lunes, 30 de mayo de 2011

Borges: Un laberinto, clave de su obra, conmemora al escritor en Venecia

Borges: Un laberinto, clave de su obra, conmemora al escritor en Venecia

28/05/11 Se inaugurará el 14 de junio, cuando se cumplan 25 años de la muerte del autor.

PorJULIO ALGAÑARAZ
Venecia Enviado Especial

La vida en este mundo es como el laberinto, porque nunca sabemos dónde nuestra vida irá”. Aunque ya no vendrá con la vida, el 14 de junio, al cumplirse 25 años de la muerte de Jorge Luis Borges en Ginebra, el escritor tendrá su laberinto en Venecia.

Será un acontecimiento cultural mundial, por el escenario elegido –la Fundación Cini en la isla de San Giorgio, que es con la Bienal el otro gran faro de la cultura cosmopolita de Venecia–, y por la calidad del evento que están preparando en el claustro-jardín que fuera el huerto medicinal de los monjes benedictinos, habitantes de la isla desde hace mil años. Y cinco premios Nobel estarán presentes.

Borges usa el símbolo del laberinto para enseñarnos el universo completo y confundido, decirnos que no podremos escaparnos del laberinto que rige nuestras vidas, como escribió en “El Etnógrafo”: “Este es el laberinto de Creta. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro que Dante imaginó como un toro con cabeza de hombre y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones, como María Kodama y yo nos perdimos”.

María Kodama, la viuda de Borges, custodia de su patrimonio literario y su figura, leerá “El poema de los dones” en el evento inaugural del laberinto borgiano, queClarín visitó esta semana entre una nube de operarios y técnicos que están terminando de construirlo.

Los vericuetos de su realización también son laberínticos. El jardín fue diseñado por el arquitecto Randoll Coate, quién lo donó a María Kodama Borges, presidente de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. María Kodama, a su vez, cedió el derecho de construir el Jardín en la isla de San Giorgio a la Fundación Giorgio Cini.

Amigo de Borges, el inglés Randoll Coate, muerto a los 96 años hace cinco, vio realizado en 2003 su proyecto en la Argentina, en la estancia “Las Acacias” de San Rafael, Mendoza, y ese laberinto será iluminado el 14, simultáneamente con su par de Venecia.

María Kodama quiso realizar este proyecto frente a la Biblioteca Nacional en Buenos Aires, pero no fue posible y nadie lo ha explicado. Laberintos burocráticos mezclados con rencores profundos, tal vez. Lamentable.

Pero Kodama encontró en Venecia el apoyo y la gestión entusiasta de otro argentino, Pedro Memelsdorff, director del departamento de Música Antigua de la Fundación Cini. Y también el respaldo indispensable del director Pasquale Gagliardo, quien realizó grandes esfuerzos para concretar esta obra. El laberinto de Borges, forma un tercer claustro junto al del arquitecto Palladio, cuyo genio está presente en varias obras en la isla, y un magnífico Claustro de los Cipreses. El tercer claustro forma un recorrido que da una idea de bifurcación. “San Giorgio se vuelve una metáfora del laberinto”, explicó incansable Pedro Memelsdorff, que además de organizar y dirigir un seminario sobre música antigua de Chipre, sigue discretamente los trabajos. Frente al jardín de miles de plantas siemprevivas de Boj que forman el laberinto inspirado en “El jardín de senderos que se bifurcan”, hay una pequeña sala que fue en el pasado una capilla y que los mismos obreros que van y vienen todo el día bautizaron “la sala Borges”.

Y así se llama para siempre. Frente al jardín está el largo frente de la biblioteca palladiana de “La manica lunga” (La manga larga), que actualmente es la biblioteca que contiene la mayor sabiduría en libros y obras del arte véneto.

Memelsdorf destacó que el evento inaugural incluirá un coro de monjes venidos de Francia, que cantarán todos juntos pero por separado hasta que quedará uno solo “y que será un contraste armónico con el agnosticismo borgeano”. Se escuchará la voz del escritor que lee “El laberinto” y un quinteto musical ejecutará una obra homónima compuesta para la ocasión por el maestro Julio Viera.

El objetivo del proyecto es “realizar un espacio pleno de significados espirituales para acercar al público al mundo de Borges”. Se organizarán conferencias, seminarios y muestras de arte que exaltarán el imaginario borgeano.

En el laberinto, el nombre Borges está duplicado como en un espejo (que el escritor odiaba), con las “O” convertidas en relojes de arena y las “S” en signos de interrogación”. “Lo que parece igual es diferente: el laberinto favorece la necesidad que tenemos de perdernos para encontrarnos, ver cosas nuevas. Reflexionar. En el fondo, el laberinto es la biografía de Borges”, concluye Pedro.


Arpa da Boca


http://www.kaypacha.com.ar/instrumentos/arpa/arpa.htm

sábado, 28 de mayo de 2011

Sexo explícito de Fontanarrosa

Sexo explícito

La Flaca siempre estuvo buena, siempre. Yo la miraba trotando adelante mío y decía “mamita, si te agarro”. Más la miraba y más me calentaba, me ponía al palo. Y eso que ella no me había dejado acercarme demasiado. Porque es grandota la guacha, algo desmañada te diría. Pero, incluso eso, ese mismo asunto de moverse así, un poco torpe, un poco zanguanga ¿viste?, ese trotar un poco de costado, era lo que más me venía loco. ¡Treinta cuadras ya había trotado detrás de ella! O más. ¡Qué sé yo! Quizá cuarenta, uno no le da bola a esas cosas en esos momentos. Pero un par de veces que me le quise acercar ella me había mordido. Yo, te digo, nunca voy a entender a las hembras.
Porque uno sabe que andan alzadas y hacen todo por demostrarlo. Además, despiden ese olor fuertón y andan locas por un poco de sexo pero, después, hay que seguirlas como mil kilómetros para conseguir algo. Y arriba te muerden, las desgraciadas. Y todos en patota, en montón, corriendo como pelotudos detrás de ella que nos llevaba a la rastra, adonde se le cantaba el orto, como ciego a mear nos llevaba. Siempre me ha avergonzado muchísimo eso. Y eso que yo he sido siempre medio travieso, especialmente antes de que me mandaran a la escuela. Pero siempre me dio por el forro esa cosa babosa, infame, de andar hecho un imbécil detrás de una hembra, como una banda de desesperados como uno, la lengua afuera, las patas y los pelos de la panza embarrados, dando un espectáculo lamentable. Porque aquello parecía el juego de “siguiendo al líder” ¿te acordás? La Flaca cruzaba un baldío y nosotros cruzábamos el baldío; La Flaca se metía en un charco y nosotros nos metíamos en el charco; a ella se le antojaba atravesar un basural y nosotros atravesábamos el basural. Y lo que es peor, yo veía, con el poco resto de lucidez que me quedaba, que ella nos iba llevando para la avenida Alberdi, a meterse como una boluda en medio de las cuatro manos de coches que vienen y van echando putas de un lado para otro y que más de una vez ¡qué digo una vez! ¡miles! Han hecho cagar a uno de nosotros. Aparte, te confieso, la preocupación de saber que me estaba alejando de la casa. Saber que se pasaba la hora de comer y que iban a empezar a preocuparse por averiguar adónde carajo estaba yo. Incluso, la responsabilidad. La custodia de esa casa está a mi cargo, el abogado ha depositado la confianza en mí, para que yo me la pase firme ahí detrás de la reja y no para que ande corriendo detrás de una loca que ya más de una vez me hizo lo mismo, y al final, ni cinco de pelota. Porque ésa es otra. Uno puede correr, trotar, trepar, largar los bofes detrás de cualquier histérica para que después la muy hija de puta no le dé ni la hora. Pero te juro que, en esta ocasión, yo estaba dispuesto a revertir la historia. No iba a permitir otro desprecio. Iba a ir hasta las últimas consecuencias aunque tuviera que seguirla hasta la recalcada concha de la lora, como una vez, hace años, que detrás de una dálmata fui a parar a Capitán Bermúdez. Esta vez no iba a pasar lo mismo. Sentía las patas… ¿sabés cómo tenía las patas? ¡Así tenía las patas! Parecían cuatro hornallas. La boca pastosa, por la calentura. ¡Y me picaba todo el cuerpo! Por el sudor ¿sabés cómo sudaba? Pero no iba a dar el brazo a torcer. Ella se había parado sólo dos veces, en dos esquinas justamente, en plena zona comercial y nosotros nos habíamos arremolinado alrededor suyo como tiburones. Porque a esa altura de la persecución ya éramos como veinte ¡qué sé yo! Treinta. Siempre me pone mal esa multitud, esa falta de medida en la ambición, esa actitud ramplona de unirse a la patota, a veces, por el solo hecho de molestar o de joder un poco. Admito que La Flaca le gusta a cualquiera de la misma manera que me gusta a mí. Pero había algunos pelotudos que se unían al grupo sin ninguna chance, como quien puede unirse a una murga, a una comparsa, a una procesión, al reverendo pedo.
Había un pekinés, por ejemplo, no te miento, que no medía más de quince centímetros de altura, que no le llegaba a la Flaca ni al garrón, y venía tercero o cuarto, ladrando de vez en cuando, alborotando como si fuera un astro de cine, metiéndose entre las patas de los demás, al pedo, al grandísimo pedo, por hacer número, porque lo importante es competir o porque se creía que era una carrera, el pelotudo.
O porque se pensaba que era una joda y no una ceremonia de preservación de la especie. Había otro cuzco color naranja, ordinario como papel de cuete, cruza de vaya a saber cuántos bastardos desconocidos, al que le faltaba un ojo para colmo, y que pretendía avanzarse a la Flaca cuadra por medio y trepársele en las ancas. Decí que la Flaca le encajó un par de tarascones en el cogote y el idiota se mandó a mudar por allá atrás y se quedó en el molde. Pero no aflojó ¿podés creer? A las dos cuadras ya lo tenía de nuevo al lado mío, jadeando, empecinado, dale y dale el tuerto hacia las cuatro manos de la Avenida, candidato fijo al despanzurre, a que lo agarrara un Scania Babis y lo dejara planchado en el pavimento. Y además, el escándalo. Éramos ya una piara de vándalos enceguecidos, irracionales, trotando como zombis entre la gente. Por suerte la Flaca tuvo el buen tino de no parar frente a una iglesia ni frente a un colegio, cuando salen los pibes. Yo pensaba, dentro de la calentura, en Marquitos y Maite, que estarían preguntando por mí en la casa, buscándome para darme de comer.
Yo jamás les daría ese tipo de espectáculos por mi voluntad, ahí tenés. Creo que desistiría incluso de servirla a una hembra como la Flaca aun viniendo ella a tentarme en el jardín de la casa, mirá lo que te digo. Por no mostrar frente a ellos lo indecoroso del sexo. Para algo me mandaron a la escuela, supongo. Pero en aquella jauría valía todo. Era como si el mundo exterior hubiese desaparecido para nosotros.
La gente nos miraba pasar con un cierto dejo de temor y asco, o se corría contra la pared por miedo a que los atropelláramos ¡cómo sería el embale que llevábamos! Ya, más de una vez, al cruzar alguna calle, yo había escuchado frenadas, bocinazos, el chirrido de las gomas sobre el asfalto, pero no me había dado vuelta ni para mirar. La verdad es que no quería mirar a nadie. Ni a la gente. Es que sufría pensando en que pudiese verme algún amigo en ese trance, babeándome detrás de aquella perra. Que me viera algún amigo del abogado, o de doña Lucía. El arquitecto Constantini, por ejemplo, que diseñó el salón de juegos de los chicos y la pileta, que siempre que va a la casa elogia lo cuidado y terso de mi pelaje. Que me viera así, mezclado entre esa banda de descastados, mordiéndome con los demás, atravesando charcos podridos, pisando mierda. Que me viera el primo de Mauricio, sin ir más lejos, el que le llevó al abogado a la Duquesa para cruzarla conmigo.
Dos noches enteras me dejaron con esa histérica encerrado en el patiecito del fondo para ver si pasaba algo. Pero yo sabía que me estaban espiando, Florencia, Máxima y la hija de Máxima, ahí, cuchicheando, meta chusmear, cagándose de risa de mí. Con esa falta de privacidad, con tanto público, nadie puede tener una relación satisfactoria. Pero hubiese sido terrible que el primo de Mauricio me viera por la calle y le contara al abogado “Vi a su perro corriendo tras una hembra en celo por calle Agrelo. Iba acompañado por un grupo de otros quince miserables”. Aunque no creo que le hubiese sido muy fácil reconocerme. Ya te hablé de la mugre que me cubría, del agua sucia que se me había hecho barro entre las verijas, y las patas, todo, era un asco eso. O los ojos de loco, la expresión, digamos, demencial porque en un momento me miré reflejado en una vidriera y me asusté de mi cara de extravío, de enajenación. Las pupilas dilatadas, la lengua colgándome afuera con una longitud que yo nunca hubiese imaginado que pudiese llegar a tener. Y allí yo estaba regalando mi ventaja. Yo sabía que la Flaca era difícil, pero viva. Ella podía elegir, no mendigaba. Ella era consciente de que tenía atrás a un montón de pelotudos sin dignidad ni orgullo que obedecían al más mínimo de sus caprichos. Podía echar una mirada y decir “Aquel dálmata sí. El cuzco no. Ese terrier también. El rengo no”.
Y sabía elegir, no era boluda. Podía entonces diferenciar un perro bien cuidado de otro muy choto. Podía darse cuenta de aquel que estaba bien cuidado, rollizo, fuerte, sano, del otro que no valía un carajo, el perro de la calle, imbécil, subalimentado, que no sabe obedecer ni una voz de mando, que no ha ido a la escuela, que no sabe que “sit” es “sit” ni que “down” es “down”, y que no puede trotar dos pasos acomodándose al ritmo del caminar del amo. Por otro lado, ella ya me conocía de vista, no hay que olvidar que el año pasado hice la misma peregrinación tras la Flaca sin ningún éxito. Y ella sabía que yo tengo mi buena alzada y que podía servirla sin hacer más grande el escándalo ni el ridículo que representa pirobar en plena calle. Ya lo había demostrado con el Negrito, un cuzco infecto de color indefinido, no más alto que una gallina, vecino de mi casa, que intentó trepársele en la primera parada que hizo la Flaca cerca de la pinturería de don Aldo. Aquella imagen de ese perro ínfimo, viejo para colmo, abrazado a una pata trasera de la Flaca, realizando movimientos pélvicos espasmódicos, la lengua de un rojo, digamos, obsceno, colgándole como una tripa afuera de la boca, era peripatética. Mi competidor era otro. Un símil manto negro que venía tercero, seguramente producto de cien polvos diferentes, con algún gen de dogo argentino por ahí dando vueltas, a juzgar por los ojos colorados de infradotado que tenía, pero despierto, vivo, perspicaz. Un típico espécimen de la calle, que no se ha embrutecido aún del todo con la dieta de la basura diferenciada y que tenía el olfato intuitivo del perro hecho a la intemperie, piola para eludir patadas y saber adónde puede uno meterse en un lío y adónde no. Ese era el rival a vencer. Tenía buen tamaño y se lo veía fibroso y ágil. Trotaba a muy buen ritmo y su respiración no parecía agitada. Se le veía buen morro y mostraba ese algo canallesco y perverso que suelen adorar las hembras en los perros atorrantes. Y la Flaca lo había visto. En cada una de sus sentadas de descanso, ella se hacía la desentendida pero miraba. Pienso que sus escalas eran más de control, que de descanso. Entrecerraba los ojos, preparaba los dientes para mantenernos a raya, y de paso cañazo repasaba al plantel que venía detrás suyo. Yo no sé. Habría hecho una apuesta, tal vez. Tal vez le había apostado a alguna amiga del barrio que reuniría una cifra de más de dos dígitos siguiéndola. Se sentiría, digo yo, una diva de la TV. O un líder de la política. Una hembra predestinada. Yo casi no descartaba que, en algún momento, se detuviera, se trepara a un montículo y nos saliera con un discurso sobre los derechos del animal, algún fragmento de Indira Gandhi, algunos slogans del feminismo, alguna cita de la Madre Teresa de Calcuta, algo de eso. Sin embargo, te digo, salvo el símil manto negro, el resto no era mensurable. Cuarto o quinto venía el bóxer de los Zamorano. Lo vi recién como a las veinte cuadras y se hizo bien el boludo. En verdad, los dos nos hicimos bien los boludos, como si estuviéramos allí por otra cosa, buscando el diario o haciendo aeróbic. El hizo un movimiento así, con la cabeza, como un saludo, pero la fue de desentendido para no demostrar interés, como diciendo: “¿Adónde van todos, che?”. Sexto o séptimo venía el engendro de la familia Mendoza Barrios, al que conozco porque es también del Kennel. Un sorete mínimo, buen perro, que suele mear en los mismos lugares donde yo lo hago en la plaza, cuando nos sacan a pasear. Esa conducta obsecuente y copiona me revienta. Aunque no puedo decir que lo odie. Lo desprecio, apenas. Por atrás, alejado del lote, pude ver también al caniche de los Ochoa, el Rulo, que casi se muere de moquillo el año pasado. Nos peina el mismo peinador y es insufrible. Andaba a los saltos entre la patota, convencido seguramente, el pelotudo, de que era una caza de zorro. Los demás no contaban. Había una sarta de roñosos, con sarna algunos, llenos de moscas y mataduras. Otros que parecía mentira que creyeran que podían tocarle un pelo tan siquiera a esa diosa de la Flaca. Pero uno nunca sabe, te garanto. El gusto de las hembras es inexplicable. El año pasado, ella terminó revolcándose con un misturado mugriento, impresentable, de una raza absolutamente indefinida, que no la largó como por media hora. Y ella tan pancha. Un asco. Un verdadero asco.
Pero yo no estaba dispuesto a aflojar, esta vuelta. Ya llevábamos como cincuenta cuadras y no paraba. Habían aparecido edificios nuevos, olores desconocidos, veredas extrañar y la Flaca no parecía dispuesta a detenerse. Yo escuchaba, dentro de mi barullo mental, el zumbido amenazador y cada vez más cercano, del tráfico de la avenida. Pero no estaba dispuesto a renunciar, como otras veces. Es más, esa combinación de sexo y peligro me enervaba. Jamás, de otra forma, me hubiese juntado con esa pandilla de pordioseros que corrían, jadeaban y ladraban en torno mío. Por un momento pensé, mirá qué cosa, si aquello no sería una nueva trampa de la perrera. Mirá la persecuta. Dudé si la Flaca, esa Flaca esquiva e inalcanzable no estaría trabajando para esos hijos de puta y no nos estaría llevando a todos a una encerrona. Había allí ya casi una veintena de vagos repugnantes que serían un bocado más que apetitoso para los guardias del lazo. Y admito que no me hubiese disgustado verlos a todos rumbo a la cámara de gas. Por mi parte, podía correr ese riesgo. El concejal Ribera Collovini, amigo del abogado, ya había rescatado de la muerte al gran danés de los García Jurado cuando esa bestia se escapó de la casa. Bien podía hacer lo mismo por mí, llegado el caso. Máxime que yo no estaba dispuesto a ceder. Ganaría por obsecación. Por prepotencia de trabajo, como dijera Arlt. Por emperrado, justamente. Mi único temor era que no apareciera el siberiano del negocio de venta de kayaks. Las perras morían por esos ojos azules. Pero al siberiano lo cuidaban como a una joya y lo tenían siempre atado a un tilo, en el jardincito del negocio. En ese momento perdí la cuenta de cuánto éramos. Y no miraba hacia atrás, pero por el rumor de pasos sobre el asfalto, por el vaho caliente y fétido del aliento que nos cubría como una nube atómica, calculo que no seríamos menos de cuarenta. ¡Hasta recuerdo a un gato! No dentro del grupo, por supuesto. Un testigo. Una visión fugaz, que nos miró al pasar, sentado, sin inmutarse, desde el umbral de una puerta, cerca del cruce Alberdi. Nadie le dio bola, nadie lo miró siquiera. ¡Una jauría que en otras circunstancias lo hubiera destrozado en una fracción de segundos si lo descubría! Sólo un terrier chiquito, de esos peludos, se detuvo frente a él como para atacarlo. Era pura parada, yo lo sabía. Jamás se hubiese atrevido a hacerlo por sí solo, sin nuestra ayuda. Pero se paró un instante como diciendo: “¡Hey, acá hay un gato!”. Y nos miraba a nosotros que nos alejábamos, y al gato, como esperando refuerzos. Ninguno le dio pelota. Había que ser un fundamentalista muy recalcitrante para abandonar el seguimiento de la Flaca por un gato. Pero no me extrañó esa actitud del terrier. Se decía que era puto. Ya alguna vez lo había visto yo en actitud muy sospechosa con un dálmata en la plaza Alberdi y, al parecer, el dálmata le estaba dando cuerda. Además, cuando íbamos detrás de la Flaca, un par de veces que ella se detuvo, un galgo de montón, de esos que no reconocen una liebre de una perdiz, se lo quiso montar al terrier y éste lo dejaba.
Al final, después de amagarle un par de veces al gato, se vino cagando con nosotros. Y el gato ni se inmutó. Hay que reconocerle eso a los gatos. Los huevos que tienen. Y algo más. Son más discretos para la relación sexual. Nada de correr en tropilla detrás de una hembra. Nada de andar dando ese espectáculo violento de coger en las esquinas, ante la mirada horrorizada de las viejas o el fingir que no te han visto de los hombres. Ellos hacen lo suyo de noche y en los tejados. Lejos de la vista humana. Se cagan a arañazos, eso si, y vuelven hechos flecos con sus patrones, pero mantienen un decoro. Me han dicho –y las he oído también- que las gatas gritan como marranas cuando se las cojen, pero ésas son cosas de la pasión.
También dicen que los gatos tienen el pito en forma de flecha. Que lo meten y después no lo pueden sacar, y de allí los gritos. Pero nunca le escuché decir eso a ningún veterinario. Admito que los gatos son un error de la naturaleza, pero de allí a tener el pito en forma de flecha ya me parece una exageración. Gritarán las gatas porque les gusta y en ese aspecto no son demasiado rescatadas. Uno tampoco puede afirmar que ha estado siempre lejos del escándalo. Me acuerdo años atrás con una doberman, que quedamos abotonados más de una hora frente a un colegio de monjas. Eso es feo, lo admito. Es una experiencia jodida que no deseo ni al peor de mis enemigos.
Eso de tener que esperar tanto tiempo, cada uno mirando hacia latitudes diferentes, dando a entender que no ocurre nada extraño, escuchando, cagado de vergüenza, las preguntas improcedentes de los pibes a sus padres, o temiendo que se acerque alguna vecina caritativa, o airada, con un balde de agua o, lo que es peor, con un palo de escoba para terminar con ese escarnio.
Quien ha pasado por eso, ya ha pasado por todo. Pero yo no estaba dispuesto a ceder. Cuando vi que llegábamos a la Escuela República de Méjico, me di cuenta de que la Flaca enfilaba directamente hacia la Avenida y no parecía dispuesta a detenerse. Se olía gasolina en el aire, y el humo de los escapes. Sin duda quería someternos a una última prueba de valor y destreza. Quería saber hasta dónde estábamos dispuestos a arriesgar el cuero por ella y procuraba hacer una selección rigurosa que en nada podía envidiar a la que se hace para elegir astronautas. Era el momento de actuar. Era el momento de demostrar personalidad y tomar la iniciativa. Apuré el trote y puse mi hocico a la altura de su anca derecha. Con sólo inclinar un poco la cabeza podía morderla. Sentí el perfume enloquecedor de su cuerpo. Reconozco que perdí la razón. Ella estaba allí, al alcance de mi tacto y de mi olfato. Su pelaje amarillento vibraba de tanto en tanto, como fuera de control, en un temblequeo nervioso producto del movimiento del andar y el desenfrenado frenesí del deseo. Supe que podía ser mía. Giró la cabeza y me miró, me miró a los ojos. Y ahí no vi nada más. Ni vi ni escuché ni sentí nada más. Sólo sé que hubo como una explosión y todo se me puso negro. Dicen que volé más de quince metros. Esa es la cagada de los trolebuses, son silenciosos. Uno no los escucha venir. Los que los defienden argumentan que no hacen ruido y no polucionan. Por mí que se vayan todos a la puta madre que los remil parió. Ni sé quién me trajo de vuelta a la casa. No me puedo mover. Tengo un vendaje que pica una barbaridad y que me agarra las dos patas de atrás y hasta la cintura. Cada tres horas viene el veterinario y me pone una inyección que duele más que la mierda. Para colmo el abogado se la pasa preguntando, muy caliente, para qué me habrán mandado a la escuela. Casi no tengo ganas de comer, y como diría Hernández, por doler me duele hasta el aliento. Escucho decir a la señora que será mejor insistir con la dálmata. Pero que, al menos, ya ha pasado el peligro de tener que sacrificarme.


De "Uno nunca sabe y otros cuentos"

viernes, 27 de mayo de 2011

Invisible Cities: Ottavia

No te preocupes, sé feliz


No te preocupes, se felíz
Esta es una pequeña canción que escribí,
tal vez quieras cantarla nota por nota.
No te preocupes, se feliz.

En cada vida tenemos algunos problemas,
pero cuando te preocupas son el doble.
No te preocupes, se feliz ahora.

No hay sitio para apoyar la cabeza,
alguien puede venir y quitarte la cama.

No te preocupes, se feliz.

El dueño del apartamento dice que no has pagado todavía,
que puede que tenga que litigar. No te preocupes se feliz
(mírame a mi, estoy feliz).

No te preocupes, se feliz.
(Te pasaré mi número de teléfono. Cuando estés preocupado, llámame. Te haré feliz).
No te preocupes, se feliz.

Sin dinero, sin estilo, sin chica para hacerte sonreír.
Pero no te preocupes, se feliz, porque cuando estés preocupado tu cara se arrugará y eso deprimirá a todo el mundo. Así que no te preocupes, se feliz.

Ahora, es esta la canción que escribí.
Espero que la hayas aprendido nota-por-nota, como un buen niño.
No te preocupes, se feliz.
No te preocupes, se feliz.

El dueño del apartamento dice que no has pagado todavía,
que puede que tenga que litigar. No te preocupes se feliz
(mírame a mi, estoy feliz).

No te preocupes, se feliz.
(Te pasaré mi número de teléfono. Cuando estés preocupado, llámame. Te haré feliz).
No te preocupes, se feliz.

Sin dinero, sin estilo, sin chica para hacerte sonreír.
Pero no te preocupes, se feliz, porque cuando estés preocupado tu cara se arrugará y eso deprimirá a todo el mundo. Así que no te preocupes, se feliz.

Ahora, es esta la canción que escribí.
Espero que la hayas aprendido nota-por-nota, como un buen niño.
No te preocupes, se feliz.

lunes, 23 de mayo de 2011

Lucas Fernández Peña

Se conoce a Lucas Fernández Peña como el fundador oficial de Santa Elena de uairén en 1923, nacido en el estado Cojedes en 1894, fue un aventurero que quería conocer el mundo. durante sus internadas en la zona del Uairén debió hacer frente a los ingleses que querían adueñarse y colonizar la zona, Lucas contaba con una buena cantidad de indios en su ejercito e hizo retroceder a los ingleses varios kilómetros fuera de las tierras cercanas al Uairén reconquistando para Venezuela muchísimos kilómetros de terreno que estaban en manos de los Ingleses.

foto:

Alejo carpentier Entrevista 1977

sábado, 21 de mayo de 2011

Enanitos Verdes - La Muralla Verde

Enanitos Verdes - Solo Dame Otra Oportunidad

Enanitos Verdes - Te Vi En Un Tren

Mil Horas - Enanitos Verdes

Git -Ana

SIEMPRE FUISTE MI AMOR

Instrucción Cívica - La Chica Tartamuda (1986)

Instrucción Cívica - Obediencia Debida (1986)

viernes, 20 de mayo de 2011

MIGUEL MATEOS BESO FRANCES

"Obediencia debida"

tapa de Obediencia debida, de Instrucción Cívica
"Obediencia debida"
El disco de Instrucción Cívica fue editado en 1986.
La lista de temas es:

  1. Obediencia debida
  2. De cama en cama
  3. Que tiren la bomba
  4. Te pido una noche
  5. Composición tema: los ñoquis del 29
  6. La chica tartamuda
  7. País de cadáveres
  8. Vividor
  9. Atravesándome la sien

‘Numerati’ de Stephen Baker

Nos vigilan. Pero de verdad. No hace falta recurrir a Gran Hermano, sociedades ocultas que persiguen dominar el mundo o a la conspiranoia desatada. Nos vigilan alegremente, públicamente, impunemente. Y nos gusta. Ésta es, más o menos, la tesis que plantea Stephen Baker en su inquietante ensayo Numerati.

Experto en matemáticas y nanotecnología, Baker es, además, periodista y ha colaborado en publicaciones como ‘The Wall Street Journal’, ‘The Boston Globe’ o ‘Business Week’. Ha vivido en Venezuela, Ecuador y Francia, pero ahora reside en Montclair, New Jersey. Así que sabe de lo que habla.

Internet, Amazon, Facebook, el teléfono móvil, las cámaras de seguridad, las tarjetas de crédito… miles de ingenieros, matemáticos e informáticos rastrean y manejan la información que generamos a cada instante. Empleando la ciencia estadística, entonces, analizan todos nuestros actos para conocer nuestras costumbres y gustos y posteriormente vender toda esta información a multinacionales, partidos políticos y gobiernos de todo el mundo.

¿Dónde se encuentra el límite de la privacidad? ¿Hasta qué punto es lícito tener acceso a información íntima? ¿El miedo sirve como salvoconducto para imponer medidas de control que ni Orwell hubiese imaginado?

No existen las organizaciones que quieren dominar el mundo. Lo que existen son personajes que dedican su vida a construir modelos matemáticos que puedan definir con certeza, por ejemplo,cuanto tendría que bajar el precio de una bebida para que dejarais de comprar su competidor más directo.

Llevo meses dando conferencias sobre los numerati por Norteamérica y, cuando describo sus averiguaciones sobre lo que llevamos en nuestros carritos de compra o lo que tenemos en los botiquines de casa, observo que la gente empieza a menearse en sus asientos y a hablar en voz baja con los de al lado. Les preocupa el asalto a la privacidad y les alarma saber que Yahoo! captura una media mensual de 2.500 datos sobre cada uno de sus 250 millones de usuarios. Al final de las conferencias, alguien suele preguntar si podemos hacer algo para protegernos de los inquisitivos numerati.

A la luz de las pruebas que aporta Baker, no parece que podamos hacer gran cosa. Porque, incluso, existen maquinas que analizan los títulos de nuestros posts, la tipografía que usamos, los colores o la frecuencia con que citamos determinadas palabras para saber lo que pensamos.

[...] Umbria Communications. Esta compañía recolecta los millones de palabras que se escriben en los blogs cada hora, con el propósito de saber qué pensamos tú y yo, y todos los demás usuarios. En especial, le interesa saber qué deseamos. [...] Howard Kaushansky, presidente y fundador de Umbria [...] me describió en qué consistía el negocio de Umbria [...] Convertimos el mundo de los blogs en matemáticas. Y luego te convertimos a ti en matemáticas.

En definitiva, Numerati es un libro que parece conspiranoias pero no lo es. Está tratado con el suficiente grado de escepticismo y reserva como para ser serio y riguroso, y además aporta datos concretos sobre empresas y hechos que son fácilmente verificables. Así que dejad de leer vende-humos y echad un vistazo a Numerati: empezaréis a entender de verdad lo que está pasando delante de vuestros propios ojos.

Editorial Seix Barral
Colección: Biblioteca Abierta
240 páginas
ISBN: 978-84-322-3195-7


Shalom Shabazi


Shalom Ben Yosef Shabbazi, también conocido como Abba Shalem Shabbezi, Shalom Shabazi o Salim Elshibzi (en hebreo שלום שבזי, en árabe سالم الشبزي) fue uno de los más grandes poetas judíos que vivían en el Yemen del siglo XV i ahora es considerado el "Poeta de Yemen". Shabazi nació en el año 1619 en el barrio judío de Sharab, cerca de Ta'izz, y vivió casi toda su vida en Ta'izz, ciudad de la cual fue expulsado, junto con la mayoría de los judíos yemenitas en el año 1679. Murió en el año 1720. Su padre, Yosef ben Abidjad bin Khalfun, también fue rabino y poeta. Su diwan poético de adoración, en el cual escribió unos 550 poemas, fue publicado por primera vez por el Instituto Ben-Zvi en Israel en el año 1977. Escribía en hebreo,arameo y judeo-árabe. Otros escritos de Shalom Shabazi incluyen un tratado de astrología y un comentario cabalístico en la Torá. En nuestros tiempos, la tumba de Shalom Shabazi en Ta'izz es reverenciada por judíos y musulmanes por igual. Actualmente es considerado por los académicos como el "Shakespeare de Yemen".

Shalom Shabazi además escribió un comentario sobre la Torá llamado "Jamdot Yomim". Su liderazgo fue instrumental en ayudar a los judíos de Yemen a sobrevivir algunos de los días mas difíciles de la persecución en su historia. Mori (los judíos yemenitas no llaman a sus líderes espirituales "rabino", sino "Mori", palabra aramea que significa "mi maestro") Shabazi escribió una kiná o canto de duelo para ser rezado durante Tisha b'Av, para recordar el exilio de los judíos yemenitas a una región en el desierto llamada Moza; durante el tiempo que los judíos estuvieron exiliados allí, se cree que aproximadamente un 20% de la comunidad pereció. El diwan del Mori Shabazi se ha convertido e una parte muy especial de los judíos yemenitas e incluso forma parte de su vida cultural. Shalom Shabazi escribió casi 1500 diwan que abordaban casi todos los temas en el judaísmo, aunque lastimosamente sólo unos 300 lograron sobrevivir a la persecución, el tiempo y la falta de una imprenta en Yemen. Los diwan (poemas/canciones) de ShalomShabazi están escritos en árabe, hebreo y arameo. El gobierno Israelí se encuentra haciendo esfuerzos para traer sus restos a Israel y darles la sepultura digna del gran rabino, líder y sabio que fue.1

[editar]Shalom Shabbazi en la cultura popular Israelí

El poema de Shalom Shabazi, "Im Nin'alu" (אם ננעלו) se convirtió en un hit de la música moderna, no sólo en Israel sino que se convirtió en la primera canción del Medio Oriente que topaba las carteleras musicales de Europa. Esta canción era cantada por Ofra Haza. Otras canciones escritas por Shalom Shabazzi, como As'alk (أسألك), han sido interpretadas por Zion Golan, Aharon Amram, Shoshana Damari y Ofra Haza. Otro conocido poema, "Et Dodim Kalá", fue grabado por Zohar Argov.


Ofra Haza - Im Nin'alu (Original Version - 1984)




"Im Nin'alu" is a Hebrew poem by the 17th century's Yemenite Rabbi Shalom Shabazi, which has later been put to music and was sung by Israeli singer Ofra Haza, among others.
Yemenite Jews have been singing it in various celebrations, mainly weddings. Most of the song is about the angels praising and singing to god.

This is the original version recorded by Ofra, from the album "Yemenite Songs" a.k.a. "Shirey Teyman".
In this album Ofra returned to her roots interpreting traditional Yemeni Jewish songs with lyrics coming from the poetry of Rabbi Shalom Shabazi. The album was recorded with both traditional and modern musical instruments; wooden and metal percussion, Yemenite tin and tambala, strings, brass and woodwind as well as drum machines and synthesizers.

In 1988, a remix of this song became an international hit for Ofra, topping the charts in various countries including the UK, Germany and the US. You can hear it here:
http://www.youtube.com/watch?v=5px-ppcQDps&feature=related
A third version was recorded by Ofra in 1997:
http://www.youtube.com/watch?v=A0TKXyUbxPw
And there is also a live version from 1978:
http://www.youtube.com/watch?v=O2xNTzlFSk0
The album Forever Ofra Haza - Her Greatest Songs Remixed was released in 2008.
My two favoriets from this album are:
the unplugged mix:
http://www.youtube.com/watch?v=IuL0CFZCKF0
and the bridge mix:
http://www.youtube.com/watch?v=Y2wcDyG639Y

Madonna used parts of "Im Nin'alu" for her song "Isaac", when she released the album "Confessions on a Dance Floor" in 2005.

Some of the lyrics are:

IM NIN'ALU - If they are locked,
DAL THAEY NA DI VIM - The doors of the generous ones.
DAL THAEY MA ROM - The doors of the sky,
LO NIN'ALU - won't be locked.
EL HI MA RE MAM AL KARUVIM - God is alive and sublime to the angels,
KULAM BE RUHO YA'ALU - In his spirit they'll rise above.
EL HI - god is alive.

And in English only:

If the doors of the generous ones are locked,
The doors of the sky won't be locked. (sky refers to heaven/god).

If the doors of the generous ones are locked,
The doors of the sky won't be locked.
God is alive and sublime to the angels,
In his spirit they'll rise above.

God is alive.

Cause they are close to him,
They will thank and praise him.

God is alive.

Six wings around (of the angels),
They are flying (around god).

If they are locked
If they are locked,
If the doors of the generous ones are locked,
The doors of the sky won't be locked.

God is alive and sublime
God is alive and sublime,
God is alive and sublime to the angels,
In his spirit they'll rise above.

Categoría:

Música

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