miércoles, 20 de octubre de 2021

Cuéntame un cuento: La amapola encantada

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La amapola encantada


Había una vez una mujer bella y buena a la que todos querían.

Todos, menos una malvada bruja, que, llena de envidia, le echó un hechizo convirtiéndola en amapola.

Sin embargo, el hechizo no era lo suficientemente poderoso, y cuando se ponía el sol, la infeliz víctima dejaba de ser flor y volvía a convertirse en persona. Así, todas las noches, la joven regresaba a su casa, donde su marido la esperaba impacientemente.

Una noche le dijo a su marido:

-¡Tienes que salvarme, ya no puedo seguir así!
-Pero ¿qué puedo hacer yo?
-Si consigues cortarme, se romperá el hechizo.

El marido se lo prometió, y a la mañana siguiente se dirigió al campo, pero se encontró con que había millares de amapolas.

-¿Cómo sabré cuál es mi amada esposa? -se lamentó.

De pronto encontró la solución.

-¡Será la única que no tenga rocío en sus pétalos, pues ella ha pasado la noche junto a mí! -gritó feliz.

Y efectivamente, encontró la flor que buscaba, la cortó y su esposa volvió a transfromarse para siempre en la bella mujer que había sido.

Y Colorín Colorado...


LA HISTORIA SECRETA DE LAS PLANTAS - LA AMAPOLA

Amapolas: todo sobre ellas, como sembrarlas, transplantartas y juntar se...

lunes, 18 de octubre de 2021

La historia de Kempton Bunton, el jubilado antisistema que robó «El Duque de Wellington»

 

Acababa de arrancar la década de los 60 y una noticia llegó a copar los titulares de los principales periódicos británicos: Charles Wrightsman, un magnate del petróleo americano, había adquirido por la exorbitante suma de 140.000 libras el retrato de El Duque de Wellington. Esta obra fue realizada por el español Francisco de Goya. La noticia de que lo que casi era considerado un tesoro nacional fuera a abandonar el país causó un gran revuelo. Y presionado por los amantes del arte, el Gobierno de su Majestad decidió financiar con fondos públicos la compra de dicha obra con el objetivo de retenerla en suelo británico, tomándose la decisión de exhibirla en la escalera principal de la National Gallery.   

Paralelamente, un desconocido conductor de autobuses jubilado llamado Kempton Bunton vivía su propia odisea personal. Estaba enfrentado en una desigual batalla contra un inspector de licencias de televisión, la BBC e incluso el propio Gobierno británico por una causa que consideraba injusta y abusiva: el pago del canon para poder ver televisión por cable. Y como en aquellas películas de tramas múltiples con finales conectados tan del estilo de González Iñárritu, estas dos historias, aparentemente inconexas, estaban llamadas a desembocar en un final común en un futuro no muy lejano.  

Un ladrón indignado  

Volvamos al principio de la trama. A principios de la década de los 60 el Reino Unido impuso un canon a pagar por el uso de la televisión. Un impuesto que en sus primeros años fue tremendamente impopular. Algo que resultó especialmente irritante para un tal Kempton Bunton, un pensionista que según sus amigos y familiares designaba a dicha tasa como un auténtico robo”. La consideración de tal impuesto como algo injusto le llevó a negarse a pagar las 4 libras anuales que costaba en sus primeros años. Y ni siquiera la amenaza de un recargo de otras 2 libras como penalización por impago logró que se amedrentara. Su particular enfrentamiento contra el estado no iba por buen camino. Y su punto de vista sobre el carácter abusivo de la misma no era, lógicamente, compartido por los tribunales de justicia, que le condenaron a 13 días de cárcel 

El enfado de dicho individuo tocó techo cuando a través de los medios vio que mientras el gobierno acrecentaba la presión contra ellos para aumentar la recaudación, al mismo tiempo, según su opinión, incurría en derroches como la compra de un simple retrato. Una vez éste fue expuesto en la National Gallery se acercó a verlo. Y el destino quiso que una simple conversación con uno de los guardias de seguridad diera pie a uno de los robos más singulares de la historia.  

Un robo muy peculiar  

Uno de los encargados de la vigilancia en una sala comentó a Kempton lo fácil que resultaba su trabajo. Las alarmas de seguridad que se habían instalado reducían su labor a mínimos. Estas daban la señal si alguno de los cuadros expuestos se movía. La excepción era a primera hora, cuando estas se desconectaban para que el personal de limpieza hiciera su labor.  

No se puede decir que Kempton trazara un plan excesivamente minucioso para el robo del famoso cuadro de El Duque de Wellington. Simplemente si limitó a visitar el museo un día de agosto a última hora para dejar la ventana del baño abierta, la misma por la que entró al día siguiente cuando en el mismo se estaban realizando las labores de limpieza. Teniendo en cuenta el reducido tamaño de la misma, de unos 50 centímetros, y que el autor del hurto medía casi 1,85 metros y pesaba 115 kilos, además de padecer una aguda miopía, la sustracción debió de ser sumamente aparatosa y seguramente le llevó un tiempo apreciable. Tras descolgarlo, y con toda la tranquilidad del mundo, Kempton abandonó el museo por la misma ventana por la que había entrado portando el voluminoso retrato en sus manos.  

¿Dónde está el cuadro de El Duque de Wellington?  

Ese mismo día, poco después de abrir el museo, saltaron las voces de alarma. El preciado cuadro de El Duque de Wellington había sido sustraído y no se tenía ni la menor idea de quién o quiénes podían haber sido los autores del hurto. Un primer examen de la policía no logró dar con una explicación racional de su desaparición. Inmediatamente se anunció una recompensa de 5.000 libras a quien pudiera dar una pista sobre su paradero. Ante el asombro de todos, un cuadro que había costado una fortuna había sido robado tras sólo 19 días en exposición. Y los fallos de seguridad supusieron que el director del museo se viera forzado a dimitir.  

La situación resultaba tan esperpéntica que fue inevitable que comenzaran a circular rumores sobre el destino del retrato. Unos pocos aseguraron que detrás de dicha maniobra estaba su original comprador, el magnate estadounidense, que receloso con la decisión del Gobierno Británico quiso, a través de este hurto, hacerse con la posesión del mismo.

Otros aseguraron que el cuadro había salido del país y estaba en manos de traficantes de arte. La misma Interpol concluyó que el retrato, con total seguridad, estaba en el extranjero. Y tras una búsqueda por tierra, mar y aire con la participación de perros, buques e incluso aviones la policía británica reconoció no contar con ninguna pista. Las especulaciones sobre el destino del cuadro dieron incluso lugar a un hilarante gag en la primera película del espía James Bond. Casi de soslayo, el famoso agente, encarnado entonces por Sean Connery, encontraba el retrato apoyado en un caballete en el interior de la guarida submarina de su archienemigo, el Doctor No.  

Los agentes de policía estaban muy equivocados sobre el paradero del cuadro de El Duque de Wellington

Los dictámenes policiales no podían estar más equivocados. El cuadro de El Duque de Wellingtonse encontraba en casa del propio Kempton, envuelto en papel y escondido dentro del armario de su dormitorio oculto incluso para su propia mujer. Y ahora que todo el país estaba en jaque buscando el mismo consideró que ese era el momento para jugar sus cartas.  

Creyéndose una especie de Robin Hood contemporáneo, el antiguo conductor de autobuses envío cartas a la policía y varios medios donde reclamaba, para que la obra fuera devuelta, el pago de 140.000 libras que deberían ser repartidas entre los más necesitados. Una acción que según sus propias palabras debía tocar el bolsillo de aquellos que querían más al arte que a la caridad”. Estas primeras misivas fueron del todo ignoradas. Pero lejos de cejar en su empeño reenvió una segunda remesa de cartas más centradas en su verdadero objetivo. En ellas mencionaba explícitamente su indignación con la tasa de la BBC. Y argumentaba que el dinero del rescate sería utilizado para sufragar el coste de dicho canon para jubilados y pobres.  

Kempton continuó mandando cartas esporádicamente. Hasta que, en 1965, harto de este juego del gato y el ratón, decidió acabar con todo y dejar dicha obra en una taquilla de una consigna de una estación de tren, tras lo cual avisó al rotativo DailyMirror. Si su desaparición había estado envuelta en un misterio sin resolver, su reaparición lo había superado con creces. El retrato, en buen estado pese a las condiciones en que había sido mantenido, fue de nuevo expuesto unos días después como si nada de lo acontecido hubiera sucedido.  

Un final casi feliz 

A mitad de 1965 Kempton seguía pensando en la oportunidad perdida que supuso la posesión del cuadro. Su inquietud aumentó cuando un día, mientras estaba en un pub cercano a su casa junto a unos conocidos, proporcionó demasiados detalles del robo. Asustado por creer que podía ser delatado para así poder cobrar la recompensa, decidió entregarse en la comisaría más cercana. Su singular confesión, ignorada en un primer momento por los agentes, fue progresivamente captando la atención de los policías por incurrir en detalles que solo alguien muy cercano al robo podía conocer. Como era habitual en esos años, la historia acabó filtrándose a los medios. Y en el curso de unas horas ese completo desconocido había pasado a ser portada de todos los periódicos.  

Kempton se atrevió incluso a bromear con los agentes, indicándoles que, si no hubiera sido por propia voluntad, estos no hubieran logrado encontrar el El Duque de Wellington ni en 800 años”. Su peculiar lucha contra la tasa televisiva le granjeó la simpatía del público en general. Y logró ser asistido legalmente de forma gratuita por uno de los mejores abogados del momento, lo que le valió una condena reducida de tan sólo tres meses de cárcel. Desgraciadamente para él, su odisea no logró que la BBCretirara el canon. Pero sin duda comprendió que en su particular lucha no estaba del todo solo. 

https://www.eliberico.com/la-historia-de-kempton-bunton-el-jubilado-antisistema-que-robo-el-duque-de-wellington/

martes, 12 de octubre de 2021

Las cosas por limpiar | Tráiler oficial | Netflix

Tía en dificultades y explicada o no (Cortázar, "Historias de cronopios y de Famas", 1962)

 


Tía en dificultades

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¿Por qué tendremos una tía tan temerosa de caerse de espaldas? Hace años que la familia lucha para curarla de su obsesión, pero ha llegado la hora de confesar nuestro fracaso. Por más que hagamos, tía tiene miedo de caerse de espaldas; y su inocente manía nos afecta a todos, empezando por mi padre, que fraternalmente la acompaña a cualquier parte y va mirando el piso para que tía pueda caminar sin preocupaciones, mientras mi madre se esmera en barrer el patio varias veces al día, mis hermanas recogen las pelotas de tenis con que se divierten inocentemente en la terraza y mis primos borran toda huella imputable a los perros, gatos, tortugas y gallinas que proliferan en casa. Pero no sirve de nada, tía sólo se resuelve a cruzar las habitaciones después de un largo titubeo, interminables observaciones oculares y palabras destempladas a todo chico que ande por ahí en ese momento. Después se pone en marcha, apoyando primero un pie y moviéndolo como un boxeador en el cajón de resina, después el otro, trasladando el cuerpo en un desplazamiento que en nuestra infancia nos parecía majestuoso, y tardando varios minutos para ir de una puerta a otra. Es algo horrible.
Varias veces la familia ha procurado que mi tía explicara con alguna coherencia su temor a caerse de espaldas. En una ocasión fue recibida con un silencio que se hubiera podido cortar con guadaña; pero una noche, después de un vasito de hesperidina, tía condescendió a insinuar que si se caía de espaldas no podría volver a levantarse. A la elemental observación de que treinta y dos miembros de la familia estaban dispuestos a acudir en su auxilio, respondió con una mirada lánguida y dos palabras: «Lo mismo». Días después mi hermano el mayor me llamó por la noche a la cocina y me mostró una cucaracha caída de espaldas debajo de la pileta. Sin decirnos nada asistimos a su vana y larga lucha por enderezarse, mientras otras cucarachas, venciendo la intimidación de la luz, circulaban por el piso y pasaban rozando a la que yacia en posición decúbito dorsal. Nos fuimos a la cama con una marcada melancolía, y por una razón u otra nadie volvió a interrogar a tía; nos limitamos a aliviar en lo posible su miedo, acompañarla a todas partes, darle el brazo y comprarle cantidad de zapatos con suelas antideslizantes y otros dispositivos estabilizadores. La vida siguió así, y no era peor que otras vidas.

http://unamorreal.blogspot.com/2005/02/ta-en-dificultades-y-explicada-o-no.html

Tìa en dificultades- Julio Cortázar.

La Tía en dificultades. Julio Cortazar

domingo, 10 de octubre de 2021

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Le train Eurostar abandonné - Urbex

sábado, 9 de octubre de 2021

CRÓNICA FERROVIARIA: Francia: Hay un tren de Alta velocidad abandonado,...

CRÓNICA FERROVIARIA: Francia: Hay un tren de Alta velocidad abandonado,...: Exterior Si te gusta la exploración urbana o el siniestro encanto de las cosas abandonadas, probablemente tengas una cita en el Norte de ...

Francia: Hay un tren de Alta velocidad abandonado, y parece sacado de una película post apocalíptica


Exterior


Si te gusta la exploración urbana o el siniestro encanto de las cosas abandonadas, probablemente tengas una cita en el Norte de Francia. Allí, en una vía muerta, se encuentra una ruina bastante poco común: un tren Eurostar abandonado que poco a poco se va convirtiendo en una escenario distópico.



El Eurostar 373018 no siempre estuvo en tan mal estado. En su día el convoy cubría la ruta entre Londres, París y Bruselas a través del túnel que atraviesa el Canal de la Mancha. En 2014, la compañía que gestiona el ferrocarril que une Francia y Reino Unido decidió cambiar el tren por otro más moderno y el 373018 paso a estar oficialmente “almacenado”.

https://youtu.be/T2B8WzmrZTk

En el mundo real el eufemismo burocrático significó que el tren se aparcó en una vía muerta y nunca más se acordaron de él. Solo tres años después, la naturaleza y las pintadas han reclamado el convoy para sí.

Los exploradores urbanos más atrevidos pueden hasta visitar el interior, aunque no es precisamente una exhibición oficial. Visitarlo te puede costar una multa por entrar donde nadie te invita y hasta puede ser peligroso. [vía AdcaZz]

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martes, 5 de octubre de 2021

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