sábado, 27 de febrero de 2016

Un libro al día: Pierre Lemaitre: Irène


Pierre Lemaitre: Irène


Idioma original: francés
Título original: Irène
Año de publicación: 2006
Traducción: Juan Carlos Durán
Valoración: recomendable

Lemaitre ya me ha demostrado que es capaz de dominar bien cómo estructura sus novelas. Cosa que funciona de maravilla a la hora de abordar ciertos géneros (¿quién dijo géneros?). El elegante crescendo de Nos vemos allá arriba contrasta con el oscuro triángulo de Vestido de novia, y para Irène,primera novela y espectacular arrancada de su carrera, optó por un desarrollo un poco más convencional.
Hagamos las presentaciones, y ya que Alfaguara lo publica en una serie negra, quizás algún detalle podamos zanjarlo, porque algunos convencionalismos sí que nos encontraremos.
El policía atípico: Camille (¿será un homenaje a Camilleri igual que Montalbano es un homenaje a Montalbán?) Verhoeven, inspector de policía que convive con un complejo intermitente debido a su baja estatura).
Los crímenes repetitivos: primera escena de impacto, una casa de alquiler en una localidad cercana a París donde se encuentran los cadáveres de dos chicas jóvenes sometidas a una auténtica carnicería. Una huella dejada relaciona los asesinatos con otros producidos con anterioridad.
El equipo de investigación: una vez se tiene clara la relación entre los crímenes, puntuales filtraciones del avance de las pesquisas son informadas a la prensa, lo cual delata que el equipo puesto a disposición de Verhoeven es de lo más heterodoxo: alcohólicos, ludópatas, becarios motivados, niños de papá con vocación de criminólogos.
Los típicos sospechosos: eso, la lógica policial empieza a funcionar como una apisonadora. Relaciones, coincidencias, móviles para los crímenes, casualidades que no lo son, intriga, intrigaintriga.
La coartada literaria: resulta que todos los crímenes han emulado de la forma más fiel posible (y eso implica mucha truculencia) algunos que han salido en novelas (de Easton Ellis, de Ellroy).
El asesino refinado: STOP.
Y ya decir muchas más cosas supone aumentar el riesgo, que ya se iba elevando, deplanchar el final. Supongo que muchos habrán detectado aquí un esquema común no solo a algunas novelas, sino a muchas obras del mundo audiovisual (incluyendo cine y capítulos auto-conclusivos de series de TV de alto presupuesto). Cosa que es defecto  y virtud. Que Lemaitre, insisto, domine el tempo no significa que no visite lugares comunes, intercambiando elementos y homenajeando, en un hábil requiebro, el propio género del cual Irène amaga con huir pero no. Reivindicando lo injusto de su status como subgénero o contradiciendo aquello que he leído hace un tiempo de la novela negra como recurso socorrido para escritores mediocres. Irènese disfruta enormemente, se degluten sus casi 400 páginas en apenas media docena de horas, que pudieran ser perfectamente de una tacada. Otra cosa (cosa que sí ocurre con Nos vemos allá arriba) es que se haga acreedora a la condición de stándard, a eso que tanto nos fascina de merecer relecturas o ser un clásico instantáneo. Ese botoncito Lemaitre ha conseguido pulsarlo, algunos años más tarde. Pero muchos quisieran tener arranques tan decididos.


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