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“Se ha comparado muchas veces a la amistad con el amor, en ocasiones como pasiones complementarias y en otras, las más, como opuestas. Si se omite el elemento carnal, físico, los parecidos entre amor y amistad son obvios. Ambos son afectos elegidos libremente, no impuestos por la ley o la costumbre, y ambos son relaciones interpersonales. Somos amigos de una persona, no de una multitud; a nadie se le puede llamar, sin irrisión, “amigo del género humano”. La elección y la exclusividad son condiciones que la amistad comparte con el amor. En cambio, podemos estar enamorados de una persona que no nos ame pero la amistad sin reciprocidad es imposible. Otra diferencia: la amistad no nace de la vista, como el amor, sino de un sentimiento más complejo: la afinidad de ideas, los sentimientos o las inclinaciones. En el comienzo del amor hay sorpresa, el descubrimiento de otra persona a la que nada nos une excepto una indefinible atracción física y espiritual; esa persona incluso, puede ser extranjera y venir de otro mundo. La amistad nace de la comunidad y de la coincidencia en las ideas, en los sentimientos o en los intereses. La simpatía es el resultado de esta afinidad, el trato refina y transforma a la simpatía en amistad. El amor nace de un flechazo, la amistad del intercambio frecuente y prolongado. El amor es instantáneo; la amistad requiere tiempo.
Al preguntarse la razón de la amistad que lo unía al poeta Etienne de la Boétie , se responde Montaigne : “porque él era él y porque yo era yo”. Y agrega que en todo esto “había una fuerza inexplicable y fatal, mediadora de la unión”. Un enamorado no habría respondido de otra manera. Sin embargo, es imposible confundir el amor con la amistad y en el último ensayo Montaigne se encarga de distinguirlos : “aunque el amor nace también de la elección, ocupa un lugar distinto al de la amistad…Su fuego, lo confieso, es más activo, punzante y ávido ; pero es un fuego temerario y voluble…un fuego febril”, mientras que “la amistad es un calor parejo y universal, templado y a la medida…un calor constante y tranquilo, todo dulzura y pulimento, sin asperezas…”
La amistad es una virtud eminentemente social y más duradera que el amor. Para los jóvenes dice Aristóteles, es muy fácil tener amigos pero con la misma facilidad se deshacen de ellos: la amistad es una afección más propia de la madurez. No estoy muy seguro de esto pero sí creo que la amistad está menos sujeta que el amor a los cambios inesperados. El amor se presenta, casi siempre, como una ruptura o violación del orden social, es un desafío a las costumbres y a las instituciones de la comunidad. Es una pasión que al unir a los amantes, los separa de la sociedad. Una república de enamorados sería ingobernable; el ideal político de una sociedad civilizada –nunca realizado- sería una república de amigos.
¿Es irreductible la oposición entre el amor y la amistad? ¿No podemos ser amigos de nuestras amantes? La opinión de Montaigne –y en esto sigue a los antiguos- es más bien negativa. El matrimonio le parece impropio para la amistad: aparte de ser una unión obligatoria y para toda la vida -aunque haya sido escogida libremente- el matrimonio es el teatro de tantos y tan diversos intereses y pasiones que la amistad no tiene cabida en él. Disiento. Por una parte, el matrimonio moderno no es ya indisoluble , ni tiene mucho que ver con el matrimonio que conoció Montaigne ; por otra , la amistad entre los esposos es -un hecho que comprobamos todos los días- es uno de los rasgos que redimen al vínculo matrimonial . La opinión negativa de Montaigne; por lo demás, al amor mismo. Acepta que sería muy deseable que las almas y los cuerpos mismos de los amantes gozasen de la unión amistosa; pero el alma de la mujer, no le parece “bastante fuerte para soportar los lazos de un nudo apretado y duradero”. Así, coincide con los antiguos: el sexo femenino es incapaz de amistad. Aunque esta opinión puede escandalizarnos, para refutarla debemos someterla a un ligero examen.
Es verdad que no hay en la historia ni en la literatura muchos ejemplos de amistad entre mujeres. No es demasiado extraño: durante siglos y siglos –probablemente desde el neolítico, según algunos antropólogos – las mujeres han vivido en la sombra. ¿Qué sabemos de lo que realmente sentían y pensaban las esposas de Atenas, las muchachas de Jerusalén, las campesinas del siglo XII o las burguesas del XV? En cuanto conocemos un poco mejor un período histórico, aparecen casos de mujeres notables que fueron amigas de filósofos, poetas y artistas: Santa Paula, Vittoria Colonna, Madame de Sevigné , George Sand, Virginia Woolf, Hannah Arendt y tantas otras. ¿Excepciones? Sí, pero la amistad es, como el amor, siempre excepcional. Dicho esto, hay que aceptar que en todos los casos que he citado se trata de amistades entre hombres y mujeres. Hasta ahora la amistad es, como el amor, siempre excepcional. Dicho esto, hay que aceptar que en todos los casos que he citado se trata de amistades entre hombres y mujeres. Hasta ahora la amistad entre las mujeres es mucho más rara que la amistad entre los hombres. En las relaciones femeninas son frecuentes el picoteo, las envidias, los chismes, los celos y las pequeñas perfidias. Todo esto se debe, casi seguramente, no a la incapacidad innata de las mujeres sino a su situación social. Tal vez su progresiva liberación cambie todo esto. Así sea. La amistad requiere la estimación, de modo que está asociada a la revalorización de la mujer.
Y vuelvo a la opinión de Montaigne, me parece que no se equivocó enteramente al juzgar incompatibles el amor y la amistad. Son afectos, o como él dice, fuegos distintos. Pero se equivocó al decir que la mujer está negada para la amistad. Tampoco la oposición entre amor y amistad es absoluta: no sólo hay muchos rasgos que ambos comparten sino que el amor puede transformarse en amistad. Es, diría, uno de sus desenlaces como los vemos en algunos matrimonios. Por último: el amor y la amistad son pasiones raras, muy raras. No debemos confundirlas no con los amoríos ni con lo que en el mundo llaman corrientemente “amistades” o relaciones. Dije más arriba que el amor es trágico, añado que la amistad es una respuesta a la tragedia.”
Octavio Paz
En “La llama doble”, Buenos Aires, Seix Barral, 1994.-
Extraído de.: “El ensayo o la seducción de lo discutible” de Ana Bravo y Javier Adúriz, Buenos Aires, Edit. Kapelusz, 2000.- (págs.: 39,40 y 41).-
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