lunes, 24 de enero de 2011
Agua ( Water )
Mujeres bajo el efecto del fundamentalismo religioso y las tradiciones.
Una película realista, valiente y de exquisita sensibilidad
Ficha técnica
Agua
Título Original: Water
Dirección y guión: Deepa Mehta
Productor: David Hamilton
Intérpretes: Seema Biswas, Sarala, Lisa Ray, John Abraham, Manorma
Fotografía: Giles Nuttgens
Música: Michael Danna y canciones de A.R. Rhaman
Año: 2005,
Nacionalidad: Canadá, India
Duración: 115 minutos
Web oficial: http://water.mahiram.com/
Agua (Water)
tradiciones frente a la conciencia
La India es uno de estos países que los informes socioeconómicos recientes señalan junto con China que van a tener en sus manos el equilibrio del planeta. El reciente informe del Worldwatch Institute La situación del Mundo 2006 así lo apuntaba. Con una población de más de 2.500 millones de humanos entre China e India resulta que si el nivel de consumo de recursos y de emisiones contaminantes por habitante fuese similar al actual en Estados Unidos, se necesitarían dos planetas Tierra sólo para mantener estas dos economías. En los último quince años India ha multiplicado por dos su consumo de petróleo. Sin embargo, a su vez el Gobierno Indio está alertado de esta dependencia y en el 2005 anunció que se comprometería a incrementar el porcentaje de potencia generada a partir de renovables del 5% hasta el 20-25% en los próximos años y de hecho la potencia eólica instalada en este país lo sitúa como la cuarta potencia del mundo. En este universo complejo, en pleno auge económico, siendo un país que dispone de la bomba atómica, que produce más películas que Hollywood, etc… conviven la miseria más absoluta y las tradiciones más férreas. En este universo la directora india, residente en Canadá, Deepa Metha (Amritsar 1950) destaca por su compromiso sociocultural con películas que no pasan desapercibidas. Agua (Water), del 2005 constituye un bello poema de denuncia sobre la realidad de las viudas indias, a la vez que reflexiona sobre la condición femenina en el universo masculino.
Uno de estos preceptos hindúes establece que cuando una mujer se queda viuda tiene tres opciones: incinerarse junto a su marido, casarse con el hermano menor de éste o llevar una vida de sacrificio. En este caso, la historia arranca con el matrimonio de Chuyia, una niña que verá como su viejo esposo muere poco después de la ceremonia y por tanto los padres de la niña tras el fallecimiento de su marido, le envían a un ashram, un espacio de sacrificio donde convivirá con otras viudas. Lo que la señala como viuda es la cabeza rapada y llevar una túnica blanca como muestra de una condición social. La acción se sitúa en 1938 -año en que se vincula con el apogeo del mensaje de Gandhi de libertad de conciencia y de liberación política (la independencia de India sería entre 1945-46). Sin embargo, este es sólo un pretexto fílmico o más bien un eufemismo para no fotografiar la realidad puesto que en el 2001 había censadas más de 34 millones de viudas en situación de exclusión social, 11 millones de las cuales viven en ashrams en la más absoluta miseria.
La película es pues la experiencia de convertirse en viuda con ocho años de Chuyia quien observa una sociedad en decadencia y se revela contra la hostilidad que le ha sido impuesta dentro del ashram. La clave en este deambular entre la vivienda y los alrededores que son precisamente el embarcadero a orillas del río es el movimiento de la cámara que con precisión y sensibilidad va siguiendo los anhelos de las viudas y especialmente de una historia de amor entre Narayan, un joven adinerado seguidor de Gandhi y una de las reclusas Kalyani, la cual es la vez el sustento de la comunidad merced a su trabajo sexual fuera del mismo. Precisamente, por esto se le permite una vida algo diferente y conserva una espléndida cabellera azabache.
La sensibilidad fílmica de toda la película es extraordinaria. Lo que podría haber sido visto con los ojos de un realismo sin tapujos y por tanto brutal es en realidad la cruda realidad pero con los ojos casi misericordiosos. El comercio del cuerpo que someten a Kalyani, la miseria de una vida atroz de las viudas viejas, el propio desamor entre Narayan y Kalyani, y finalmente la rebelión de Shakuntala sacando a Chuyla del ashram constituyen un ejercicio de lenguaje fílmico no violento digno y que el propio Gandhi si viviera aplaudiría.
No es una historia con moraleja ecológica sino más bien un retrato social sobre una realidad que afecta a muchas mujeres en India, pero que por extensión podríamos trasladar a muchos otros países. Al fin y al cabo, la esclavización de la mujer no puede separarse del expolio de los recursos naturales de la Madre Tierra. Ideológicamente se soportan sobre el mismo pilar del machismo sociopolítico.
La película puede considerarse como entre las más comprometidas del nuevo cine indio. Deepa Metha lamenta que, pese a las políticas sociales y especialmente al trabajo de las organizaciones no gubernamentales sobre el terreno no se posible erradicar estas tradiciones execrables como la de encerrar a las viudas. Sin embargo, también reconoce que el problema de base son las propias mujeres las que se avienen a estas costumbres porque creen que si no lo hicieran traicionarían los textos sagrados, renegarían de su religión o incluso ven amenazada su relación los hombres.
Deepa Metha reconoce que los aspectos religiosos tienen un aspecto importante puesto que según ella hoy en día, todo el mundo debería preguntarse, porque estamos viviendo en un planeta donde la fe dicta cómo debemos actuar. Especialmente entre los fundamentalistas, que malinterpretan la fe y la religión basándolas en el odio. Pero la religión no habla del odio sino del amor, en todas las religiones. Es en estos momentos en que los fundamentalismos crecen y malinterpretan la fe cuando es más importante actuar en función de la propia conciencia y confiar en ella. Agua es pues una metáfora a favor del respeto entre las personas y de valorar la conciencia propia frente a las tradiciones.
Por eso plantea una película con esperanza. Una de las protagonistas, la viuda Shakuntala lucha contra su fe, y es a través de su conciencia, que le lleva a sacar a la niña-viuda Chuyla, del ashram y de esta forma que tenga la esperanza de llevar otro tipo de vida.
Curiosidades...
Agua, forma parte de la trilogía de la autora, complementando a las anteriores Fuego (1996) y Tierra (1998). El proyecto se inició en el 2000 tras obtener todos los permisos necesarios y la aprobación del guión por parte del gobierno de la India y el gobierno local de Varanasi donde a orillas del Ganges se rodaría la película. Una vez los actores y el equipo técnico se trasladó al lugar de rodaje en Varanasi y empezaron a rodar se desataron violentas protestas protagonizadas por fundamentalistas hindúes, Se acusó a la película de blasfemia contra la religión hindú y los decorados fueron destruidos, se quemaron imágenes de la directora, etc. Ante la perpejlidad de todo el equipo de rodaje puesto que todo lo legal estaba en orden solicitaron la ayuda gubernamental para poder continuar. Sin embargo, las protestas no cejaron y ante la impotencia de continuar el proyecto en condiciones de hostilidad lo interrumpieron.
Junto con el productor David Hamilton estudiaron como reemprender el proyecto pero tardaron 4 años para reubicarlo en Sri Lanka puesto que en India ya se había demostrado su inviabilidad. Sin embargo, se debe a este cambio de ubicación que se incorporara la niña Sarala que interpreta a Chuyla. Esta niña fue escogida de una población cercana por su naturalidad actuando, a pesar de que no hablaba más que la lengua local, lo cual obligó a un sobreesfuerzo para confeccionar las escenas. Sin embargo, Sarala logra dar un toque mágico a su interpretación sobresaliendo al magnetismo de las actrices del Bollywood, como la aplaudida Lisa Ray que interpreta a Kalyani.
Lógicamente, no podría ser a orillas del Ganges, pero el embarcadero que buscaron podía ser suficiente. Al terminar la película tras esta larga lucha y superar amenazas, angustias y presiones políticas Deepa Metha reconoce que la imagen que tuvo de una viuda encorbada sentada en los escalones del Ganges y desesperada ya podría descansar en paz en su mente. Deepa Metha vive en Canadá pues esta mirada inteligente y laica sin duda no casa en una India donde el poder de la religión sigue siendo dominante para impedir la libertad de pensamiento. Sin duda, la directora es consciente del riesgo que corre por desafiar los tabúes religiosos, sociales y culturales de hinduistas retrógrados. Sin embargo, aunque sean una minoría continúan ejerciendo un notable poder político y religioso.
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