En estas y otras gustosas pláticas se les pasó aquel día, y a la noche se albergaron en una pequeña aldea, adonde el primo dijo a don Quijote que desde allí a la cueva de Montesinos no había más de dos leguas, y que si llevaba determinado de entrar en ella, era menester proveerse de sogas, para atarse y descolgarse en su profundidad.
Don Quijote dijo que aunque llegase al abismo, había de ver dónde paraba; y, así, compraron casi cien brazas de soga, y otro día a las dos de la tarde llegaron a la cueva, cuya boca es espaciosa y ancha, pero llena de cambroneras y cabrahígos, de zarzas y malezas, tan espesas y intricadas, que de todo en todo la ciegan y encubren. En viéndola, se apearon el primo, Sancho y don Quijote, al cual los dos le ataron luego fortísimamente con las sogas; y en tanto que le fajaban y ceñían, le dijo Sancho:
—Mire vuestra merced, señor mío, lo que hace: no se quiera sepultar en vida, ni se ponga adonde parezca frasco que le ponen a enfriar en algún pozo. Sí, que a vuestra merced no le toca ni atañe ser el escudriñador desta que debe de ser peor que mazmorra.
—Ata y calla —respondió don Quijote—, que tal empresa como aquesta, Sancho amigo, para mí estaba guardada (...)
Localizada a pocos kilómetros del pueblo de la Ossa de Montiel, en la provincia de Albacete, la cueva de Montesinos es una gruta kárstica de origen natural. Posse un lago en el fondo, formado gracias a la concentración del agua de lluvia, que conecta con las lagunas de Ruidera según las investigaciones que se han realizado. En la actualidad la Cueva de Montesinos puede ser visitada.
La cueva de Montesinos es el escenario y el centro en torno al que gira los capítulos XXII y XXIII de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Después de asistir en el capítulo anterior al feliz matrimonio entre Quiteria y Basilio en la aventura de las frustrados esposorios de Camacho, Don Quijote quiere probar su valentía una vez más bajando a la cueva de Montesinos, tenida como una de las simas más profundas jamás conocida en la época.
Don Quijote se hace descender con unas cuerdas, permaneciendo en ella durante una hora. En la cueva, al caballero andandante le asalta un profundo sueño, quedándose dormido y soñando un encuentro con Montesinos, personaje recurrente de la épica medieval española. A su salida de la cueva, Don Quijote narra ese sueño, que para él ha durado tres días con sus noches, como si fuesen acontecimientos reales. En la relación de Don Quijote y Sancho Panza, las descabelladas visiones que Don Quijote dijo tener en la cueva marcan un nuevo punto, pues para Sancho Panza son la prueba definitiva e inapelable de que su señor está loco de remate.
Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Madrid: Alfaguara. ISBN: 9788420467283. Págs. 719-720.
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