Con los tres episodios que hay publicados ya en Netflix, queda claro que la serie ‘Snowpiercer: rompenieves’ de TNT no es una adaptación pura y fiel de la película de Bong Joon-ho, lo cual deja abierta su relación real con el cómic original. En realidad, no acaba siendo ni una cosa ni la otra y toma ideas de sus dos fuentes originales mientras trata de crear algo relativamente nuevo, introduciendo subtramas como la investigación criminal.
En lo que se diferencian los tres trabajos es que en las dos versiones audiovisuales tratan sobre la revolución. El cómic es más sombrío porque recrea un mundo tan acabado en donde incluso la revolución es inimaginable. Lo que diferencia a ‘Snowpiercer: rompenieves’, la serie, sobre la adaptación cinematográfica, es que supone un punto menos idealizado e irreal que la película. Ya sea por un presupuesto más ajustado y la cualidad de las lentes de televisión, hay un punto menos gillianesco y más de una serie policíaca normal.
Las novelas gráficas
‘Rompenieves’ (Le Transperceneige, 1982) de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette es un cómic francés de culto sobre la historia de un mundo destruido por una nueva era de hielo. Como en los films, el resto de la humanidad se encuentra en un tren especial de 1.001 coches de largo que están dando vueltas sin parar alrededor del globo. Las personas más pobres están selladas en la sección de cola y las más ricas están en la sección de primera clase con el resto de la humanidad dividida en vagones.
El autor Jacques Lob establece la dura realidad de la vida a bordo de un solo tren con la ayuda del fantástico arte en blanco y negro de Jean-Marc Rochette, y ambos retratan la vida de Proloff, el personaje principal, que escapa de la cola y lo llevan a encontrarse con los líderes del tren. En el camino, conoce a una activista llamada Adaline con la que descubrirá los secretos del rompenieves. Pese a que la historia que cubre la película pertenece a solo un tomo, hay varios volúmenes que llevan la historia a todo el mundo.
La primera novela gráfica retrata a una sociedad dura y cruel que se ha hundido en las profundidades de la desesperación. La sección de primera clase está marcada por la opulencia, el sexo decadente y la degradación humana a través del materialismo vacío. Sin embargo, no juega con el blanqueamiento de su protagonista y sus motivaciones no son siempre tan puras e inmaculadas. Sin embargo, no hay tantas diferencias entre la novela gráfica y la serie como con la película.
Línea temporal
Técnicamente la serie ‘Snowpiercer’ tiene lugar 10 años antes de lo que narra la película, siete años después que la Tierra se congele, sin embargo pese a que están funcionando en un mismo universo hay detalles que hacen pensar en tres productos independientes. Los personajes están igual de demacrados y derrotados, que en las viñetas, pero a diferencia de los del film, no están preparados para una gran revuelta. Por tanto, la serie no parece caminar hacia la sublevación y no pone el cronómetro contrarreloj. Así, hay un desarrollo del personaje principal más pausado y no tiene interés en dirigirse de cualquier forma al fin.
Es más, teniendo en cuenta cómo se desarrollan los capítulos que llevamos, y entrando en una secuencia "oficial" de hechos, no tiene pinta de que lleguemos a ese punto en las temporadas que siguen, habría una década hasta la rebelión de Curtis. Y en este aspecto también se diferencia con el cómic hasta ser un producto claramente individual, que no se complementa con las otras ni enriqueciendo ni arruinando la experiencia del otro. Y es que, si bien tanto en la novela gráfica como en la película los personajes llegan al final del tren, las experiencias no podrían ser más diferentes.
Sí que hay algún punto en común con la serie y el cómic, ya que cuando Proloff es liberado, lo llevan directamente a conocer personajes. Aunque en el tebeo, conoce a Alec Forrester, un ingeniero que desarrolló la idea del movimiento perpetuo que le hace cargo del cuidado del motor. Luego hay un salto al futuro donde vemos que Proloff se lamenta de que ya nada parece funcionar y que solo quiere que el tren se detenga. Una conclusión anticlimática, deprimente y algo insatisfactoria.
Entre la versión Hollywood y el cómic
En la película, Curtis va superando obstáculo tras obstáculo y debe abrirse camino con la ayuda de otros a través de cada puerta y punto de control en una estructura de videojuego y film de supervivencia que acaba también en la sala de máquinas en donde se encuentra con su creador, el venerado Wilfred. La diferencia es que el final tiene una revelación terrible en la que los niños robados están siendo utilizados para mantener en marcha el motor, con los traidores en la cola colaborando con Wilfred para "equilibrar" la población del tren.
En la serie participa de la permeabilidad entre vagones del cómic. Lejos de estar en la cola desde el principio y movernos con ellos “fase a fase”, se puede ir picoteando en la vida de los pasajeros de todas las clases y partes del tren. Además, la serie se desmarca del misterio final exponiendo este equilibrio desde los primeros episodios, cuando sabemos que Wilford Industries ha dado la orden de que no nazcan más niños en la sección de cola, e incluso muchas mujeres han sido esterilizadas.
Para mantener este tren y mantenerlo se exige un cierto nivel de orden en todos los pasajeros, por lo que, quitando las similitudes visuales, como la escena de la amputación del brazo como castigo, la comida en tabletas galatinosas, y detalles de la fotografía, ‘Snowpiercer: rompenieves’ de Netflix se aparta del film más que de las viñetas. Pese a que en aquellas no hay una gran importancia a la trama de investigación que se desarrolla en los primeros episodios. Aquí el personaje de Jennifer Connelly, Melanie, es en realidad el Sr. Wilford.
Dilemas de clase y ecología
Tanto en la película como en la serie la estructura de clase en el tren es lo más importante. Los ricos están al frente y los pobres están atrás. Sin embargo, en la novela gráfica la disminución de los recursos es un tema constante, dando a entender que la causa pudo ser que un tipo de arma salió mal creando un desastre ambiental que condiciona el día a día de todas la población del tren, dejando el tema de la justicia social que tanto preocupa al coreano en su cine. Ahora, el desastre ambiental y el apocalipsis inminente es particularmente oportuno.
Por ello, la serie comparte con el cómic un menor repiqueteo marxista y pone también peso en el cambio climático, que si bien era importante en 2013, no era tan preocupante y ubicuo en los medios gracias al activismo de personalidades como Greta Thunberg, nombrada Persona del Año, por lo que también se diferencia en el origen del problema, de un lejano 1982 más preocupado en la energía nuclear que el calentamiento global. Este es otro factor que resta importancia a la revolución como motivación principal. El Proloff del cómic solo quiere salir de la cola.
Como otros héroes postapocalípticos grises, admite que no tiene interés en ayudar a la cola, su viaje hacia adelante junto a Adaline van con guardias y nadie los sigue. Otro detalle es que ambos van rapados, porque se considera que las personas que viven en la cola están llenas de enfermedades y es un requisito para evitar que propaguen piojos o enfermedades, simbolizando el desprecio que sienten por ellos y la deshumanización. Sin embargo Andre lleva unas generosas rastas en la serie.
Maneras de vivir
En la novela gráfica comen ratas, y una carne sintética conocida como ‘Mama’ destinada que a la clase media. Más arriba prueban el conejo y los más ricos comen frutas y verduras cultivadas en un vagón del tren, que es más estrecho, por lo que no encontramos vacas. También hay un vagón abarrotado para pobres, la cola, pero en la versión de cine hay algo de luz de ventanas, espacio para caminar y dormir en cubículos. Lo que tiene que ver en la serie es que no hay privacidad en absoluto, y también está sucio, oscuro y demasiado lleno de gente. Como en el cómic, tenemos un prólogo en el que se ve como meten a todos a la fuerza.
Un episodio muy descorazonador del cómic ha sido replicado en la serie, el del viejo pide por su cumpleaños que le dejen solo durante tan solo una hora, lo que utiliza para suicidarse con tranquilidad con el cable de carga de un aparato musical. Un horrible recordatorio de lo oscura que se ha vuelto la vida para la clase más oprimida del tren. Como en el cómic, el los sucesivos episodios no hay una presencia constate de este vagón, aunque sí volvemos a el de cuando en cuando.
La serie también muestra un interés romántico entre los protagonistas, pese a que no se desarrolla de forma similar. De momento no hay un culto religioso que adora el motor de los trenes, pero sí hemos visto un vagón bar. Sala de espectáculos, que en las viñetas está más inclinado a servir de burdel para la clase alta. En la serie de Netflix hay una representación del sexo como forma de pasar el tiempo, pero no de forma tan depravada y sórdida, sino de forma más aleatoria, con otras implicaciones— la inclusividad y la representación LGTBI—, pero acaba acaba convirtiéndose en insertos pobretones y horteras.
La inclusión más importante, quizá es la recuperación de un virus, que en el cómic está infectando los habitantes a bordo del tren y que en la serie aparece de forma tangencial, aunque podría tener que ver con el desarrollo de la parte final de la novela en un futuro. Lo que queda claro es que la serie no es tan parecida al film de Bong Joon-ho como pueden achacar sus seguidores, sino que, de momento, en varios aspectos, se ajusta más al material de base original.
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