URNA GRIEGA
URNA GRIEGA
Aunque se miren mil veces los mármoles de Elgin en el Museo Británico de Londres, el curioso viajero encontrará múltiples inspiraciones, tantas como miradas les dedique.
Los personajes del FRISO DE FIDIAS del Partenón se acercaban con devoción con el nuevo manto tejido para la diosa Atenea. Algunos no se mueven. Los dioses, como en un desfile de modas, como en la Pasarela Cibeles, tienen el privilegio de estar sentados en sus butacas para ver la película. El friso es un película que reproduce la DIRECCIÓN DEL CIUDADANO.
Imaginemos un cinematógrafo antiguo, que en un travelling circular nos vaya mostrando placa a placa. No obstante, este friso no es como aquellos persas de Apadana, en el que un individuo se suma a otro y nada más. Aquí parece que pudiéramos oír el bullicio de los hombres y mujeres hablando unos con otros, las piruetas de los caballos y cómo intentan dominarlos sus jóvenes jinetes. Los dioses también están relajados en animada conversación.
El Friso del Partenón sugiere el IMPULSO DEL EQUILIBRIO. Me lo imagino en su lugar original, ese que ha reproducido el arquitecto Tschumi del Nuevo Museo de la Acrópolis, cuyos paneles vacíos de originales esperan la devolución de su patrimonio. El ateniense que se acercara al templo, tendría que mirar hacia arriba, esforzando muchísimo su nuca. Verdaderamente están muy altos. Su perspectiva sería muy distinta de la del visitante del British Museum, porque en él tiene los paneles delante de sus ojos, casi a su altura.
La procesión del Friso Sur no es tan nítida como la del Friso Norte, porque fue seriamente dañada en la explosión de 1687 y unos paneles están en Londres, y los otros en Atenas. Pero sí vemos con claridad a jinetes y aurigas, a ciudadanos que llevan sombreros e indumentarias muy diferentes entre sí, distintivos de sus tribus; también a portadores de ramas de olivos, citaredos, bandejas de ofrendas, animales y sus pastores o vaqueros.
Si nos acercamos al panel XLIV (132-136) del Friso Sur, veremos a un joven que arrastra a una VAQUILLA que se revuelve en señal de protesta. Su vaquero está apurado, porque lo que viene detrás le impulsa a moverse. No puede parar. El animal quizá sepa lo que la espera: un SACRIFICIO.
En la plaquita debajo del panel número 135 se dice que esta escena inspiró al poeta JOHN KEATS para componer su famosa ODA A UNA URNA GRIEGA.
La estrofa que más se ajusta es la número IV. Habla así el poeta en la traducción de Julio Cortázar:
¿Éstos, quiénes serán que al sacrificio acuden?
¿Hasta qué verde altar, misterioso oficiante,
llevas esa ternera que hacia los cielos muge,
los suaves flancos cubiertos de guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad a la vera del río o de la mar,
alzada en la montaña su calma ciudadela
vacía está de gentes esta sacra mañana?
Oh diminuto pueblo, por siempre silenciosas
tus calles quedarán, y ni un alma que sepa
por qué estás desolado podrá nunca volver.
Pero tal es la devoción que infunde el poeta romántico inglés, que otra pieza quiere ser la inspiración de tan deslumbrante poema. Se trata del VASO TOWNLEY, también en el Museo Británico. El vaso es una CRATERA con volutas datada en el siglo II a. C y procedente de la Villa de Monte Cagnolo cerca de Roma. En alto relieve, el Vaso Townley cuenta una escena báquica, con ménades y sátiros acompañando a Pan y a Dionisos. Por eso el poeta dice en la primera estrofa:
¿Qué deidades son ésas, o qué hombres? ¿Qué doncellas rebeldes?
¿Qué rapto delirante? ¿Y esa loca carrera? ¿Quién lucha por huir?
¿Qué son esas zampoñas, qué esos tamboriles, ese salvaje frenesí?
Pero otro vaso, esta vez en el Louvre también quiere ser la inspiración de la Oda de Keats. Nos referimos al VASO DE SOSIBIOS, del final de la República y perteneciente al estilo llamado neoático. Esta vez son Ártemis cazadora y Hermes con su caduceo los que lideran a las ménades músicas dirigidas por Apolo, formando un cortejo que se encamina a un altar sacrificial. En la quinta y última estrofa se canta:
¡Ática imagen! ¡Bella actitud, marmórea estirpe
de hombres y de doncellas cincelada,
con ramas de floresta y pisoteadas hierbas!
Poseemos una pintura del vaso de Soribios del propio Keats que se aloja en su casa de Roma, la que compartió con Shelley, como todo el mundo sabe, al lado de las escaleras de la Plaza de España. Es esta:
Volvemos otra vez a la devoción romántica por las antigüedades, por la sensibilidad decimonónica hacia los objetos, a veces llevada hasta la obsesión, encarnada en el coleccionista.
El romanticismo navega entre la arqueología y la imaginación. No se puede entender sin el éxtasis ante la belleza abstracta que emana de las cosas. El gusto se hace urbano, a veces sale al campo, otras veces disfruta indolente y melancólico de las ruínas.
Caspar David Friedrich, El Soñador
El ARTE es un REMANSO del pensamiento, su CLAUSTRO.
Por eso la urna griega de Keats no va a existir nunca si no existe el poema. Da igual si es funeraria, ornamental, de vidrio o de mármol, de cerámica o plata.
En la comunión de las artes reside la ESTÉTICA, y por tanto también la ÉTICA.
Man Ray
La Oda de Keats finaliza con una de las sentencias más rotundas del movimiento romántico:
LA BELLEZA ES VERDAD Y LA VERDAD BELLEZA
Tumba de Keats (Cementerio Acatólico de Roma)
Here lies One Whose Name was writ in Water
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