Por Jorge Alberto Franco
Los monasterios de Meteora, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, están localizados al norte de Grecia. Gran parte de los viajeros termina su excursión en Delfos y no continúa el viaje mediterráneo hacia la ciudad de Kalambaka, que es la puerta a la extraña experiencia mística que se siente ante el paisaje y el interior de los conventos de tipo bizantino.
Construidos en la cima de imponentes rocas que se elevan como gigantes pilares inaccesibles, cumplían la misión de protegerse de ataques y asedios. Los monasterios de Meteora parecen suspendidos en el cielo; su nombre literalmente significa en el aire.
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El extraño paisaje es muy difícil de describir: lo constituyen rocas grises desnudas que se elevan rodeadas de un hermoso verde vegetal. Fue formado luego de fuertes terremotos y tras años de erosión. Los primeros monasterios se construyeron en el siglo XIV, cuando un grupo de monjes cristianos ortodoxos se refugió en cuevas del lugar. Posteriormente decidieron emplazar los monasterios en lugares recluidos e inaccesibles al asedio de los turcos y albaneses, para mantener su fe y tradiciones religiosas.
El aislamiento y difícil acceso al convento hizo que en el pasado desarrollaran un sistema de poleas para subir en una canasta ellos mismos los alimentos que les aportaban diariamente los pobladores de la zona en la base de la roca.
Comenzamos visitando el monasterio de Varlaám, en el que todavía suben los alimentos o elementos para construcción y refacción por un cable elevador que antes lo manipulaban a mano. En este monasterio se puede ver el antiguo montacargas y la cuerda con que se elevaba. Actualmente los visitantes suben por escaleras que rodean la roca.
Las iglesias ortodoxas son pequeñas y dividas en tres sectores. La última tiene el altar y de afuera se ve bien la forma de cruz por los ábsides. Están íntegramente pintadas con frescos e íconos bizantinos; nada queda sin imágenes, dicen por "El horror al vacío". Están prohibidas las esculturas.
Luego fuimos al monasterio de Agía Roussánou, a un kilómetro de Varlaám, fundado en 1388. Actualmente está mantenido por monjas. Vimos por un pequeño puente los jardines y la huerta de las siete monjas de clausura que viven ahí. Por ser mujeres no pueden oficiar misa; un monje va todos los días para celebrarla. A la salida una mujer laica vestida de negro ofrece dulces, orégano y otros cultivos que ellas producen en un pequeño huerto.
De un total de 24 monasterios en la época de máximo esplendor, en el siglo XV, sólo funcionan seis en la actualidad que pueden ser visitados. Muchos fueron destruidos por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Dejamos Meteora, volvimos 370 km a Atenas pasando junto a la ruta por extensas plantaciones de algodón y vimos nidos de cigüeñas similares a grandes canastos de paja que nos evocaron las alturas y los silencios profundos de los monasterios suspendidos en el aire.
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