas cortas y largas, como ella misma diría. Ganó el Pulitzer y fue tres veces candidata al Nobel.
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