Había una vez un viejecito y una viejecita que se sentían muy solos porque no tenían hijos.
Un día la viejecita hizo un Hombrecito de Mazapán. Su chaquetita la hizo de chocolate y el gorro y los zapatos de dulce azúcar reluciente.
Había acabado de poner pasas negras para hacer los botones de su chaquetita... cuando el Hombrecito saltó y salió corriendo de la casa, hacia el jardín y la calle.
El viejecito y la viejecita le persiguieron hasta el final del pueblo... pero él, riéndose, gritó:
¡Corred, corred lo más rápido que podáis! ¡No me podréis coger, pues soy el Hombre de Mazapán!
Y no le pudieron coger.
El Hombrecito de Mazapán pasó junto a una vaca blanca y negra que pasaba cerca del camino. ¡Detente, Hombrecito de Mazapán! dijo la vaca, ¡Me gustaría comerte!
Pero el Hombrecito se alejó corriendo, y riéndose le dijo:
-Me he escapado de un viejecito y una viejecita, y también podré escaparme de tí.
¡No me podrás coger, pues soy el Hombre de Mazapán!
Y la vaca no pudo cogerle.
El Hombrecito de Mazapán corrió y corrió hasta que llegó a una granja en donde había algunos granjeros trabajando.
Cuando le vieron, pararon de trabajar y gritaron a la vez:
Espera un poco Hombrecito de Mazapán, nos gustaría poderte comer.
Pero el Hombrecito de Mazapán corrió más deprisa que nunca y les contestó:
¡Me he escapado de una viejecita, de un viejecito y de una vaca, y también podré escaparme de vosotros!
Y, saltando la puerta del corral, gritó:
¡Corred, corred lo que podáis! ¡No me podréis coger, pues soy el Hombrecito de Mazapán!
Entonces pensó que nadie podría cogerle, así que cuando una zorra comenzó a perseguirle en el bosque, él se rió:
Me he escapado de una viejecita, un viejecito, una vaca y de una granja llena de granjeros. ¡Y también podré escaparme de ti! ¡Corre, corre lo que más puedas! ¡No podrás cogerme, pues soy el Hombrecito de Mazapán!
Entonces llegó a la orilla de un río y vio que no podía cruzarlo nadando.
Salta sobre mi cola, dijo la zorra, yo te cruzaré.
Cuando se habían alejado un poco de la orilla, le dijo la zorra:
¡Eres muy pesado para mi cola, Hombrecito de Mazapán, salta sobre mi lomo!
Un poco después le dijo la zorra:
Creo que ahí te estás mojando, salta sobre mi hombro.
Y luego le dijo:
Oh, mi hombro se está hundiendo; ponte en mi nariz.
Y el Hombrecito de Mazapán se colocó con cuidado sobre la nariz de la zorra.
En aquel momento llegaron a la otra orilla del río, cuando de repente la zorra echó hacia atrás su cabeza... ¡para dar un mordisco!
¡Oh, cielos!, dijo el Hombrecito de Mazapán, ¡Soy una cuarta parte menos!
Un poco después, dijo:
Cómo, ¿ahora ya soy la mitad menos?
Y luego dijo: ¡Por todos los cielos, ahora soy tres cuartas partes menos!
Y después de esto, el Hombrecito de Mazapán nunca volvió a decir una sola palabra más.
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