lunes, 25 de junio de 2007
LA BREVE SONRISA DE LA GIOCONDA
"Los árabes habían llegado en sus conquistas hasta el sur de Francia (Marsella estuvo ocupada siglo y medio), así que el Califato de Córdoba, asentado en todo su esplendor en el sur de España, llevó hasta el sur de Francia fragmentos de su cultura. Y una vez reconquistada Cataluña, los monjes franceses eran mandados estudiar allí. Algunos, además de Teología, aprendieron la ciencia árabe ahora traducida y parcialmente apropiada por los españoles. Se sabe que el monje francés Gerberto (940-1003) aprendió en Barcelona el "Tratado de los Números" del español José, la Astrología traducida por Lupito y con sus propias manos fabricó un reloj de péndulo, un globo y un astrolabio. "El pueblo bajo, dados sus experimentos físicos, lo tenía por brujo" (Enciclopedia Americana, entrada Gerberto) y eso que ya había sido creado Papa con el nombre de Silvestre II. En la Enciclopedia Americana, leemos: De los tres puentes –España, Sicilia y la Siria de los Cruzados- por los cuales el conocimiento musulmán y la cultura árabe entraron en Europa, fue España indudablemente el más importante. Estos elementos, sin exagerar, contribuyeron de forma vital al redespertar de Europa y la pusieron en camino del progreso moderno. (entrada Middle East). Como se conoce, Europa en esa época además de absorber la cultura árabe (y por lo tanto hindú y griega) hace un giro manifiesto hacia la centralización con la instalación de las monarquías y la trabajosa formación de los Estados nacionales. Y ese movimiento del péndulo en el punto más extremo de su trayectoria, consistentemente centrado por las fuerzas del hilo y la gravedad, tiene que expresarse en el espíritu del arte. Aparecen las grandes cúpulas como en los tiempos romanos. Aparecen las composiciones en triángulo del Renacimiento con Cristo en el vértice y las Tres Marías en la base. Y aparece la Mona Lisa de Leonardo da Vinci. Este retrato refleja también el espíritu centralizador que anima la época, solo que tan maravillosa y sutilmente tratado que sentimos su belleza, pero es dificultoso el descifrarla. Comencemos por sus manos entrelazadas y sus antebrazos, constituyen la base de un triángulo cuyo vértice se instala en la cabeza de la dama. Pero después da Vinci cubre sus vestiduras con tonos oscuros de manera que damos con el escote iluminado y más arriba, el rostro. En este movimiento de nuestros ojos es difícil advertir que la caída de los bucles por los hombros de la señora constituyen los lados de un nuevo triángulo cuyo vértice cae en la mejilla izquierda de la dama. Así que aparece este nuevo triángulo con base en el escote y vértice exactamente en la mejilla izquierda de la mujer, o sea, los lados de este nuevo triángulo llevan inconscientemente a nuestros ojos hacia su mejilla izquierda. René Berger (1969) decía muy bien que la importancia de este retrato radica en su modelado. Esa mejilla izquierda es la cúpula que domina el resto del rostro. O sea hay una nueva piramidación con vértice en el pómulo izquierdo, ahora en las tres dimensiones que sugiere el modelado. Igual que la cúpula de Santa Sofía domina las demás cúpulas que la acompañan, la cúpula de la mejilla izquierda –con el punto más brillante de las prominencias del rostro- domina la cúpula de la ceja, las cúpulas de la frente y del mentón. El específico semiperfil que le da Leonardo hace desaparecer la proyección que constituirían el mentón y sobre todo la nariz si la mujer hubiese ladeado un poco más la cabeza. Entonces, para que esa mejilla sugiera la cúpula dominante, la sonrisa no puede ser más abierta pues esa mejilla quedaría contraída de una forma demasiado patente. El toque enigmático de la sonrisa, tomado por Leonardo de su maestro Verrochio, es solo un distractor, debemos concentrar nuestra observación en el pómulo al ver la pintura. La Mona Lisa no es un retrato inacabado, como han dicho algunos, toda la vida costó a Leonardo dar los sucesivos retoques para que el efecto de la mejilla fuera sugerente y no ostensible, con lo cual se hubiera acabado el arte. Por ello hay quien ha observado que el retrato se parece algo al propio pintor: muchas veces tuvo Leonardo que mirarse en el espejo, pincel en mano y ya sin la modelo delante, para resaltar la mejilla en su justo término. Otros hay que han concluido que la modelo tendría parálisis en la mejilla derecha, porque allí el pintor casi no pudo contraer el pómulo, con lo cual el efecto de la mejilla izquierda se habría también acabado. Por eso se interrumpe el horizonte: a nuestra derecha es más alto y a nuestra izquierda es más bajo, para dar la impresión de que el pómulo izquierdo es mirado desde abajo –y con ello resalta- y el pómulo derecho es mirado desde arriba –con lo cual se aplana-. Y también por eso, como se sugiere en cierta popular novela de aventuras, extendió un poquito más de lo natural la mejilla derecha: para resaltar su planitud en contraste con el domo de la izquierda y que así toda la subordinación piramidal de la monarquía y el papado quedara establecida".
Fragm. de "La breve sonrisa de Leonardo"
Alberto Perez Delgado Fernandez
de Monografías.com
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