sábado, 21 de marzo de 2009

Edith Aron y sus 55 rayuelas

Juliana Boersner

Rayuela portadaLa Maga es probablemente uno de los personajes más emblemáticos de la literatura latinoamericana. Protagonista de la novela Rayuela de Julio Cortázar, ha sido modelo romántico (y trágico) para muchas lectoras y lectores.

Por otro lado, o paralelamente, es obvio que la literatura se alimenta de una mezcla de realidad y fantasía. Podría decirse que no hay personajes puros en el sentido de que siempre habrá referentes reales que inspiren al escritor para la construcción de sus protagonistas, aún cuando ninguno de los dos lo sepa a ciencia cierta.

En el caso de la Maga al parecer sí hubo una figura inspiradora. Se trata de Edith Aron quien acaba de presentar en Madrid su libro 55 rayuelas. Lo interesante de leer sus palabras es comprender la relación a veces ambígua que se da entre la persona y el autor, mediada por el personaje ficcional, que termina siendo uns persona independiente y, sin embargo, un lazo único en la memoria de la relación entre ambos.

Dice Aron al ser preguntada por las ya casi míticas frases “andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos” y “un encuentro casual era lo menos casual de nuestras vidas”:

Cortázar llegó a París influenciado por los surrealistas, y para ellos las casualidades eran muy importantes. La primera vez que nos vimos fue al regresar a Europa desde América, en el barco. Después, él me dijo que me vio en una librería de Saint Germain. “Yo estaba fuera y tú estabas dentro”, me comentó. Y eso para él fue un símbolo. Después nos volvimos a ver en un cine a las afueras de París y empezamos a hablar. Luego nos tomamos un café cuando volvimos a coincidir en los jardines de Luxemburgo.

Y después agrega:

Todos los de ese momento estamos en el libro. Yo era la que poseía menos bagaje cultural. Los demás estaban más formados. Y, de repente, me dio un papel así. Cuando en la novela fallece el hijo de la Maga, descubrí que su amor por ella estaba muriendo

Ergo, estaba muriendo el amor por ella, por la de carne y hueso. Difícil estar en ese punto intermedio, sabiendo que se es y, al mismo tiempo no se es, la pasta primaria de la hechura de un personaje de la fuerza narrativa de La Maga. Los “de verdad” pasamos y los de ficción permanecen. Ella, ya es inmortal.

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