martes, 6 de marzo de 2012
Las mil y una cartas de Julio
Una nueva edición de las cartas de Julio Cortázar agrega más de mil cartas nuevas a la ya publicadas. Los tres tomos originales se convertirán en cinco. Una lectura imprescindible para conocer el otro lado de una escritura genial.
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Por Rogelio Demarchi (Especial) 02/03/2012 15:18
Si se trata de sumar el tiempo invertido en estudiar y editar las cartas escritas por Julio Florencio Cortázar, 10 más 10 no da 20 sino un número imposible. Aurora Bernárdez, su albacea, trabajó una década para producir la primera versión de Cartas, que se publicó en 2000. Pero allí reconocía, en su nota introductoria, que su labor era provisoria porque con el paso del tiempo aparecerían otras muchas.
Dicho y hecho. Pasaron otros 10 años de recolección, y Bernárdez junto a Carles Álvarez Garriga son los responsables de esta nueva organización de la correspondencia producida por Cortázar en cinco tomos cronológicos, desde 1937 a 1984, de los cuales acaban de lanzarse los tres primeros (casi dos mil páginas); el cuarto y el quinto saldrán en abril.
Si hay que justificar la nueva edición en términos de cantidad, el número abruma: hay más de mil cartas nuevas. Y si hay que hacerlo en términos de calidad, cada lector o investigador encontrará más de lo que vaya a buscar porque hay para todos los gustos: información periódica sobre el proceso de producción y edición de su propia obra; juicios categóricos sobre sus lecturas; reflexiones sobre el arte de escribir; datos clave sobre sus amistades; apreciaciones sobre cuestiones políticas y económicas; comentarios sobre su trabajo como traductor o sobre problemas inherentes a la traducción; dibujos; y el estilo desenfadado característico e irrepetible que es su marca registrada, ese que podía rematar todo con un "Che, esto va muy mal, yo me voy de esta carta", o un "seamos realistas aunque dé un poco de asco".
Cronopios a la obra
Muchos de esos temas aparecen entreverados alrededor de su obra. "En los 28 días de maravilloso mar azul, rematé Rayuela y preparé el tomo de cuentos basado en Final de juego", le escribe a su editor, después de haber viajado por barco desde Buenos Aires a Francia. Unas pocas líneas más abajo, da cuenta de los miedos que enfrentaba por entonces un escritor que tenía que mandar sus originales por correo: "No te imaginás el miedo que tengo de que se pierda el paquete con Rayuela. Tengo una copia, pero sería trágico tener que volver a sacar otra copia de ésa. Estoy averiguando si algún conocido va en estos días para confiarle el paquete, pero me temo que habrá que mandarlo por avión. Se me ha ocurrido que con los líos que hay en la Argentina el correo podría andar medio dislocado".
Otro ejemplo interesante es su posicionamiento frente a la traducción de sus libros, ya que Cortázar como traductor debía enfrentar los dilemas del oficio: "Quizá se entere por los de Sudamericana que Fayard va a publicar Los premios en francés. Es una buena noticia, pero yo me agarro la cabeza pensando en la traducción. La hará una amiga mía, y me pasaré las noches en vela tratando de ayudarla a hacer hablar al Pelusa en algo que es, digamos, el argot de Ménilmontant. Va a resultar algo horrendo".
Pero el tema recurrente de sus cartas es la cortazariana categoría de "cronopio". No sólo qué y quién es un cronopio y su estilo de vida, sino la posibilidad de diferenciar una literatura y hasta una "onda" (diríamos hoy) cronopia: "El aire cronopio tiene que entrar en Buenos Aires, sea yo o cualquier otro el que abra de par en par las ventanas. Ya ha habido otros que han volteado paredes, y entre ellos César Bruto y Niní Marshall, que alguna vez tendrán sus respectivos capítulos en la verdadera historia de nuestra literatura. ¿Sabe quién es violentamente cronopio? Miguel Brascó. Lástima que, me temo, el periodismo y una cierta fiaca personal lo están alejando de una obra que prometía".
Por supuesto, los fanáticos (que los hay) querrán saber cómo surgió Historias de cronopios y de famas: esos relatos "fueron escritos en todas partes, en épocas y lugares tan distintos, y anduvieron metidos en bolsillos y cajones años y años. La verdad es que una vez reunidos, creo que se sostienen bastante bien unos a otros".
Con todo, hay que reconocer que los cronopios, como buenas criaturas humanas que son, quisieron, supieron y pudieron contradecir su naturaleza. Porque no le hicieron caso a su creador: "Hay que conocer muy mal a los cronopios para imaginar que guardan cartas", sentenció Cortázar. Si lo hubieran hecho, no tendríamos la posibilidad de leer estas maravillosas páginas. Porque el cronopio remitente no guardó copias de lo que escribía a los cientos de cronopios destinatarios que urbe et orbi coleccionaron cada una de estas deliciosas crónicas.
Juicios de lectura
Julio Cortázar leía revistas, libros, manuscritos, todo lo que cayera en sus manos. Y no tenía problemas en dar a conocer en sus cartas el resultado de sus lecturas. A veces, a los propios autores; otras veces, a sus amigos. Lo que sigue es una mínina selección de esos juicios de lectura.
Ernesto Sabato. "En el viaje, Aurora y yo apechugamos y nos leímos la novela de Sabato (Sobre héroes y tumbas). Mi impresión es que el hombre está completamente piantado. Le ha salido una especie de folletín, pero sin el interés de un buen Ponson du Terrail. Me asombra que una punta de amigos porteños me hayan dicho que se trataba de un ´libro importante´. La importancia, en la Argentina, se está poniendo irrespirable".
José Lezama Lima 1. "Hace dos años que tengo ganas de escribirle, pero soy un perezoso. Ahora la lectura del fragmento de Paradiso que he leído en Orígenes me exige mandarle en seguida esta carta, para que mi admiración por su obra no se me quede solamente en la memoria".
Lezama Lima 2. "No crea que me dejo llevar por un entusiasmo indiscriminado, porque puestos a charlar usted y yo (ojalá lo hagamos un día) tendría muchos reparos que oponerle, muchos cortes que dar en esas tapicerías infinitas que son sus relatos y sus poemas".
Carlos Fuentes. "Me animaré a decirle, de entrada, lo que menos me gusta de su libro (La región más transparente), que me ha gustado tan enormemente que me da, creo, un gran derecho a criticarle lo que le encuentro de menos logrado (...) salvo para los que conocen como usted su México, todo el comienzo del libro, con sus entrecruzamientos, sus flash-backs, sus asomos de personajes rápidamente escamoteados hasta muchas páginas después, provocan no poca fatiga y exigen una cierta abnegación del lector para salir finalmente adelante".
Mario Vargas Llosa. "Admirablemente escrita, (La ciudad y los perros) cuenta la vida de un grupo de estudiantes limeños en un colegio militar. Es un libro de una violencia, de una fuerza nada común en nuestros países. Un libro exasperado, por así decirlo, pero al mismo tiempo escrito con un dominio total de la lengua y una maestría que sólo puede dar un talento natural para la novela. Como lector, le he sugerido a Vargas la eliminación de algunos episodios que me parecen subsidiarios y que quitan fuerza al tremendo conflicto central".
Adolfo Bioy Casares 1. "Para divertirme leo El lado de la sombra (...) se repite un poco pero siempre acierta con frases que me devuelven vertiginosamente a lo más puro de mi pasado porteño".
Bioy Casares 2. "Leo El sueño de los héroes (...) Es buena, a ratos excelente. A ratos, en cambio, es puro camelo. Se ve que el mozo no se le anima del todo a la cosa nuestra, y siempre está en una actitud un poco supercilious (condescendiente) disfrazada de gran sencillez y compasión".
Albert Camus. "El susodicho cocktail de Gallimard (al que fui con Enrique Revol) me dio la gran alegría de poder charlar largo rato con Camus. Cuando lo reconocí (esa carita de mono pálido, ese aire español) me le acerqué con toda la violencia de los tímidos, le dije que había traducido un ensayo suyo, y él entró cordialmente en la charla. Se acuerda con mucho humor de su pasaje por B. A. Torció el gesto cuando le dije que su mejor pieza me parecía Calígula".
Cartas. 1. 1937-1954
Alfaguara
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