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XV Jornada Nacional de Carteles |
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EOL - Noches de Biblioteca 25 de Agosto 2009
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Es tal el desconcierto que ha causado Lacan en la primera lección del Seminario 18 que personas allegadas, como él dice "lejos de ser desdeñables", han terminado por preguntarle a dónde quiere llegar. Es entonces que al iniciar la segunda lección de dicho seminario contesta: "No se trata de a dónde quiero llegar sino de donde parto, incluso de donde quiero hacerlos partir", en el sentido de "que se larguen de donde están" algo así como que abandonen posiciones previas.
En consecuencia, lo que sigue de tal lección bien puede ser una forma de introducción al seminario mismo.
Primer punto de partida: Semblante y verdad Lacan relaciona estrechamente su noción de semblante con la función "primaria de la verdad".
Primera sorpresa. Si el semblante articula la verdad, cae por tierra el uso común que se hace del mismo: ser un equivalente de lo falso, por lo que se lo suele sustituir por el término apariencia. Al contrario, al vincularlo a la verdad Lacan lo usa como una suerte de "apariencia verdadera".
Acto seguido ubica la verdad en el plano de la enunciación. Desde que hay un "hablo" mas allá de lo dicho; está el decir; el acto de hacerlo. Cosa que implica la dimensión de la verdad. La ya celebre formula de J.A. Miller comienza precisamente mencionando que "el semblante no se opone a la verdad…", al contrario, agregamos, la articula como dimensión.
Segunda sorpresa, para personas "lejos de ser desdeñables". Es que sostener la verdad a nivel del decir fue siempre una propiedad del significante. En consecuencia, no solo habrá que abandonar la vinculación de la palabra semblante a lo falso sino también aquello que hasta ahora se adjudicaba al significante en tanto tal: la verdad en el plano del decir.
Es por ello que Lacan se aleja de la operación del positivismo lógico y de la ciencia moderna que por el contrario la sitúa solo a nivel de los enunciados o de los dichos sobre los que se pueda zanjar su valor de verdad o falsead.
Es que asistimos, como una sorpresa más, a una enigmática "rarificación imaginaria" del significante, a una suerte de "adiós al significante… puro" de la ciencia.
Y entonces, pregunta, ¿Acaso no se expone el psicoanálisis a una suerte de "idealismo pernicioso", como se lo han sugerido a Lacan? Sin embrago él insiste: "A nosotros en oposición a la ciencia, nos concierne el campo de la verdad". Nueva pregunta: ¿Es posible atrapar algún real con un significante rarificado?
Segundo punto de partida: El Semblante califica lo relativo al discurso A continuación Lacan ubica al semblante en el lugar del agente de los discursos. Distinguiendo una cosa de la otra. En consecuencia el titulo del seminario más ajustadamente debería ser "De un discurso que no tuviera por agente un semblante".
Un discurso implica relaciones escritas contingentemente. Por eso, ante el riesgo de concebir una realidad toda hecha de semblantes Lacan responde que considera los discursos artefactos. Es decir, invenciones humanas en oposición a los semblantes que empiezan por estar en la naturaleza. Un trueno, un meteoro, un arco iris articulan la dimensión de un decir pero no por ello hacen discurso.
Por supuesto, los discursos en tanto invención participan, como dijimos, de lo contingente, es decir no son necesarios y en consecuencia es posible que se extingan.
Pero, y por lo mismo, pudieran nacer nuevos.
Tercer punto de partida: Un discurso que no fuera del semblante La forma negativa de presentar el tema nos permite deducir que todos los discursos son del semblante como agente. Es indudable que Lacan anheló otra cosa a partir de los resultados del discurso analítico mismo. Se pregunta: ¿En qué consiste este "que no fuera del semblante"? El terreno esta preparado para el paso singular, aunque tímido según Lacan, que Freud dio en "Más allá del principio del placer". Algo que no seria del semblante: el nudo repetición y goce. Es claro que el inconsciente cuyo agente es el semblante Amo no rebasa nunca el fantasma bajo el régimen del principio del placer. Ir más allá supone un analizado. Y ¿de qué manera un analizado y su singularidad pudiera volver al mundo, no otro que el mundo de los discursos? Más aun, en tal posición. ¿Llegaría a vincularse más realmente con otros singulares que también hayan concluido la experiencia analítica?
La ilusión de Lacan La inminencia de un lazo distinto entre analistas puede explicar la particular expectativa con la que Lacan anuncia la publicación de los Números 2 y 3 de la Revista Scilicet. Una publicación con elaboraciones de saber de psicoanalistas, a la que menciona sino como un "advenimiento de discurso" al menos como un acontecimiento. No es para menos. Cada uno de los nombres que figuran en la última página podría ser intercambiado por otro...es decir no hay firma de autor. "El porvenir dirá si esta es la formula que en cinco a o seis años adoptaran todas las revistas…", nos dice Lacan.
Otra pista nos la da el notable intento de Lacan por analizar su propio seminario. Una multitud de estudiantes asiste apretadamente a escucharlo, siendo él instrumento de tal plus de goce contabilizado se ve expuesto a ocupar el lugar del profesor. Sin embargo, logra sostenerse como una suerte de analizante en público en el ejercicio de un saber en el lugar de la verdad. Su seminario pareciera no corresponder a ninguno de los discursos conocidos. ¿Cuál seria su matema? No lo logra despejar…sin embargo se nota su intención de suponerlo como un discurso que no fuera del semblante.
El deseo de Lacan Para finalizar, podemos preguntarnos qué actualidad y vigencia tendría este deseo de Lacan.
Siendo un seminario muy estrechamente vinculado a preocupaciones post analíticas creemos que continúa siendo útil aun para volver a pensar en una política propiamente psicoanalítica, entre la que debería figurar el lazo entre analizados. Ello explica la referencia a los sabios chinos itinerantes, Mencius en especial, en ningún caso para despejar nada de lo estricto de la práctica analítica sino como una forma de desembrollarnos de semblantes occidentales. Punto decisivo si se trata de aplicar el psicoanálisis al Otro social vigente y no morir en el intento.
A su vez, sin duda esta presentación del Seminario 18 en vísperas del congreso de la AMP 2009, " Semblantes y sinthoma", adquiere una evidente actualidad. Es claro también que en tal consigna de trabajo el concepto de sínthoma suscita un interés mayor, y ello por las mejores razones, es decir por las urgencias de la época, que incluyen las del propio psicoanálisis respecto a su sobrevida.
¿Y del semblante o los semblantes?
Si acordamos tomar el inicio de la última enseñaza de Lacan a partir del Seminario 21, cuando presenta el nudo Borromeo como el punto de vista desde donde releer lo actuado, es indudable que muchas nociones previas no vuelven a aparecer o no vuelven a ser reformuladas. Entre ellas la noción de semblante. ¿Por qué?
Tomando en cuenta los tres registros y en base a las formulaciones de J.A. Miller en su curso "La experiencia de lo real en Psicoanálisis", podemos decir que el semblante pertenece por entero a la articulación del significante y el significado, es decir que constituye un mixto simbólico – imaginario que no se opone a la verdad, como hemos planteado, sino a lo real.
Ahora bien, a poco de andar en el Seminario 21 se advierte que por la lógica propia del nudo borromeo no es posible que exista entre lo simbólico y lo imaginario el más mínimo punto de contacto. Y en cuanto a lo real, no solo no se opone a lo simbólico- imaginario sino que constituye la condición misma de tal anudamiento. Es decir las dos características que definían el semblante, la intersección imaginaria- simbólica y su valor de oposición a lo real pierden consistencia.
Por lo mismo, nos podemos preguntar respecto de la consigna para el próximo Congreso de la AMP si es posible poner en tensión dos términos donde el segundo, hablamos del sinthoma, es hijo directo de la lógica que pudiera haber contribuido a la extinción del primero.
Sin embargo nadie duda de la operatividad de los semblantes en general y menos del semblante que califica al discurso analítico. Por algo J.A. Miller nos insiste con prudencia en articular "una dialéctica del sentido y el goce en la experiencia analítica con el borde de semblante que ubica el núcleo de goce", para concluir. "No borrar el semblante sino recuperarlo."
Es cierto que establecidas las diferencias con el positivismo lógico, al que Lacan nombra como un semblante de discurso, no por ello considera al psicoanálisis mismo alejado de tal riesgo, pues la verdad desencadenada por toda interpretación no refuta el semblante sino que lo refuerza. Si, pero se puede operar con tal semblante hasta el punto, o borde de semblante como dice Miller, en el que el discurso fracasa, es decir en el punto de revelación del objeto a plus de gozar como imposible.
¿Reconfigurar los semblantes? Tal vez se podría intentar otra lectura del semblante y en consecuencia de la vigencia o no de un discurso que no fue de tal. Una lectura desde el nudo mismo.
Es evidente que en él la articulación simbólica imaginaria esta conservada. En consecuencia, por qué no considerar al semblante como una noción que anticipa el nudo borromeo, pero también como una manera de perdurar en él. Claro que la lógica de la intersección de solo dos registros no parece convenir a la del nudo que exige de un tercer elemento para sostenerse ante lo imposible.
De todas maneras, y para concluir, si el semblante y el sínthoma a nivel del nudo borromeo son como parientes lejanos por qué no suponer que existe una dimensión de semblante en el sínthoma mismo.
Un semblante singular, sin dudas, que nada le debe al Nombre del Padre, pues debemos suponerlo constituido muy antes que él, y ya que "no hay discursos que no sean del semblante" tal vez el sínthoma, en la conservación del anudamiento simbólico- imaginario, pueda constituir un vinculo más real entre singulares. |
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