Las poseídas de Loudun
En la ciudad francesa de Loudun, se fundó en 1626 un convento de monjas ursulinas. Eran 17 jóvenes las que habitaban el convento, en una localidad en la que la mayoría de sus habitantes eran protestantes hugonotes. Una de ellas era Juana de los Ángeles, mujer intrigante y ambiciosa, que consiguió ser elegida superiora del convento con sólo 27 años.
El destino de Juana de los Ángeles se cruzó con el de Urbain Grandier, párroco en una de las iglesias de la ciudad. Grandier era elegante, culto, atractivo y estaba dotado de una capacidad oratoria que extasiaba a las damas de la ciudad, las cuales competían por tenerlo como confesor. Además el párroco no era demasiado riguroso en el cumplimiento del voto de castidad y sedujo a más de una. Algunos maridos y padres lo acusaron ante la justicia episcopal por su conducta inmoral, pero Grandier contaba con apoyos influyentes y fue absuelto de todas las acusaciones. Juana de los Ángeles también se obsesionó con Urbain Grandier y le propuso que se convirtiera en su director espiritual, oferta que el párroco rechazó. En su lugar, llegó como confesor el canónigo Mignon, uno de los mayores enemigos de Grandier.
Durante la noche del 21 de septiembre de 1632, Juana de los Ángeles y dos hermanas más vieron aparecer el fantasma de su antiguo confesor, el prior Moussat, fallecido víctima de la peste unas semanas antes. En los días siguientes siguieron relatando la visión de otros fenómenos extraños: bolas oscuras volando a través del refectorio y fantasmas paseándose por los pasillos del convento. El nuevo confesor, Mignon, trajo a un cura que certificó que las monjas estaban poseídas por el demonio, por lo que había que practicarles un exorcismo. Se celebraron varias sesiones, primero en privado y luego ante un público ansioso de nuevas sensaciones. En una de estas sesiones Juana de los Ángeles reveló, entre violentos movimientos y gritos, que fue Urbain Grandier quien las había embrujado enviándoles un ramo de rosas en el que se contenía su pacto con el diablo. Los enemigos de Grandier ya tenían una acusación de hechicería que les permitiría llevarlo a la hoguera.
Al enterarse de las acusaciones, Grandier se quejó al arzobispo de Burdeos, amigo suyo, y éste ordenó suspender todos los procedimientos. Entonces llegó a Loudun Jean de Laubardemont, un juez enviado por el cardenal Richelieu para arrasar el castillo de la ciudad e imponer la autoridad de la monarquía. Las autoridades locales se resistieron, y Grandier cometió la imprudencia de ponerse de lado de éstas. Irritado por este comportamiento, Laubardemont acudió a informar a Richelieu. El cardenal, enemistado con Grandier por un antiguo incidente, obtuvo del rey la autorización para reabrir el caso. A finales de 1633, Laubardemont volvió a Loudun y ordenó arrestar a Grandier.
Se decía que el contacto con el diablo dejaba marcas especiales en el cuerpo de los hechiceros, en forma de zonas totalmente insensibles al dolor. Juana de los Ángeles reveló que Grandier tenía varias de esas marcas: en la espalda, en las nalgas y en los testículos. Para comprobarlo, se llevó a un cirujano a la cárcel para que localizara esas señales en el párroco mediante un método brutal, clavándole un estilete hasta el mismo hueso en busca de esas supuestas zonas insensibles. Los alaridos de dolor de Grandier llegaban hasta la calle. Finalmente, en julio de 1634 se formó un tribunal compuesto por doce jueces y presidido por Laubardemont. Llevado a declarar, Grandier negó todas las acusaciones, pero tras sólo tres vistas el tribunal proclamó la sentencia: muerte en la hoguera.
El 18 de agosto de 1634 le pusieron una camisa impregnada de azufre y lo llevaron a la plaza del mercado de Loudun, abarrotada de público. Atado al poste, le prometieron estrangularlo primero si confesaba, pero volvió a negar todas las acusaciones. Fue quemado vivo.
Fuentes:
- Taringa. Las monjas poseídas de Loudun
- National Geographic. El diablo en el convento: las poseídas de Loudun
- Foro Amistad. Las poseídas de Loudun
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