sábado, 9 de abril de 2016

'Memorias de una escort. Cita a ciegas.' de Prohibida Gabriela

Decir que el género erótico está viviendo una edad de oro es, a estas alturas, un poco de perogrullo. Mejores o peores, cientos de novelas con una alta carga sexual pueblan estanterías de librerías, bibliotecas y casas particulares. Todo el mundo está leyendo o ha leído algo del estilo, desde tu mejor amiga hasta tu peluquera pasando por la abogada de la familia o tu prima que nunca lee nada (todo basado en hechos reales, ojo).
La verdad, no es que el género sea mi favorito, pero me he propuesto salir de mi zona de confort (primero en lo que se refiere a literatura, ya iremos viendo en otras cuestiones...) así que decidí darle una oportunidad a Memorias de una escort. Cita a ciegas, que aunque como veis no es el tipo de lectura que suelo traeros me llamó la atención por varios motivos.
La trama de la novela puede parecer sencilla en un primer momento, e incluso manida, pero nos damos cuenta de que hay mucho más de lo que parece al principio. Gabriela es una mujer guapa que lleva una vida muy normal. Sin embargo, cuando pierde el trabajo y su marido la deja por otra, ve como su vida se desmorona. Busca un trabajo, cualquiera, sólo para descubrir que el mundo laboral parece cerrado a las mujeres de su edad, y entonces aparece la posibilidad de convertirse en escort.
Ser acompañante de lujo no es fácil, y Gabriela pronto descubre que es trabajo relativamente fácil, en el que gana mucho dinero y con un amplísimo mercado por explotar. Sin embargo, hay algo con lo que no cuenta, y es quelos sentimientos no siempre responden como esperamos que lo hagan. El amor y la obsesión harán acto de presencia, y es que no se debe mezclar trabajo y placer. Ni siquiera cuando eres prostituta.
Siempre me ha llamado mucho la atención el mundo que se esconde tras la prostitución. Entendedme, más allá del impulso morboso, no puedo dejar de observar que cada vez hay más locales que se dedican a este tipo de actividades, lo que me lleva a la conclusión de que existe demanda, y mucha. Tanta como para justificar tanta oferta, ¿no?
Sin embargo, nadie parece conocer a clientes de estos servicios. Eso son cosas que hacen otros, y no la gente que conocemos... 'Memorias de una escort. Cita a ciegas'ahonda dentro de este mundo, de sus consumidores y sus trabajadoras, aunque en este caso lo son por elección (o casi) ya que no se trata el tema del tráfico de mujeres, cosa que daría para otros muchos libros.
A medio camino entre el ensayo y la novela, 'Memorias de una escort. Cita a ciegas' juega la baza de la historia de amor, la erótica y la denuncia social, mezclando tramas para mantener la curiosidad del lector. Sí, juega con el morbo y sí, también hay escenas subidas de tono, pero eso ya nos lo imaginábamos... El interés se mantiene, eso os lo digo ya, y es que es inevitable sentir curiosidad por lo desconocido. Eso sí, hay que tener en cuenta que esta es la primera parte, y la segunda aún no está disponible.
Como os digo, esa curiosidad fue lo que me impulsó a elegir este, y no otro. Que el precio sea menos de un euro también ayudó, no os voy a engañar, y la identidad desconocida de la autora no hace más añadir misterio a la historia. No será el libro del año, pero ya os digo que a mí me ha enganchado. A veces salir de la zona de confort te trae nuevas adicciones, cuidado...
Miró primero mis labios, luego me barrió de arriba abajo con una lacerante ojeada que, como un escáner, traspasó mi ropa y llegó hasta la carne haciéndome sentir desnuda. Sonrió, aprobatorio y satisfecho. Iba a saludarle, pero él dio un paso al frente reduciendo a cero la corta distancia que nos separaba. Agarrando suavemente mi cabeza por la nuca y sin mediar palabra, me fue directo a la boca, y me la devoró profunda, larga y tan sensualmente que me dejó sin aliento.

-Hola, encanto, bueno, ya te tengo toda para mí. Sarita no me ha engañado, eres un bombón. Dime ¿De verdad no has estado nunca con alguien, cobrando?

Yo estaba envarada; debía tener las pupilas dilatadas como monedas de un euro y las mejillas me ardían, mi azoramiento era más que patente; la suya me pareció una pregunta retórica, dirigida únicamente a alimentar su excitación escuchándolo de mis labios.

-No, claro que no. Es mi primera vez, además es que no me he acostado con nadie desde… bueno, ni siquiera recuerdo cuánto hace –lo solté sin pensar, sintiéndome aún más idiota y arrepintiéndome al instante. No había por qué; mi última frase era un regalo añadido para sus oídos.

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