Los estudios culturales en América Latina han realizado un aporte significativo para la generación de nuevas claves de lectura sobre las personas jóvenes y sus prácticas culturales. La incorporación del análisis del discurso a los estudios sobre jóvenes podría ofrecer vías alternativas para la comprensión del conflicto social que se da en la conformación del sujeto (adulto o joven) como resultado de la articulación significante.
Palabras clave: Análisis del discurso, estudios culturales, sujeto, adultocentrismo, jóvenes
Introducción
El tema de los jóvenes ha experimentado una serie de abordajes que van más allá de la psicología evolutiva que pretendía explicar las experiencias vitales desde la clasificación. Los estudios culturales, la sociología de la cultura, la antropología social, la comunicación son campos (inter)disciplinares en los cuales el debate en relación a los jóvenes ha crecido en interés. No obstante, la forma de comprender al sujeto joven puede aún ser parte de una concepción metafísica que oscurece el interés emancipatorio de los estudios sobre jóvenes. En este sentido la comprensión del discurso como el nexo entre los sujetos (adulto y joven) ofrece una nueva forma de integrar, sobre todo en los estudios culturales, una visión del sujeto como efecto del lenguaje.
La conflictiva relación entre los adultos y los jóvenes se da también en el orden de lo simbólico (y por medio de lo simbólico se da en lo político, en lo cultural, etc.) y desde el análisis del discurso se puede ver que este conflicto va más allá de las hipótesis (que también son lugares comunes) acerca de los conflictos generacionales. Comprender “adulto” y “joven” como significantes –vacíos- puede contribuir a revelar que el conflicto es ante todo una disputa
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1 Profesor e investigador en la Universidad De La Salle en San José, Costa Rica. Licenciado en Ciencias de la Educación (Pontificia Universidad Católica del Ecuador) y Especialista en Comunicación (Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador).
en el discurso y por el discurso, pero también más allá, una expresión de la lucha por jugar una determinada posición de sujeto en el orden simbólico.
a) La ruptura con la mirada adultocéntrica desde los estudios culturales
Son múltiples los trabajos que se han realizado para tratar de comprender las distintas expresiones juveniles contemporáneas desde los estudios culturales. En este sentido se puede contar con los trabajos que desde la comunicación y la antropología social en América Latina han realizado diversas lecturas sobre las formas de socialización que se dan actualmente entre los jóvenes (ciberculturas –sobre las formas de crear comunidad en los entornos virtuales; tribus urbanas – sobre las agregaciones identitarias en torno a la música y otros bienes simbólicos; “naciones” – sobre las formas de crear agrupaciones transnacionales por parte de jóvenes migrantes de América Latina a Europa o Estados Unidos; pandillas juveniles – sobre agrupaciones que se afirman en los espacios urbanos a través de la violencia, etc.).
Este tipo de investigaciones normalmente conjugan los trabajos etnográficos con grupos particulares de estudio relacionándolos con los procesos de producción-circulación-consumo de bienes simbólicos (música, moda, imágenes corporativas, literatura, manifestaciones sobre el cuerpo) y lo que se denomina como prácticas culturales y políticas emergentes entre las cuales encontraríamos la rebeldía contra la biopolítica a través de manifestaciones de construcción corporal anti-canónicas (es decir, en contra de la identificación de lo masculino con lo fuerte, lo rústico e inflexible, y lo femenino con lo débil, lo tierno, lo endeble), la captación de la noche como escenario de encuentro y presencia pública, el uso de internet como nuevo espacio de disputa política, etc.
Los estudios culturales acerca de los jóvenes representan un avance importante en relación a décadas anteriores en las cuáles los estudios sobre jóvenes apuntaban a la generación de programas (proyectos) de prevención o de asistencia social. La mirada de los estudios culturales logra en cierta forma la superación del análisis positivista que pretende representar “la realidad” de los jóvenes a través de cuadros estadísticos cargados de índices que miden desde la esperanza de vida hasta el riesgo de contagio de VIH, pasando por el consumo de drogas, los “embarazos prematuros”, desempleo y migración de la población joven, deserción escolar, entre otros .
La pretensión del análisis positivista busca legitimarse justamente como un discurso avalado por la institucionalidad y por la rigurosidad de su carácter científico en tanto discurso, aunque supone una concepción esencialista (diríamos metafísica) de lo que significa ser joven, que resulta insustentable sobre todo a la hora del diseño de las políticas para la juventud. La concepción esencialista que encierra tiene que ver con lo que se entiende por “joven” ya que a través de una definición etárea (joven sería aquel que tiene entre 15 y 29 años de edad) se puede atribuir a este sujeto un determinado conjunto de características que lo sitúan en desventaja en relación al adulto. Esta forma de concebir al joven desde la negación de las supuestas características (esenciales) del adulto es lo que llamaremos adultocentrismo.
En breves rasgos podemos decir que por adultocentrismo comprendemos el hecho que el adulto sea concebido como centro de la sociedad al atribuirle características como la madurez, la experiencia, la capacidad de producir, una opinión respetable, la capacidad de ordenar la sociedad, etc; y que definen al joven como la negación del adulto al asociarlo justamente con la inmadurez, inexperiencia, incapacidad de producción, sin conocimiento suficiente, desordenado, etc.
Los estudios culturales constituyen una reacción a esta visión adultocéntrica, que desde la academia pretende descentrar al adulto a través del reconocimiento de nuevos saberes presentes en las culturas juveniles, tales como el desplazamiento del logocentrismo por un pensamiento que incluye lo corporal, la caída de la cultura libresca por una cultura digital, los agenciamientos como nuevas formas participación política.
Reconocemos que esta perspectiva desde la cultura es un aporte no sólo contra el adultocentrismo sino contra el proyecto hegemónico que coloca como centro al significante varón-blanco-heterosexual-burgués-urbano y que además es adulto. Sin embargo, la visión desde los estudios culturales puede carecer de radicalidad si es que su abordaje se reduce al reconocimiento (o “visibilización”) de las culturas juveniles y no pretende llegar al análisis de aquello que realmente performa la matriz adultocéntrica; esto es, los enunciados que articulan el discurso adultocéntrico.
Por lo tanto, intentamos decir que el análisis del discurso es indispensable para hacer de los estudios culturales sobre jóvenes una tarea realmente crítica, puesto que son los distintos enunciados con los que el adulto califica a los jóvenes aquello que les proporciona cierta condición ontológica que deviene en una determinada forma de estructura social.
b) El discurso “adultocéntrico” como predecesor del sujeto “joven”
Podemos remontarnos al trabajo que Foucault elaboró acerca del discurso para darnos cuenta cómo los enunciados se entrecruzan ordenando así las formas cómo construimos sentidos. En todo caso lo que el discurso pretende es controlar nuestras acciones ya que se impone con violencia y nunca es gratuito (Foucault, 2008).
Si referimos esta concepción a lo que denominados discurso adultocéntrico (aquel conjunto de enunciados en las cuales el adulto controla el discurso) podemos decir que este escenario de debate, necesariamente crea resistencias que desde las prácticas juveniles (los jóvenes exigen poder nombrarse a sí mismos y no ser nombrados por otros) demuestran que el discurso no es sólo la forma de luchar o el escenario de la contienda sino que, yendo más allá, el discurso constituye el cometido de la disputa.
Aunque la visión foucaultiana resulta sumamente útil para referirnos al discurso adultocéntrico en clave fenomenológica (de forma similar a cómo lo han hecho los estudios culturales), el análisis que sin duda es complementario a los estudios sobre juventud es el que propone la comprensión del discurso como nexos asimétricos que el lenguaje permite establecer entre los sujetos. Es decir, en la tensión entre el adulto y el joven ambos se constituyen como sujetos a través del discurso debido a que éste está necesariamente implicado en toda forma de vínculo social.
Al hablar de un discurso adultocéntrico nos referimos entonces a un discurso que permite la existencia tanto del sujeto adulto como del sujeto joven como efectos del mismo. El discurso es el nexo entre estos dos sujetos, aún cuando no se pronuncien palabras, porque el acto performativo se da en cuanto produce tipos de relaciones de carácter estructural y estructurante.
Es así como el sujeto adulto y el sujeto joven están precedidos por una estructura adultocéntrica debido a que desde el psicoanálisis “aún antes de venir al mundo, los humanos deben encontrar su lugar en un mundo ya organizado por el discurso, a comenzar por las estructuras del parentesco, que Lévi-Strauss nos enseñó a reconocer como simbólicas, es decir, como orden de lenguaje (Gutiérrez, 2004: 318)”. Por lo tanto, el discurso adultocéntrico no es únicamente el conjunto de enunciados con las que se califica a los jóvenes sino que además es justamente el orden simbólico en el cual ambos sujetos se inscriben socialmente. Esto trae sus consecuencias en lo relacionado a la convivencia y de la manera en que las políticas públicas para la juventud son elaboradas.
c) Sobre la conceptualización de “adulto” y “joven” en los estudios culturales y el análisis del discurso.
La estructura del lazo social, en este caso entre adultos y jóvenes, nos lleva a intentar aproximarnos a la conceptualización de éstos. La concepción esencialista había atribuido a los adultos unas supuestas características que se adquieren como consecuencia de llegar a cumplir una determinada edad. Esta visión (quizá no arbitraria pero sí metafísica) revela la imposibilidad de sostener que el concepto “adulto” pueda ser catalogado como “signo”, ya que encierra la imposibilidad estructural en su significación, dado que no podemos hablar de la existencia del adulto como un ente que se constituya fuera del discurso. Suponer que el “adulto” aparece al cumplir una determinada edad, nos lleva a la trampa de suponer que existe un “consenso social” que identifica al adulto con unas características esenciales.
La trampa del consenso sobre la identidad (o dígase perfil) de la persona adulta, supone también la trampa del consenso en torno a la identidad de la persona joven.
Desde el análisis del discurso queremos decir que tanto el concepto “adulto”, como el concepto de “joven” son significantes vacíos en el sentido que Laclau especifica al decir que, “un significante vacío es, en el sentido estricto del término, un significante sin significado” (Laclau, 1996: 69).
Por lo tanto, los significantes “adulto” y “joven” permiten justamente que emerjan el sujeto adulto y el sujeto joven como resultado de lo que un significante representa para otro significante. Diríamos entonces en perspectiva lacaniana que el sujeto es efecto del discurso. Este sujeto joven o sujeto adulto es sujeto $ (sujeto embarrado, prendido del discurso, partido por el lenguaje) y es en primer momento un significante vacío (S1) que sólo en un segundo momento se constituye en un yo.
Siguiendo desde el análisis de Lacan, el sujeto de los estudios culturales sobre jóvenes desde los cuales se pretende erradicar el adultocentrismo, resulta insuficiente ya que asume que al hablar de sujeto joven o sujeto adulto estamos hablando de un individuo (persona, ser, yo…) o de un colectivo (identidades, agrupaciones…). Comprender el sujeto adulto y el sujeto joven como resultados del discurso permite que el discurso adultocéntrico pueda ser analizado desde las posiciones que el significante joven y el significante adulto ocupan en el discurso (adultocéntrico).
d) El discurso adultocéntrico como discurso del amo
Las cuatro funciones básicas que articulan el discurso para Lacan son S1 y S2 (significantes diferenciados), el sujeto dividido $ (efecto de la articulación significante) y el objeto a (que está situado en el Real ubicado en la fisura de la articulación significante). Estos cuatro elementos rotan entre la posición del agente (deseo), el otro (trabajo, goce), la verdad y la producción.
El discurso adultocéntrico, al igual que los múltiples discursos que posicionan en la postura dominante (o atribuyen la posición de agente) al significante varón-blanco-heterosexual-burgués-urbano son caras diferentes del discurso del amo. Es decir que el discurso adultocéntrico comparte su capacidad de ser interpretado desde el discurso del amo de la misma forma que lo hacen quienes denuncian la violencia del discurso machista, sexista, racista, etc. Podemos decir entonces que el significante adulto (S1) enmascara esa división constitutiva del sujeto adulto ($) al dirigirse al significante joven (S2) como el esclavo sometido al trabajo que lo empuja el agente, del mismo modo que el significante “macho” es S1 en representación al significante “mujer” (S2) o que el significante “blanco” es S1 en relación al significante “negro” o “indio” (S2).
Los actos de habla ilocutivos (aquellos que performan la realidad en la propuesta de J.L.Austin) son justamente la forma cómo el amo (el significante adulto que ocupa la posición del agente, S1) al reificar al otro (el significante joven, S2) con determinados actos de habla que, siguiendo en Foucault, podríamos decir que son parte de un discurso dicho y que está siempre por decir.
Diversas caras de este discurso dicho pueden ser: “los jóvenes son el futuro de la patria”, “los jóvenes están en la edad del burro ”, “los jóvenes son inmaduros”, “los jóvenes son rebeldes sin causa”, entre otras.
Del primero de estos, “los jóvenes son el futuro de la patria” podríamos decir que dado que la historia es un intento por documentar la huella mediante el texto (entendido según Ricoeur como el discurso plasmado en la escritura) nos remite a un pasado leído desde el presente en el cual los jóvenes no aparecen. Decir que los jóvenes son el futuro de la patria es el acto por el cual S1 se posiciona como amo al esclavizar a S2. Con Lacan podemos decir también que el significante adulto (S1) más allá del otro (S2), se refiere al gran Otro del cual recibe el mensaje en forma invertida, que podría leerse como “los adultos somos la historia de la patria”. Prueba de aquello puede ser que la historia (la que nos es contada, la institucionalizada) tiene protagonistas casi siempre adultos.
Puede decirse algo similar cuando S1 se representa a S2 como el amo que lo cosifica detrás del enunciado que “los jóvenes están en la edad de burro”. El acto de cosificación es la realidad performada por el acto de habla que el significante adulto enuncia desde la posición del agente. El mensaje por inversión que se recibe del gran Otro, y por la cual el adulto ratifica su posición subjetiva en los casos mencionados pueden decirse como: “los adultos son inteligentes”, “los adultos son maduros”, “los adultos tienen causas para hacer las cosas”, etc.
No debemos olvidar que en este discurso, la subjetividad divida del amo ($) está en el lugar de la verdad, lo que nos permite ver detrás de la posición dominante del amo esa condición que se esconde detrás de una aparente integridad. El significante adulto pretende aparecer como individuo (indiviso) desde su posición de amo para esconder justamente esa característica irrenunciable que lo asemeja a cualquier otra subjetividad.
En la dialéctica del amo y el esclavo, el significante joven (S2) debe renunciar al goce para trabajar según la imposición de S1, lo cual puede traducirse cómo el significante joven socialmente cobra valor en el orden simbólico en la medida que actúa en contra del significante adulto; sin embargo, siguiendo la perspectiva lacaniana, S2 produce el objeto a, que es el objeto del deseo del amo pero que escapa a toda representación. Quizá podemos traducir esto en el incesante deseo que la sociedad adultocéntrica, tiene de adquirir un carácter juvenil que le resulta esquivo. La publicidad representa una sociedad adulta deseante que busca “lo joven” como el objeto que no está disponible para sus representaciones, aunque crea desde múltiples artículos de consumo su propio fantasma (escuetos reflejos del goce).
El significante joven (S2) revela la condición perversa del sujeto (que se posiciona en el lugar de la verdad) mediante su desilusión ante todas las promesas no cumplidas con las cuales el agente (significante adulto, S1) performa la realidad. Es decir, cuando en la experiencia vital se comprueba el enrarecimiento del discurso adultocéntrico, S2 revela que los discursos dichos en relación a los jóvenes son pronunciados por un significante que se convierte en un sujeto tan prendido del lenguaje (aferrado a su síntoma) como otro. Los jóvenes constatan que el supuesto orden (simbólico, social) creado por los adultos está plagado de errores, que en la vida adulta no se concretan los supuestos “sueños de juventud”, que las instituciones que ratifican al adulto como el agente (S1) no son capaces de asegurar la calidad de vida de la gente, en fin, los jóvenes constatan y revelan, la condición perversa del sujeto.
Desde otro punto de vista, el significante joven (S2) está obligado a revelar el cinismo del agente porque, en la explicación de Zizek: “El esclavo se libera del amo sólo cuando experimenta hasta qué punto el amo encarna simplemente el autobloqueo de su propio deseo: aquello de lo que al amo a través de represión externa aparentemente lo privaba… y que en realidad nunca lo había poseído (Zizek, 2000: 172)”. Es decir, el significante joven que se afirmaba por la negación del adulto (que supuestamente negaba lo joven a través de la postergación de todos sus ideales en un futuro improbable) es también la negación de su propio deseo. El significante joven (S2) experimenta en la vida del adulto la pérdida de lo que nunca tuvo que podemos identificar, entre otras cosas, como la condición de sujetos políticos e históricos.
Con esto se ratifica que el discurso es justamente aquello que permite crear el nexo social (tenso o no) entre el significante adulto o el significante joven. El uno y el otro están mutuamente imbricados en el lenguaje.
Conclusiones
Podemos decir que los estudios culturales sobre juventud han realizado una tarea emancipatoria en relación al discurso adultocéntrico al reconocer los procesos de producción simbólica de los jóvenes como algo significativo. De ahí que se demande el reconocimiento como sujetos históricos y políticos (agentes sociales para Bourdieu), sin embargo esta concepción de “sujeto” puede ser identificada aún como “individuos” o “colectivos” a quienes se les puede atribuir cierta integralidad. Esta concepción de sujeto, paradójicamente, ratifica las consecuencias del discurso adultocéntrico porque reconoce, implícitamente, que el adulto es un sujeto integral que enuncia un discurso dominante. Esto último puede oscurecer los intereses emancipatorios de los estudios culturales.
Desde el análisis del discurso en perspectiva psicoanalítica se puede desenmascarar la no existencia de ese sujeto adulto como un ser que enuncia un discurso adultocéntrico, sino como un resultado del discurso y que, como sujeto, sólo se puede constituir en relación a otro (el significante joven). Por lo tanto, el aporte que el análisis del discurso puede realizar a los estudios culturales se encuentra en situar como punto de partida que, ante el discurso adultocéntrico, estamos ante un discurso del amo mediante el cual se performa la realidad en la que se inscriben los cuerpos. Esto significa una forma de superación de los análisis desde la teoría de la dependencia (los adultos como colectivo que oprime a los jóvenes) o desde los estudios culturales que, aún con su aporte al reconocimiento de nuevas subjetividades, pasa por alto que las subjetividades son las series de cualidades con las cuales se reviste el “yo” pero como resultado de la articulación significante. La subjetividad por lo tanto engloba a un sujeto que está inscrito en el orden simbólico (cultura, historia, hábitos…) pero que para hacer de esto una tarea emancipatoria es conveniente identificar las posiciones que los sujetos ocupan en el discurso.
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i Tradicionalmente estos análisis son los que constituyen información prioritaria para el desarrollo planes sociales preventivos para jóvenes.
Bibliografía
Foucault, Michel., 2008, El orden del discurso (4 ed.), Barcelona, Fabula Tusquets Editores.
Gutiérrez, Daniel, 2004, “La textura de lo social” en: Revista Mexicana de Sociología, año 66, No.2, México D.F.
Laclau, Ernesto, 1996, Emancipación y diferencia, Buenos Aires, Ariel.
Zizek, Slavoj, 2000, “Más allá del análisis del discurso”, en B. Arditi (ed.), El reverso de la diferencia, Caracas, Nuevas Sociedad.
Fuente: Antroposmoderno
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