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Los Χαλυβες (chalybes) son una tribu histórica desconocida. Comienzo de la Edad del Hierro
Los Χαλυβες (chalybes) son una tribu histórica
desconocida. Comienzo de la Edad del Hierro
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En Heródoto leemos sobre una tribu
con el nombre Χαλυβες (Halybes o Chalybes), que vivía cerca del río Fasis
(Φασης),
Χαλυβας en lengua griega es el acero, el hierro soportado, las formas
endurecidas que puede adquirir el hierro.
en la zona que Herodoto describe como tierra de Halybes existen las minas de
hierro más antiguas del mundo, estimadas antes de 1400 a.C. como también la
recolección de oro más antigua,
el río Fasis tiene 2 registros,
1) se considera que fue el río más rico en oro de todos los tiempos, por lo que
la gente lo recolecta con vellón de oveja,
el vellón de oveja debido al tipo de piel que tiene es ideal para atrapar el
polvo de oro, el oro se adhiere al vellón de oveja algo que no hace con otras
pieles, por lo que es ideal para recolectar oro con menos trabajo que los
mineros de oro hacían en Alaska,
la historia se conoce por los Argonautas, a los que sigue Medea y luego cuando
volvió a Asia sabemos que reconoce a los arios como parte de su pueblo (nación)
En la historia es bien conocido el Oro de Medas
2) el río Fasis tiene otro registro también, las primeras minas de hierro de la
actividad humana se pueden encontrar allí también, estimadas antes de 1400 a.C.
lo extraño es que las segundas minas más conocidas están en Lidia y Frigia
también cerca de un río, EspañolPaktolos-Pactolos, allí encontramos el segundo
río más rico en oro y probablemente la segunda mina de hierro más antigua,
la primera extracción de hierro parece ser el mismo método con el oro,
juntan las piedras que contienen férrico-ferrus y las trituran en pedazos más
pequeños y luego dejan que el agua haga el trabajo, el agua rompe los enlaces
químicos y el hierro queda atrapado en la lana.
Fenómenos similares los encontramos en la naturaleza en algún río donde el
hierro se junta en alguna plantación que se adhiere a las piedras, dándoles un
color rojo.
Parece que la tierra de Colchis todavía nos sorprende,
un caso interesante es el que llamamos invasión dórica en Grecia, estimada en
900 a. C. y que inicia la era de la edad de hierro en Grecia. Parece que la
edad de hierro se conocía antes, ya que en las tierras de los mirmidones del
monte Pelión encontramos minas de hierro estimadas entre 1000-1100 a. C.
Lo anterior es después de un doctorado en geología. ceremonias de juramento, en
Tesalónica
ΟΘΕΝ ΑΙΔΩΣ OY EINAI
ΑΤΗ ΛΑΜΒΑΝΕΙΝ ΑΥΤΟΙΣ ΥΒΡΙΣ
ΓΕΝΝΑΤΑΙ
ΝΕΜΕΣΙΣ ΚΑΙ ΤΙΣΗ ΑΚΟΛΟΥΘΟΥΣΙ ΔΕ
Cuando no hay vergüenza
La ceguera divina los conquista
Hybris (abuso, oprobio) nace
Némesis y sigue el castigo.
Εχε υπομονη Ηρωα
Η τιμωρια δεν αργει.
martes, 18 de febrero de 2025
CUATRO MIRADAS SOBRE CRETA EN LA ANTIGÜEDAD
CUATRO MIRADAS SOBRE CRETA EN LA ANTIGÜEDAD
Elena Torregaray Pagola
UPV/EHU
1.Creta y la mitología
El imaginario más conocido en torno a la isla de Creta en la Antigüedad está fuertemente ligado a algunos de los principales mitos de la religión griega recogidos desde el período arcaico. Por eso, se trata de una isla especialmente simbólica desde el punto de vista de la mitología clásica (Virgilio, Eneida 3.104-106). No debemos olvidar que estamos hablando del lugar donde nace Zeus, nada menos que el padre de los dioses, en una cueva del monte Ida en la que se ha refugiado su madre Rea para protegerlo de la ira de su padre, Cronos. Es también la isla en la que el dios vive su etapa de formación rodeado de personajes mitológicos tan conocidos como las ninfas y los curetes. La difusión de estas leyendas contribuirá a dotar a la isla de un cierto carácter de lugar iniciático, ya que entre sus montañas tenían su origen algunos de los mitos más conocidos de la cultura griega. Por todo ello, Creta se convirtió en un lugar altamente simbólico en el espacio heleno desde época temprana, ostentando una posición privilegiada en el mundo representativo del Mediterráneo oriental, posición que fue cediendo progresivamente según se consumaron distintas fases históricas en las que otras islas, fundamentalmente Sicilia, fueron sustituyéndola como lugar privilegiado para el emplazamiento de mitos y leyendas.
La isla es también el escenario de los amores de Zeus, metamorfoseado en toro, con Europa, que tendrán como consecuencia el nacimiento de Minos, el legendario rey de Creta, y que dará origen al otro gran mito ligado a la isla como es el del Minotauro (Apolodoro, Biblioteca 3.1.3-4), el monstruo engendrado por la esposa de Minos, Pasifae, a partir del magnífico toro enviado por Poseidón como regalo a petición del rey, cuya impiedad será la causa del enfado de los dioses que desencadenará la tragedia. El Minotauro es, sin duda, el mito más identificativo de Creta, debido, sobre todo, al lugar que Minos ordenó crear para encerrar a la maravillosa y peligrosa criatura, el famoso Laberinto que estaría en Cnosos, y que, según los narraciones clásicas, debía situarse en el palacio construido por Dédalo, el famoso arquitecto. El laberinto, por su propia naturaleza, fue ideado para guardar al Minotauro y ser inexpugnable, pero, al mismo tiempo, de forma simbólica, debía representar el poder y la hegemonía de la isla en el Mediterráneo, determinados tanto por su posición geoestratégica, como por su importancia política y económica durante el período preclásico. La incursión de Teseo, representante de Atenas, derrotando al Minotauro y destrozando la inexpugnabilidad del laberinto vendría a acreditar la superioridad del poder ateniense que habría acabado así, en alguna época histórica, con el control minoico al que hubo de someterse la ciudad del Ática. Esta doble dimensión del relato, mítica e histórica al mismo tiempo, es la que confería a la leyenda su particular interés y convertía a la isla de Creta en un lugar que reunía algunas de las particularidades más destacadas de la identidad cultural griega, como es su capacidad de entreverar mito e historia para explicar y poner en valor su pasado.
Además, la tragedia que había dado origen a la necesidad de construcción del laberinto, alcanzó a su arquitecto, Dédalo y a su hijo Ícaro, quienes encerrados en la estructura por Minos como castigo a lo que el rey interpretaba como un fracaso, protagonizaron una ingeniosa huida de la isla, mediante un vuelo con unas alas fabricadas por Dédalo y ensambladas con cera que provocaron la muerte de Ícaro, al acercarse este demasiado al sol y derretirse la cera que mantenía pegadas las alas. El hermosísimo simbolismo del mito de Ícaro ha acompañado también este imaginario cretense, en el que se unen leyenda y tragedia de forma poética.
2.Creta y la arqueología
Gran parte del impulso de la arqueología clásica del siglo XIX estuvo dedicado a tratar de certificar, a través de grandes descubrimientos arqueológicos, la veracidad de hechos, lugares y personajes que se conocían a través de la historiografía y la literatura greco-latinas. De la misma manera que la Biblia puede considerarse también como una fuente de inspiración para numerosas empresas arqueológicas de siglos pasados que se empeñaban en buscar pruebas de que los sucesos relatados a lo largo de los textos que conforman este libro sagrado se correspondían con una realidad histórica, otras campañas trataron igualmente de conferir cierta historicidad a los relatos más conocidos de la mitología clásica. El caso más conocido es seguramente el del arqueólogo alemán H. Schliemann y su búsqueda de las míticas ciudades de Troya y Micenas, en las que quiso reconciliar los sucesos conocidos a partir de las narraciones homéricas, la Ilíada principalmente, con la arqueología.
Creta, ligada desde la Antigüedad al mito del Minotauro y el laberinto no escapó a ese impulso de ratificación de la historia a través del mito. En el caso de la isla mediterránea, fue Arthur Evans quien, a partir de 1900 se encargó del trabajo arqueológico y resultó casi inevitable que el evento se centrara en la figura de Minos, la más representativa de la historia cretense, así como en la búsqueda del célebre laberinto. Por eso, las excavaciones de la isla de Creta y el descubrimiento del palacio de Cnosos remitieron inmediatamente al palacio del antiguo rey, cuya existencia se conocía gracias a los textos literarios e historiográficos, relacionados a su vez con el mito del Minotauro. De hecho, la reconstrucción realizada sobre el palacio se basó, en gran medida, en dicha experiencia, por lo que, en cierta manera, las excavaciones de Arthur Evans, dieron lugar a lo que podríamos denominar como “un gran parte temático” sobre la civilización minoica, cuya existencia dura hasta la actualidad. Pero, en realidad, fue el arqueólogo inglés, quien contribuyó mayormente a forjar la imagen de un Minos histórico, señor del Egeo y conquistador de Grecia, todo lo cual fue desmentido posteriormente por los descubrimientos arqueológicos realizados en la propia isla a partir de los años 20, que tomaron como base histórica no tanto la leyenda del Minotauro como las célebres palabras de Tucídides en su obra histórica en las que hablaba de una “talasocracia” cretense (Historia de la guerra del Peloponeso 1.4).
Esta hipótesis, la de la posible existencia de una talasocracia cretense, unida a los datos que la arqueología ha ido proporcionando a lo largo del siglo XX, en el que han quedado al descubierto diversas estructuras palaciales en diferentes puntos de la isla, con una organización similar al palacio excavado por A. Evans, han llevado a la conclusión, a gran parte de los historiadores modernos, de que el poder marítimo de Creta del que hablaba Tucídides en el siglo V a.C. debía sustentarse en esta red de palacios y que es este sistema el que se correspondería históricamente con lo apuntado sobre la hegemonía cretense en el Mediterráneo en una época preclásica, que a su vez, estaría relacionado con el período minoico. El historiador griego fue, por lo tanto, el creador de un “mito” historiográfico, en el que se afirmaba que los minoicos habrían sido los primeros en tener un imperio marítimo en el Mediterráneo asegurando el Egeo contra los piratas y tomando el control de las Cícladas (Tucídides 1.9), fundando establecimientos cuyo poder quedó reflejado en la memoria ateniense a través de la leyenda del Minotauro, el tributo de catorce jóvenes que Atenas debía pagar cada año. Sin embargo, también es cierto que los rasgos cretenses que nos proporciona la obra de Tucídides son bastante anacrónicos y parecen más propios de una Creta inventada que de una Creta real.
Esta representación de la talasocracia cretense se ha beneficiado, además, de la falta de testimonios arqueológicos de amurallamientos en torno a las estructuras palaciales encontradas y, sobre todo, de la escasez de noticias sobre invasiones organizadas por parte de los habitantes de Creta, por lo que se ha construido una cierta imagen idílica del mundo minoico, ligado a una talasocracia comercial, no especialmente agresiva, que habría gobernado políticamente la isla durante un tiempo poco convulso desde el punto de vista histórico, entre los siglos XV-XVII a.C. Se elabora así una representación ideal de la talasocracia cretense, basada en una sociedad minoica pacífica por contraposición al mundo griego continental, liderado por la ciudad de Micenas, un mundo mucho más agresivo y violento.
Esta elaboración historiográfica de una Creta idílica se vio reforzada, además, porque a partir del siglo IV a.C., la filosofía política griega convirtió a la isla en un lugar donde podían florecer las constituciones políticas más exitosas y comenzó a percibirse como el escenario perfecto de la politeia ideal. En cierta manera, se asoció el perfil de la isla con el mito de la Atlántida, una de las representaciones más conocidas de una sociedad y una constitución ideales. Y, al igual que había sucedido con los mitos clásicos, la búsqueda de la Atlándida real y la polémica sobre su posible existencia y destrucción alcanzaron también a la isla de Creta, que fue sugerida como emplazamiento del irreal continente, hasta tal punto que, en alguna ocasión, se ha intentado asociar la desaparición de la civilización minoica con la caída de la Atlántida, como si esta se tratara de la narración legendaria de una realidad histórica.
Esta teoría tomó fuerza a partir de 1938 cuando el arqueólogo griego S. Marinatos lanzó la propuesta de que el fin de la civilización cretense fue provocado por la explosiva erupción del volcán de la isla de Thera, hoy en día Santorini. Esta hipótesis fue apoyada posteriormente, en los años 60, por el sismólogo A. Galanopoulos, quien trató de poner en relación los textos de Platón con las evidencias geológicas. Según estas, a mediados del siglo XVII a.C. tuvo lugar una erupción volcánica que provocó la pérdida de gran parte de la superficie de la isla, así como un maremoto en el Mediterráneo oriental, que, supuestamente, habría tenido como consecuencia la desaparición del emporio minoico. Hay que señalar que los historiadores de la Antigüedad han visto siempre con gran recelo estas aproximaciones, sin embargo, se trata de ideas que han alcanzado una gran popularidad debido al eco que han recibido siempre por parte de los medios de comunicación de masas, ayudados por la colaboración de célebres personajes mediáticos como J. Cousteau, quien también puso su no menos famoso barco a buscar los restos de la Atlántida en el espacio geográfico ocupado por la civilización minoica.
Pero lo cierto es que lo que sabemos sobre Creta desde el punto de vista arqueológico es que en el siglo XV a.C. aparece una fase arqueológica de destrucción, por terremotos o tsunamis, que coincide en el tiempo con la desaparición de la civilización minoica de la que, quizás, los griegos habrían guardado un recuerdo mítico que les permitía especular con ciertos pasajes de su historia y con sus construcciones políticas idealizadas. Sin embargo, hoy en día se buscan explicaciones más complejas al fin del período minoico basadas en guerras civiles y posibles invasiones externas.
3.Creta y la filosofía política
Desde el punto de vista del imaginario geográfico antiguo, el hecho de que Creta fuera una isla la convertía en un espacio peculiar en cuanto a la percepción espacial griega, que, desde época arcaica, oponía insularidad a continentalidad. La isla se convertía así en un espacio con una carga simbólica propia, que constaba de diversas acepciones, tales como ser el ombligo del mundo, un escudo o incluso una copa, pero, sobre todo representaba una unidad geográfica, rodeada por un mar protector, frente al continente, que funcionaba bajo la amenaza de la presión constante sobre las fronteras terrestres. La presencia continuada de un enemigo ad portas, provocaría la formación de una sociedad más agresiva que la insular, protegida por el mar y más concentrada en sí misma. Esta unidad, que puede ser de corte político, social o religioso, supone, en última instancia, la posibilidad de una soberanía plena, de la independencia protegida por una posición geográfica privilegiada representada por un círculo. En ese sentido, la insularidad favorecía el desarrollo de la libertad frente a la continentalidad, que implicaría el riesgo de la esclavitud por la debilidad de las fronteras. Desde la época arcaica, según S. Villatte, los griegos van a asumir esta idea de la isla como esquema circular, de tal manera que a lo largo de su historia, la insularidad, como concepto abstracto representaría la libertad frente a la amenaza del continente. Se trataría, por lo tanto, de un espacio en el que la frontera marítima permitiría sostener mejor que en ningún otro lugar los ideales de la polis, de la ciudad. En ese sentido, podemos decir que Creta, ofrecería una unidad casi perfecta, puesto que es una isla cercada por el mar y centrada por la montaña.
Esta insularidad permitió también que desde el siglo IV a.C., Creta fuera considerada el escenario perfecto para el desarrollo de una politeia, una constitución ideal. Pese a que después del período minoico, Creta, desde el punto de vista político, vivió desde la periferia los grandes acontecimientos de la historia griega clásica, la filosofía política representada por Platón, Aristóteles o Éforo no tuvieron inconveniente en alabar las constituciones de las ciudades cretenses, en razón del parecido de estas con la de Esparta, convertida en este momento en modélica. Asumida además la cercanía entre Creta y Esparta por sus comunes antecesores dorios, Platón examina positivamente el sistema educativo y las comidas colectivas en los regímenes políticos de la isla, mientras que Aristóteles hace hincapié en la insularidad como un elemento que favorece a una Creta que no debe preocuparse de sofocar las revueltas de los periecos, aunque el filósofo considere superior la constitución espartana gracias a la intervención de Licurgo.
De esta forma, a fines de la época clásica, se constituirá un ideal político en torno a la politeia cretense que se basará en cuatro pilares fundamentales: la ya mencionada pretendida relación entre los sistemas políticos de Esparta y Creta; la antigüedad de la constitución política cretense; el papel de Minos como legislador; y, por último, la racionalidad de la organización de la polis cretense. Todo ello contribuyó a cimentar el mito de una sociedad cretense, si no tan idílica como la del período minoico, por lo menos equilibrada y capaz de convertirse en modélica para organizaciones similares en el continente.
4. Creta y los cretenses en la historia antigua
Y, sin embargo, a pesar de todo lo que he señalado anteriormente, que podría hacer pensar que la isla de Creta y sus habitantes ocuparían un lugar privilegiado en el imaginario colectivo del mundo antiguo, lo cierto es que los cretenses son un pueblo que gozó de una pésima reputación, tal y como lo reflejan la literatura y la historia griegas desde la época clásica, juicio negativo que se extendió también entre los autores del periodo romano. Las razones de este desprecio hay que buscarlas en motivos diversos, que fueron tanto de orden político, como socio-cultural e incluso económico. Pero, en general, la historiografía actual suele considerar que la falta de opiniones positivas sobre los cretenses en la Antigüedad tiene que ver, en realidad, con las motivaciones económicas y la lucha por la supremacía comercial y la supervivencia en esa parte del Mediterráneo. Es decir, los cretenses no dejaban de ser un competidor más entre los muchos aspirantes al control de las rutas comerciales y económicas del Oriente mediterráneo, lo que les convertía en un blanco perfecto para todo tipo de críticas, más o menos ajustadas a la realidad. Paradójicamente, la insularidad, que era considerada como idealmente superior por la cultura griega, les confería en la realidad una gran vulnerabilidad en esta lucha, ya que limitaba sus posibilidades de crecimiento demográfico, los condicionaba en su desarrollo y los reducía a un marco estricto donde su importancia, aunque significativa, no les permitía competir al mismo ritmo que otras potencias en liza.
En realidad, las cuestiones que perjudicaron la imagen de los cretenses en el mundo clásico tienen su origen, básicamente, en el hecho conocido e incontestable de que Teseo es uno de de los principales, si no el mayor, héroe de la ciudad de Atenas, impulsor del imperio marítimo ligado a la ciudad y, sobre todo, vencedor del Minotauro, el monstruo del rey Minos, cuya historia mítica recordaba la posibilidad histórica de la existencia de un tributo y de un período de sometimiento de Atenas a Creta (Plutarco, Vida de Teseo).
Dado que Teseo es convertido en el héroe nacional ateniense en época clásica, enfrentado su mito al del dorio Herakles, sus representaciones y su iconografía se multiplican en todos los lugares de la ciudad, e incluso fuera de ella, tal y como se ve en las metopas del Tesoro de Atenas de Delfos. Teseo es sobre todo un héroe fundador, en primer lugar, de la ciudad como tal, ya que tradicionalmente se le asigna a él una papel destacado en la construcción y el embellecimiento de la ciudad; pero también es el iniciador de su imperio económico y, por último, como responsable del sinecismo que unió a diferentes núcleos de población del Ática en torno a la ciudad de Atenas es, al mismo tiempo, el impulsor de su constitución política. Su representatividad se extendió más allá de la ciudad, puesto que es considerado por muchos autores como el héroe panhelénico por excelencia. Por lo tanto, casi, de forma inevitable, podemos afirmar que al encarnar la mayor parte de las virtudes nacionales de Atenas, Teseo ensombreció necesariamente la imagen de sus enemigos y rivales, en este caso, los cretenses representados por Minos y el Minotauro, a quienes había derrotado contribuyendo a cimentar la imagen de la superioridad ateniense, principalmente, sobre las ruinas de la talasocracia cretense. No sin razón, Plutarco señala lo incómodo que puede ser atraer el odio de una ciudad que “sabe hablar” y que usa todas las artes de su poderosa y prodigiosa habilidad oratoria para establecer su superioridad sobre el resto de sus competidores (Vida de Teseo).
Pero, la “leyenda negra” cretense no se cimentó únicamente sobre el mito del monstruo, existían también factores históricos que provocaban el recelo tanto de los atenienses como de otros griegos hacia los isleños y el principal de ellos estaba en la dedicación histórica de los habitantes de Creta a la piratería. Como consecuencia de ello, los cretenses fueron considerados de manera habitual como mentirosos y traidores. Las razones de la importancia de la piratería en la isla han merecido todo tipo de explicaciones históricas, pero básicamente se reducen a dos, de tipo económico, ya que la región era pobre y montañosa; y de tipo político. Entre estas últimas destaca una inestabilidad endémica que habría afectado a la isla después del período unificador de Minos. Probablemente, en opinión de diversos historiadores, la falta de un poder centralizado y de una forma coordinada de ejercer el poder y la soberanía, llevaron a que sus habitantes fueran identificados con actividades piráticas muy extendidas por la zona y no exclusivamente practicadas por ellos. Además, la compartimentación del territorio en múltiples poleis, casi 100 según las fuentes clásicas, fomentó la inestabilidad antes citada. De entre todas estas ciudades destacaban notablemente Cnosos, Gortyna y Cydonia, las cuales mantenían una rivalidad permanente que fue desembocando en una guerra civil, la cual terminó convirtiéndose en endémica. Todo ello habría favorecido, según Ormerod, la dedicación de los cretenses a la piratería, de la que tenemos menciones ya desde Homero (Iliada 645-642) y de la que también conservamos testimonios epigráficos de época clásica, ya que en algunas inscripciones de Atenas se detallan los cobros de los rescates que Creta pedía para devolver a los cautivos. El problema continuó en época helenística, ya que igualmente tenemos constancia de que el propio Alejandro Magno llegó a enviar una misión para acabar, sin éxito, con la piratería cretense. Además, también en estos años, las diversas potencias en liza en el Mediterráneo empezaron a acechar la isla, principalmente Egipto y Macedonia. A ellas, en el siglo III a.C., se les unió Roma que había irrumpido con fuerza en la zona. La suma de la inestabilidad interna, que provocaba continuos enfrentamientos civiles, con la presión ejercida desde el exterior por todas estas potencias mediterráneas en liza impactaron en el frágil equilibrio político y socio-económico de la isla que se vio envuelta en nuevas oleadas de la piratería que afectaba a la zona. En el siglo I a.C., Roma armó diferentes expediciones con el objetivo de acabar con los piratas y controlar la isla, lo cual finalmente consiguió convirtiéndola al fin en provincia romana.
Suele considerarse también que el hecho de no contar con un poder político fuerte y coordinado, así como el hecho de vivir en un estado de guerra prácticamente permanente favoreció que junto a la piratería, los habitantes de la isla desarrollaran otra actividad que exige también cierto entrenamiento bélico, como es el mercenariado. Los jóvenes cretenses se entrenaban en la guerra desde muy temprana edad y, por ello, disponían también del armamento necesario. Debido a esto, no puede resultar sorprendente que desde el siglo IV a.C., los cretenses fueran enrolados sistemáticamente como mercenarios, ya que destacaban como excelentes arqueros (Tucídides 6.25; 6.49; Jenofonte, Anabasis 1.2.9; 3.3.7). Eran también famosos por su habilidad en las emboscadas, asaltos y ataques nocturnos. Es por esto que encontramos que los arqueros cretenses sirvieron en la mayor parte de los ejércitos helenísticos, tanto en el Oeste con los cartagineses como en el Este, con los Seleúcidas. Jenofonte, además, describe una de sus más célebres acciones, al derrotar a los persas. Además, con la llegada de los romanos, pasaron también a engrosar las filas de los soldados auxiliares (Tito Livio 38.21). Por todo ello, es posible que al igual que sucedía con la piratería, la pobreza de la zona favoreciera que el mercenariado se considerara como una forma legítima de ganarse la vida, pero la falta de un ejército reglado al uso acrecentó su fama de hombres sin honor cuya lealtad podía venderse al mejor postor.
La combinación de todos estos elementos, la derrota de la talasocracia cretense representada por el mito del Minotauro, la piratería endémica y el recurso al mercenariado contribuyeron a la construcción de una imagen negativa de los cretenses más en la literatura que en la historiografía clásica. Es, sobre todo en el teatro griego en la que aparece con mayor asiduidad la imagen del cretense artero, astuto y malvado, donde los originarios de la isla suelen representar caracteres poco afortunados. Los cretenses fueron especialmente humillados y ultrajados en los espectáculos teatrales representados en Atenas, seguramente, por la ya mencionada competencia con la figura heroica de Teseo. Pero fue sin duda gracias a estas obras que se extendió por el Mediterráneo su fama de deshonestidad y avaricia, su querencia por el dinero.
Los historiadores, por su parte, también colaboraron en la adquisición de esta mala reputación a lo largo de sus relatos. Ya en el siglo VI a.C., en la primera obra histórica de envergadura que conocemos, las Historias de Heródoto, el de Halicarnaso les atribuye el hecho de haber propiciado el rapto de mujeres asiáticas y les adjudica así un comportamiento poco ejemplar. Posteriormente, en el siglo II a.C., otro historiador, Polibio (Historias, 6.46), hablando de los cretenses de su época, afirma que les gustaba el oro y que estaban orgullosos de que así fuera, ya que formaba parte de su identidad como comunidad. En cierta manera el megapolitano quería explicar que los cretenses no consideraban ninguna forma de ganar dinero como ilegítima y que ello, de alguna manera, les había conducido a la corrupción. En otros pasajes de su obra se reafirma en su juicio sobre las costumbres cretenses (8.18; 23.15; 4.8), aunque alaba su capacidad militar como superior en emboscadas, en la guerra sorpresiva y en los ataques nocturnos, una forma de caracterizarlos negativamente como lo opuesto al soldado ejemplar, que sigue el orden de batalla, las órdenes del general y lucha sin traición a plena luz del día. Añade también que no hay pueblo con costumbres tan corrompidas como las de los cretenses, por lo que sus actuaciones públicas son también injustas.
La historiografía griega fue la que más insistió siempre en la falta de honestidad de los cretenses hasta el punto de que el nombre de cretense llegó a convertirse en sinónimo de mentiroso y, además, de traidor. Diodoro de Sicilia, en el siglo I d.C. relata a este respecto una anécdota que no hace sino abundar en esta idea. En ella se pone en escena la conversación en la que un cretense ofrece su ayuda, en realidad su traición, a Julio César con estas palabras: “Si con mi ayuda logras vencer a tus enemigos, qué obtendré yo a cambio? César le respondió: Te convertiré en ciudadano de Roma y estaré en deuda contigo, obtendrás mi favor. Al oírle, el cretense estalló en risotadas y le dijo: Un derecho político no significada nada para los cretenses, nosotros no tenemos en cuenta más que la ganancia, nosotros no lanzamos flechas ni trabajamos en la tierra y el mar si no es por el dinero. En cuanto a los derechos políticos, dádselos a quienes luchan por ellos y a quienes compran esas chucherías al precio de su sangre. El cónsul se echó a reír a su vez y dijo a aquel hombre: Bien si tenemos éxito en nuestra empresa, te daré 1000 dracmas como recompensa.”
Como vemos, la anécdota repasa explícitamente todos los clichés sobre los cretenses acumulados en la historiografía y literatura griegas desde hacía siglos, la dedicación al mercenariado en tanto que destacados arqueros, un oficio adquirido en una tierra montañosa y expuesta a continuas luchas internas; la inestabilidad política provocada por una guerra civil endémica que les hace despreciar todo lo relativo a la integración y las constituciones, manifestando en su expreso rechazo a un estatuto social considerado privilegiado como es el de la ciudadanía romana; y, por último, la avidez de dinero, que se pone de manifiesto como la motivación principal de las acciones de los cretenses. El resultado de todo ello no podía ser más que la construcción historiográfica y literaria de una representación, asociada inevitablemente a la perfidia, esto es a la falta de fides, de la confianza necesaria para considerarlos como un aliado digno o como un pueblo a la altura de quienes negocian con ellos, un pensamiento típico de la cultura clásica greco-romana.
Esta imagen negativa largamente cultivada en el ámbito histórico-literario fue recogida prácticamente sin matices, también por la literatura cristiana, tal y como lo podemos comprobar en la lectura de la obra de Pablo de Tarso, quien, en su Epístola a Tito 1.12. señalaba que “Uno de cada dos de esta isla se hace un profeta: los cretenses son siempre mentirosos, son malas bestias a las que no les gusta más que comer y no hacer nada”. De este modo, en virtud de la transmisión constante de la cultura greco-latina se aseguró que la fama negativa de los cretenses permaneciera inalterada a lo largo de los siglos.
Por todo ello, podemos afirmar que la mirada sobre Creta en la Antigüedad no debería ser unívoca, sino plural, y debería tener en cuenta tanto las informaciones de los textos antiguos como las interpretaciones de los autores contemporáneos sobre la importancia histórica de la isla, por un lado, en el devenir del Mediterráneo oriental a través de los siglos y, por otro, en el ámbito cultural y filosófico del mundo grecorromano.
Bibliografía básica
R. y F. Etienne, La Grecia antigua. Arqueología de un descubrimiento, Madrid; Aguilar S.A. de Ediciones, 1992.
P. Faure, La vida cotidiana en la Creta minoica, Barcelona, 1984.
H. A. Ormerod, Piratería en la antigüedad: Un ensayo sobre historia del Mediterráneo
S. Vilatte, L’insularité dans la pensé grecque, Paris, Les Belles Lettres 1991.
http://antiqua.gipuzkoakultura.net/cuatro-miradas-sobre-creta-en-la-antiguedad.php
lunes, 17 de febrero de 2025
domingo, 16 de febrero de 2025
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jueves, 13 de febrero de 2025
miércoles, 12 de febrero de 2025
El triunfo de Afrodita Carl Orff
Canto amebeo di vergini e giovani...
*Canto
amebeo di vergini e giovani...
El triunfo de Afrodita
se estrenó en la Scala de Milán en 1953. Es la última cantata escénica de la trilogía Trionfi de Carl Orff. El texto de la obra esta basado en dos poemas nupciales del poeta Latino Cayo Valerio Catulo, varios poemas griegos atribuidos a Safo y un coro del Hipólito de Eurípides. En Carmina Burana Orff había tratado de los amoríos juveniles y de la alegría de vivir, en Catulli Carmina de el amor desesperado, y en El Triunfo de Afrodita trata sobre la gran victoria del amor, bendecida por la propia diosa Afrodita.
Texto en español y latín.
Personajes
ESPOSA
Soprano
ESPOSO
Tenor
CORIFEO
Tenor
CORIFEA
Soprano
I
Cantos
a la estrella vespertina mientras se
aguarda la
llegada de los nuevos esposos.
CORIFEO
¡Aquí
llega Vesper, jóvenes, ante todos vosotros!
La
olímpica Vesper al fin levanta
el manto
estrellado de los cielos.
El
tiempo corre y se aleja,
dejando las
mesas cargadas.
Por
allí viene la novia,
y pronto
entonaremos el canto de la boda.
¡Himeneo, oh,
Himeneo!
¡Himeneo,
ven, dios de las bodas!
VÍRGENES
¿Los
habéis visto, jóvenes?
Id a
encontrarlos pues
la estrella
nocturna brilla para Oeta.
¡Mirad
cuán rápido corren!
Muy
pronto festejarán
con sus
cantos la victoria.
¡Himeneo, oh,
Himeneo!
¡Himeneo,
ven, dios nupcial!
JÓVENES
¡Amigos,
no será tarea fácil!
¡Mirad
como ellas ensayan y memorizan!
Mientras
a ellas sólo les guía un pensamiento,
nosotros tenemos
una cosa en la cabeza
y otra
en los oídos.
Su
victoria nos regenerará.
¡Prestad
toda vuestra atención!
Cuando
ellas canten,
nosotros deberemos
responderles.
¡Himeneo,
Himeneo!
¡Ven, oh dios
de la unión nupcial!
CORIFEA
Hésper,
¿qué fuego
de entre los cielos es el más cruel?
VÍRGENES
Arrebatar
una hija a su madre,
apartarla aunque
ella se resista
y dar
su castidad a un joven lujurioso.
¿Qué
acto más cruel cabe, del enemigo?
¡Himeneo,
Himeneo!
¡Ven, oh dios
de la unión nupcial!
CORIFEO
Hésper,
¿cuál es el fuego más bendito del cielo?
JÓVENES
Sellar
con tu flama la unión marital que de
antemano acordaron
el esposo y los padres,
pero no
unieron antes del nacimiento de tu fuego.
¿Habrá
regalo de los dioses más anhelado?
¡Himeneo,
Himeneo!
¡Ven, oh dios
de la unión nupcial!
CORIFEA
¡Hésper!...
VÍRGENES
...¡Amigas,
han raptado a una de nosotras!
JÓVENES
A
tu llegada, Hésper, el centinela siempre vigila.
De
noche, los ladrones se ocultan cada vez
que regresas, Hésper;
al amanecer,
los hayas desprevenidos.
A
las muchachas les encanta difamarte
con falsas
quejas.
¿Y
qué importa si se quejan de ti
cuando secretamente
te anhelan?
¡Himeneo,
Himeneo!
¡Ven, oh dios
de la unión nupcial!
VÍRGENES
Una
flor brota en un jardín secreto,
a salvo
del ganado y del arado;
acariciada por
el viento, protegida del sol,
nutrida por
la lluvia,
anhelada por
jóvenes y doncellas.
Cuando
es arrancada entre espinas,
muere y
ya nadie la encuentra deseable.
Así
sucede con la mujer:
mientras el
tiempo la respeta, es amada;
pero cuando
pierde su juventud, nadie la desea.
¡Himeneo,
Himeneo!
¡Ven, oh dios
de la unión nupcial!
JÓVENES
Cuando
la vid se siembra en campo abierto,
no crece
ni produce dulces uvas.
Su
propio peso hace doblar el delicado cuerpo
hasta tocar
su raíz.
Ningún
agricultor, ni ningún buey la cuida.
Pero
si se la une a un olmo,
entonces la
atienden agricultores y bueyes.
Así
sucede con las vírgenes:
mientras nadie
las toca, se marchitan;
pero en
la madurez encuentran pareja
y son
amadas por sus esposos,
cesando las
angustias de sus padres.
¡Himeneo,
Himeneo!
¡Ven, oh dios
de la unión nupcial!
VÍRGENES, JÓVENES
No
te resistas a un esposo como ése, mujer.
No
rechaces a aquél a quien tu padre te ha cedido.
Deberás
cumplir la voluntad de tu padre y madre.
Tu
virginidad es tuya pero también de tus padres.
Un
tercio de tu padre, un tercio de tu madre
y un
tercio tuyo.
No
pelees con los otros dos
que te
han cedido a tu esposo.
¡Himeneo,
Himeneo!
¡Ven, oh dios
de la unión nupcial!
II
Procesión
nupcial y llegada
del novio
y de la novia
CORO
¡Alzad los
velos muy alto!
¡Ya
llegan los novios!
¡Alzadlos
muy alto, compañeros!
¡Ya
llegan los novios!
El
novio tan gallardo, igual que Ares.
¡Ya
llegan los novios!
Más
grande que el hombre más grande.
¡Ya
llegan los novios!
¿Con
qué, oh amado novio, podré compararte?
¿Acaso
con un esbelto árbol, querido novio?
¡Alzad
los velos muy alto! etc.
Dichoso
novio, el matrimonio está completo.
Como
soñabas, ya es tuya la dama que deseabas.
Novia,
tu figura es agraciada y tus ojos dulces.
Con
el amor que cubre tu hermosa cara
Afrodita
te honra sobre todas las demás.
¡Alegraos
novios, sed eternamente felices!
III
Novia
y Novio
NOVIA
Te
hablé en un sueño, nacida Kyprogenia.
Y
deseé y anhelé.
NOVIO
Ante
la luna,
las estrellas
pierden su brillante fulgor
cuando,
llena,
brilla sobre
la tierra
...
plateada...
NOVIA
¡Quédate
conmigo, amado,
y revélame
el encanto que hay en tus ojos!
NOVIO
¡Dulce
voz del ruiseñor, mensajero primaveral!
NOVIA
Como
un niño hacia su madre he volado hasta ti.
NOVIO
El
amor esparce mi dicha como el viento que,
bajado de
los montes, sopla sobre los árboles.
CORO
¡Ven
entonces, divino laúd
y lee
mis pensamientos!
Hesper,
trae de regreso lo que
el brillante
amanecer esparció.
Trae
las ovejas
trae las
cabras
y los
niños a sus madres.
NOVIA
¡Juventud,
juventud!
¿Dónde
te encontraré, si ahora me abandonas?
CORO
¡Nunca
regresaré, nunca!
NOVIA
El
deseo de morir se apodera de mí.
Quisiera
ver los acuosos saltos del Aqueronte
cargados de
loto.
NOVIO
El
rocío ha caído,
las rosas
resurgen, y con ellas,
las flores
llenas de miel.
NOVIA
Has
venido, amado, y es bueno, pues te anhelaba.
CORO
¡Venid
gentiles Gracias! Vírgenes de hermosos
cabellos floridos.
¡Venid hijas de Zeus!
NOVIO
De
la tierra emergen coronas floridas.
CORO
¡Venid
gentiles Gracias!
Vírgenes
de hermosos cabellos floridos.
Ven
también tú, reina del amor,
y vierte
en los dorados cálices
dulce néctar
mezclado con alegría y gozo.
NOVIO
Para
siempre.
NOVIA
Para
siempre.
CORO
Para
siempre.
CORO
Ojalá
la coronada de flores, Afrodita,
fuera mía...
¡Para
siempre, ah!
IV
Invocación
a Himeneo
CORO
Morador
del monte Helicón,
hijo de
Urania,
que roba
la prometida para el novio.
¡Oh,
Himeneo, Himeneo
Himeneo,
Himeneo!
Ata
tu frente con el dulce aroma
de la
flor de la mejorana,
cúbrete con
un velo rojo encendido,
ven gustoso
con nosotros,
vestido de
blanco nieve y calzado de azafrán.
Al
despertar en este feliz día
canta junto
a nosotros, con gallarda voz,
los cantos
nupciales
acompasados con
tu pie
y agitando
en tu mano la antorcha.
Ata
tu frente con el dulce aroma, etc.
Ven
hasta aquí.
Abandona
presto
las cuevas
de la roca Tespia
que la
ninfa Aganippe refresca
con el
riachuelo que nace en ella.
Llama
hacia su casa a la dama,
llena de
anhelo por el esposo,
atando su
corazón con amor
como la
hiedra trepadora
se adhiere
a su árbol.
Y
vosotras, vírgenes,
que pronto
tendréis un día como éste,
mantened el
ritmo cantando:
¡oh,
Himeneo, Himeneo
Himeneo,
Himeneo!
para que
atento,
oyéndose convocado
a cumplir con su deber
se les
acerque el dios,
el guía
de la santa Venus,
y una
a los verdaderos amantes.
Himno
a Himeneo.
CORO
¿Qué
dios es el más invocado por los amantes?
¿A
cuál de todos los celestiales
deben rendir
los hombres mayor culto?
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
El
padre te invoca para que protejas a su hija.
Por
ti, las vírgenes desatan sus cintos
y el
ansioso marido escucha con avidez
que te
rindes ante la ardiente flor de juventud
de una
jovencita,
tomándola para
ti de los brazos de su madre.
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
Sin
ti, Amor no encuentra un placer
que pueda
aprobar la honestidad;
pero,
si ésa es tu voluntad, sí puede.
¿Quién
se atrevería a compararse con este dios?
Sin
ti, ningún hogar puede tener descendencia,
ningún padre
puede contar con sus vástagos;
pero,
si ésa es tu voluntad, sí pueden.
¿Quién
se atrevería a compararse con este dios?
Una
tierra que abandonó tus sagrados ritos
no puede
producir guardianes para sus murallas;
pero,
si ésa es tu voluntad, sí puede.
¿Quién
se atrevería a compararse con este dios?
V
Ritos
nupciales y cantos ante el tálamo
La
novia es conducida.
CORO
¡Cerrad
las puertas con cerrojos!
¡La
novia está aquí!
¿Podéis
ver cómo las antorchas agitan
su espléndida
cabellera?
Un
pudor natural hace lento su caminar.
Ella
llora porque tiene que hacerlo.
SOLISTAS Y UN PEQUEÑO CORO
No
llores, Aurunculeia.
No
hay ninguna mujer más bella que tú
que haya
visto alguna vez el brillo del día
llegando desde
tu cama, que es el océano.
Como
una flor de jacinto
que se
yergue orgullosa
en el
variopinto jardín de un hombre rico,
así eres
tú, amada.
Pero
te demoras y el día pasa.
¡Ven
aquí, joven novia!
Ven
aquí joven novia, si lo deseas,
y escucha
nuestras palabras.
¡Mira
cómo las antorchas
agitan sus
dorados mechones!
¡Ven
aquí, joven novia!
Tu
esposo no te será infiel
ni sucumbirá
ante el demonio del adulterio
buscando un
vergonzoso vínculo.
No
buscará recostarse lejos de tu regazo.
Así
como se aferran
las flexibles
ramitas de la vid
a los
árboles más cercanos,
así él
se aferrará a ti en un abrazo.
Pero
los días pasan.
¡Ven,
joven novia!
¡Oh,
lecho nupcial!
¡Cuántas
dichas vendrán para tu señor!
¡Cuántas
dichas descenderán del cielo,
tanto de
noche como de día!
Pero
el día pasa: ¡ven, joven novia!
La
novia viene conducida a la cámara nupcial
CORIFEO
¡Alzad
en alto las antorchas, muchachos!
Ya
veo el velo nupcial acercándose.
A
su llegada, entonemos el canto.
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
CORIFEO
¡No
más silencio!
¡Que
comiencen los obscenos juegos nupciales!
Aseguraos
de que el joven afortunado,
al oír
que su amor corresponde a otro,
dé a
los sirvientes las nueces rituales.
¡Arroja
las nueces nupciales a los sirvientes!
Los
juegos de la niñez ya pasaron.
Debes
obediencia al señor de las nupcias: Talasio.
Chico
afortunado, ¡arroja las nueces!
Hace
unos días rechazabas a las campesinas,
pero ahora
el barbero afeita tus mejillas.
Pobre,
pobre compañero de alcoba,
¡arroja las
nueces!
Dicen
que te es difícil, perfumado novio,
alejarte de
tus bienamados amigos,
pero así
debe ser.
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
CORIFEO
Sabemos
que tú, satisfecha, sólo quieres placer.
Pero
un esposo no se satisface
en los
mismo placeres.
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
CORIFEO
¡Novia,
ten cuidado!
No
te niegues a lo que tu esposo te pida,
o lo
buscará por otro lado.
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
CORIFEO
Mira
como entregado y espléndido
tu marido
tiene un hogar para ti.
Si
así lo deseas, él será tu esclavo.
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
CORIFEO
Hasta
que llegue el día
en que
las canas te hagan
tambalear y
consentir todo.
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
CORIFEO
Atraviesa
el umbral
bajo un
buen presagio
y entra
por la brillante puerta.
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
CORIFEO
Mira
como tu esposo,
recostado en
un sofá tirio,
te reclama
con todo su ser.
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
CORIFEO
Nadie
más que él siente que en su corazón
brilla la
flama resplandeciente,
pero en
lo más profundo y recóndito.
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
CORIFEO
Extiende
tu cortés brazo
a la
joven muchacha
y déjala
entrar en el tálamo nupcial.
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
CORIFEO
¡Vosotras,
matronas hace
tiempo casadas,
acomodad a
la joven novia!
CORO
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
¡Oh,
Himeneo, Himeneo!
Epitalamio
CORIFEO
Ya
es hora de que llegues, novio,
tu esposa
te espera en el tálamo nupcial.
Su
rostro semeja a un capullo dorado,
o una
virgen de flores blancas,
o una
muñeca de rojo profundo.
Pero,
novio, por los sacrosantos dioses,
tú no
eres menos atractivo,
Venus
no te ha olvidado.
Sin
embargo el día está pasando
y no
te debes demorar.
¡Ven
sin tardanza!
Cuando
llegues,
que la
divina Venus bendiga la unión,
pues el
deseo es honesto
y no
debes ocultar tu amor.
CORO
Un
hombre podría contar
todos los
granos del suelo de África,
o el
total de titileos de las estrellas.
Pero
nunca podría contar los miles
de juegos
amorosos entre vosotros dos.
CORIFEO, CORO
¡Vírgenes,
cerrad las puertas,
aún debemos
divertirnos mucho!
El
dios de los novios vive feliz
por los
constantes gozos matrimoniales
que vuestro
jovial vigor produce.
Un
hombre podría contar todos los granos...etc
VI
Cantos
de los recién casados.
ESPOSO
Más
blanca que la leche,
más delicada
que el agua,
de sonido
más dulce que la lira.
De
carácter más noble y fuerte que una yegua,
más frágil
que las rosas,
más suave
que una túnica,
más dorada
que el oro.
VII
Aparición
de Afrodita
CORO
Cyfri,
tú controlas los inflexibles corazones
de dioses
y hombres.
A
tu lado, Eros, con rápidas y brillantes alas,
se sostiene
suspendido sobre la tierra
y las
espumantes aguas saladas del océano.
Embruja
a aquellos en cuyos frenéticos corazones
aletea con
sus doradas alas.
Él
hechiza a las jóvenes criaturas
de la
montaña y el mar,
a todas
las que nacen de la tierra
y que
el ardiente sol mira al nacer.
A
los hombres también, a todos ellos.
Solamente
tú, Cyfri, gobiernas como una reina.
¡Ah!
I
Canto amebeo
di vergeni e giovani a vespero
in atesa della sposa e dello sposo.
CORIFEO
Vesper adest, iuvenes, consurgite:
Vesper Olympo
expectata diu vix tandem lumina tollit.
Surgere iam tempus,
iam pinguis linquere mensas,
iam veniet virgo,
iam dicetur Hymenaeus.
Hymen o Hymenaee,
Hymen ades o Himenaee!
VERGINI
Cernitis, innuptae, iuvenes?
Consurgite contra:
nimirum Oetaeos ostendit noctifer ignes.
Sic certest: viden ut perniciter exiluere?
Non temere exiluere,
Canent quod vincere par est.
Hymen o Hymenaee,
Hymen ades o Hymenaee!
GIOVANI
Non facilis nobis, aequales,
palma parata'st,
ad spicite, innuptae secum ut meditata requirunt.
Non frusta meditantur,
habent memorabile quod sit.
Nec mirum, penitus quae tota mente laborant.
Nos alio mentes, alio divisimus aures:
iure igitur vincemur, amat victoria curam.
Quare nunc animos saltem convertite vestros!
Dicere iam incipient, iam respondere decebit.
Hymen o Hymenaee,
Hymen ades o Hymenaee!
CORIFEA
Hespere,
qui caelo fertur crudelior ignis?
VERGINI
Qui natam possis complexu avellere, matris
complexu matris retinentem avellere natam
et iuveni ardenti castam donare puellam.
Quid faciunt hostes capta crudelius urbe?
Hymen o Hymenaee,
Hymen ades o Hymenaee!
CORIFEO
Hespere, qui caelo lucet iucundior ignis?
GIOVANI
Qui desponsa tua firmes conubia fiamma,
quae pepigere viri, pepigerunt ante parentes
nec iunxere prius quam se tuus extulit ardor.
Quid datur a divis felici optatius hora?
Hymen o Hymenaee
Hymen ades o Hymenaee!
CORIFEA
Hesperus...
VERGINI
...e nobis, aequales, abstulit unam!
GIOVANI
Namque tuo adventu vigilat
custodia semper.
Nocte latent fures,
quos idem saepe revertens, Hespere,
mutato comprendis nomine Eosdem.
At libet innuptis fictio te carpere questu
Quid tum,
si carpunt,
tacita quem mente requirunt?
Hymen o Hymenaee,
Hymen ades o Hymenaee
VERGINI
Ut flos in saeptis secretus nascitur hortis,
ignotus pecori, nullo convulsus aratro
quem mulcent aurae, firmat sol, educat imber,
multi illum pueri, multae optavere puellae;
idem cum tenui carptus defloruit ungui,
nulli illum pueri, nullae optavere puellae;
sic virgo, dum intacta manet,
dum cara suis est;
cum castum amisit polluto corpore florem,
nec pueris iucunda manet, nec cara puellis.
Hymen o Hymenaee,
Hymen ades o Hymenaee!
GIOVANI
Ut vidua in
nudo vitis quae nascitur arvoro
numquam se extollit,
nunquam mit' educat uvam,
sed tenerum prono deflectens pondere corpus
iam iam contingit summum radice flagellum;
hane nulli agricolae, multi accoluere iuvenci
at si forte eademst ulmo coniucta marito,
multi illiam agricolae multi accoluere iuvenci:
sic virgo dum intacta manet, dum inculta senescit;
cum par conubium maturo tempore adepta est,
cara viro magis et
minus est invisa parenti.
Hymen, o Hymenaee,
Hymen, ades o Hymenaee!
VERGINI,
GIOVANI
At tu ne pugna cum tali coniuge virgo.
Non aequum est pugnare, pater cui tradidit ipse,
ipse pater cum matre,
quibus parere
necessest.
Virginitas non tota
tua'st, ex parte parentum est,
tertia pars patri'st, pars est data tertia matri,
tertia sola tua'st: noli pugnare duobus,
qui genero sua iura simul cum dote dederunt.
Hymen o Hymenaee,
Hymen ades o Hymenaee!
II
Corteo nuziale et arrivo
della sposa e dello sposo
CORO
Ipsoi de to melathron
Hymenaon
aerrate, tektones andres,
Hymenaon
gambros erchetai isos Areooi,
Hymenaon
aneros megalo poly mesdon
Hymenaon.
Tio s'o phile gambre, kalos eikasdo?
Orpaki bradino se malist' eikasdo?
Ipsoi de to melanthron etc.
Olbie gambre, soi men de
gamos, os arao,
Ektetelest' echeis de phartenon, an arao.
Toy charien men eidos, oppata d'esti nympha.
Mellich' eros d'ep' imerto prosoto.
Tetimak' exorcha s'Aphrodita.
Chaire de, nympha, chaire, timie gambre,
polla.
III
Sposa e Sposo
SPOSA
Za t'elexaman onar Kyprogenea.
Kai potheo kai maomai.
SPOSO
Asteres men amphi kalan selannan
aps apucruptoisi phaennon eidos,
oppota plenthoisa malista lampei
gan epi paisan
...arguria...
SPOSA
Stathi kanta philos
kai tan ep'ossois'ompetason charin.
SPOSO
Eros angelos imerophonos aedon.
SPOSA
Os de pais peda
matera pepterygomai.
SPOSO
Etinaxen emais phrenas Eros
Os anemos kat'
oros empeton.
CORO
Agi de, chely dia moi
phonaessa genoyo.
Espere, panta phereis,
Osa phainolis eskedas'
Ayos.
Phereis oin
Phereis aiga,
Phereis apy materi paida.
SPOSA
Parthenia, Phartenia,
poi me lipois' apoichei?
CORO
Ouketi ixo pros se,
ouketi, ixo.
SPOSA
Katthanen d'imeros tis echei me kai
Lotinois drosoentas o
Chthois iden Acherontos.
SPOSO
'A d'e-ersa kala kechytai tethalai
si de broda kapal' anthruska
kai melilotos anthemodes.
SPOSA
Eithes, kai' epoesas,
ego de s'emaoman.
CORO
Deute nun abrai Charites kallikomoi te Moisai.
Brodapache-es agnai Charites, deute Dios chorai.
SPOSO
Poikilletai men gaia polystephanos.
CORO
Deute nun abrai Charites kallikomoi te Moisai.
Eithe de
su potni' eoisa Kypri,
Chrysiaisin en Kylikessin abros.
Symmemeichmenon thaliaisi nectar
Oinocho-oisa.
SPOSO
Eis aei.
SPOSA
Eis aei.
CORO
Eis aei.
CORO
Aith' ego, chrysostephan' Aphrodita,
tonde ton palon lachoen.
Eis aei,
Ah!
IV
Invocazione dell'Imeneo
CORO
Collis o Heliconii cultor,
Uraniae genus,
qui rapis teneram ad virrum virginem,
o Hymenaee Hymen,
o Hymen Hymenaee,
cinge tempora floribus
suav' olentis amaraci,
flammeum cape, laetus huc,
huc veni niveo gerens
luteum pede soccum,
Excitusque hilari die
nuptialia concinens
voce carmina tinnula
pelle humum pedibus, manu
pineam quate taedam.
Cinge tempora, etc.
Quiare age huc aditum ferens
perge linquere Thespiae
rupis Aonios specus.
Nympha quos super irrigat
frigerans Aganippe.
ad domum dominam voca
coniugis cupidam novi,
mentem amore revinciens
ut tenax edera huc et huc
arborem implicat errans.
Vosqu' item simul, integrae
virgines, quibus advenit
par dies, agite in modum
dicite o Hymenaee Hymen,
O Hymen Hymenaee,
ut libentius, audiens
se citarier ad suum
munus, huc aditum ferat
dux bonae Veneris,
boni coniugator amoris.
Inno all'Imeneo
CORO
Quis deus magis est amatis
petendus amantibus?
quem colent homines magis caelitum?
O Hymenaee,
o Hymen,
O Hymen, Hymenaee.
Te suis tremulus parens
invocat, tibi virgines
zonula soluunt sinus.
Te timens cupida novus captat aure maritus
floridam ipse puellulam
dedis a
gremio suae matris.
O Hymenaee, Hymen
O Hymen, Hymenaee.
Nil potest sine
te Venus
fama quod bona comprobet
commodi capere: at potest te volente,
quis huic deo compararier ausit?
Nulla quit sine
te domus
liberos dare, nec parens
stirpe nitier: at portest te volente
quis hui deo compaparier ausit?
Quae tuis careat sacris
non queat dare praesides
terra finibus: at queat te volente,
quis huic deo compararier ausit?
V
Ludi canti nuziali davanti al talamo
La sposa viene accolta
CORO
Claustra pandite ianuae.
Virgo adest.
Vide ut faces
splendidas quatiunt comas?
Tardet ingenuus pudor:
fiet quod ire necesse est.
SOLI
PICCOLO CORO
Flere desine,
non tibi,
Aurunculeia, periculum est,
ne qua femina pulchrior
clarum ab Oceano diem
viderit venientem.
Talis in
vario solet
divitis domini hortulo
stare flos hyacinthinus.
Sed moraris, abit dies:
Prodeas, nova nupta.
Prodeas, nova nupta,
si
iam videtur,
vid' et audias
nostra verba, vid'ut faces
aureas quatiunt comas:
prodeas nova nupta.
Non tuus levis in mala
deditus vir adultera
probra turpia persequens
a tuis teneris volet
secubare papillis,
lenta quin velut adsitas
vitis implicat arbores,
implicabitur in tuum complexum.
Sed abit dies:
prodeas, nova nupta.
O cubile...!
Quae tuo veniunt ero,
quanta gaudia, quae vaga
nocte, quae medio die
gaudeat! Sed abit dies: prodeas,
nova nupta.
La Sposa viene condotta alla camera nuziale
CORIFEO
Tollite o pueri, faces:
flammeum video venir'.
Ite, concinite in modum.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
CORIFEO
Ne diu taceat procax
fescennina iocatio
nec nuces pueris neget
desertum domin' audiens
concubinus amorem.
Da nuces pueris, iners
concubine: satis diu
lusisti nucibus: libet
iam servire Talasio.
Concubine, hodie atque heri:
nunc tuum cinerarius
tondet os. Miser ah miser,
concubine, nuces da.
Diceris male t'a tuis
unguentate glabris marite
abstinere: sed abstine.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
CORIFEO
Scimus haec tibi quae licent
sola cognita: sed marito
ista non eadem licent.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
CORIFEO
Nupta, tu quoque quae tuus
vir petet cave ne neges.
Ne petitum aliunde eat.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
CORIFEO
En tibi domus ut potens
et beata ciri tui:
quae tibi sine serviat.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
CORIFEO
Usque dum tremulum movens
cana tempus anilitas,
omni' omnibus adnuit.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
CORIFEO
Transfer omine cum bono
limen aureolos pedes,
rasilemque subi forem.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
CORIFEO
Adspice intus ut accubans
vir tuus Tyrio in toro
totus immineat tibi.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
CORIFEO
Illi non minus ac tibi
pectore uritur intimo
flamma, sed penite magis.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
CORIFEO
Mitte bracchiolum teres,
praetextate, puellulae:
iam cubile adeat viril.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
CORIFEO
O bonae senibus viris
cognitae bene feminae,
collocate puellulam.
CORO
Io Hymen Hymenaee io,
Io Hymen Hymenaee.
Epitalamo
CORIFEO
Iam licet venias, marite:
uxor in thalamo tib' est
ore floridulo nitens
alba parthenice velut
luteumve papaver.
At, marite, ita me iuvent
caelites, nihilo muinus
pulcher es, neque te
Venus
neglegit. Sed abit dies:
perge ne remorare.
Non diu remoratus es,
iam venis.
Bona te Venus
iuverit, quoniam palam
quod cupis cupis et bonum
non abscondis amorem.
CORO
Ille pulveris Africi
siderumque micantium,
subducat numerum prius.
Qui vestri numerare vult
multa milla ludi.
CORIFEO, CORO
Claudite ostia virgines:
lusimus satis, at, boni
coniuges, bene vivite et
munere assiduo valent'
execete iuventam.
Ille pulveris Africi... etc.
VI
Canto dei novelli
sposi dal talamo
SPOSO
Galakdos leukotera,
udatos apalotera,
paktidon emmelestera.
Ippo gayrotera,
brodon abrotera,
imatio e-ano malakotera.
Chryso chrysotera.
VII
Apparizione di Aphrodite
CORO
Su tan theon akampton phrena kai broton
ageis, Kypri; sun d'ho
poikilopteros amphibalon
okytatoi pteroi.
potatai de gaian euacheton
th'halmyron epi ponton.
Thelgei d'Eros, hoi mainomenai kradiai
ptanos ephrormase chrysophaes,
physin t'oresko-on skymnon pelagion
th'hosa te ga trephei,
tan aithomenos halios derketai,
andras te. Sympanton basileida timan,
Kypri, tonde mona kratyneis.
Ah.