jueves, 30 de marzo de 2023

Artes plásticas: El beso de la Esfinge - Franz von Stuck

El beso de la Esfinge - Franz von Stuck

El beso de la Esfinge -  Franz von Stuck

El artista simbolista alemán Franz von Stuck pintó El beso de la Esfinge en 1895.
Guillermo Solana, en la conferencia que reproduzco en mi blog Lágrimas de eros: el beso , nos explica muy bien el significado de este cuadro. El beso de la esfinge está basado en el poema del poeta alemán romántico  Heinrich Heine, la esfinge, de 1839.
Heine cuenta como el poeta camina de noche por un bosque, escucha el canto del ruiseñor que habla de amor. Al salir del bosque se encuentra ante un castillo delante del cual hay una estatua, una esfinge. El poeta se queda fascinado por el rostro terrible y bello de la esfinge, sucumbe a la tentación y la besa. Entonces la esfinge cobra vida, le absorbe el aliento al poeta, le clava las zarpas de fiera en el cuerpo y lo mata.
Es una historia alegórica del típico motivo romántico del joven poeta idealista enamorado cuyas ilusiones son destruidas por una seductora sin escrúpulos.
Stuck ha realizado una versión más visceral del tema de Heine, la estatua no es clásica sino una figura bestial. Stuck presenta una situación de indefensión absoluta del varón que está totalmente entregado, la cabeza girada hacia atrás, los brazos abiertos como en un signo de entrega y vulnerabilidad, de absoluta disponibilidad contra su voluntad. Stuck presenta este tono masoquista de las fantasías de pasividad masculinas características de esa época. El varón está en el colmo de la delicia y en el colmo del terror. Sabe que esto le conduce a la destrucción, pero eso no le impide sentir placer.  

Este es el viejo bosque aún hechizado:
los tilos aromáticos florecen;
para endulzar mi corazón hastiado
los rayos de la luna resplandecen.

Penetro en él con indecisa planta;
oigo voz melodiosa en las alturas:
es el oculto ruiseñor, que canta
amores y amorosas desventuras.

Canta con melancólica alegría
tristes goces, pesares halagüeños,
y es tan dulce su voz, que al alma mía
vuelve otra vez los olvidados sueños.

Sin detener el pie, sigo adelante;
y surge entre los árboles obscuros
un alcázar tan alto y arrogante
que al cielo tocan los audaces muros.

Cerradas todas las ventanas miro;
y silencio tan hondo en él se advierte,
que parece ese lúgubre retiro
la mansión misteriosa de la Muerte.

A la puerta, una Esfinge: forma horrible
y bella al piar; amable y pavorosa:
el cuerpo y garras, de león temible,
el busto y seno, de mujer hermosa.

El ansioso deseo centellea
en sus inquietos ojos penetrantes;
sus rojos labios, que el deleite arquea,
sonríen satisfechos y triunfantes.

Y entona el ruiseñor tan dulce trino
que ya el impulso resistir no puedo,
y al besar aquel rostro peregrino,
en la traidora red prendido quedo.

La Esfinge sepulcral se agita y mueve;
respira el duro mármol y solloza;
cual vampiro voraz, mis besos bebe.
y en absorber toda mi sangre, goza.

Sedienta apura mi vital aliento,
y me abrasa después de tal manera,
que en mis entrañas destrozadas siento.
las implacables garras de la fiera.

¡Dolor que embriaga! ¡Dicha que sofoca !
¡Sin límites las penas y los goces !
¡Néctar del cielo en su incitante boca!
En su garra cruel ansias feroces!

Y canta el ruiseñor: «¡Hermosa Esfinge!
¡Oh soberano Amor! ¿Qué ley tirana
toda ventura que nos das restringe
y con mortal tribulación la hermana?»

Ese problema, que mi dicha trunca,
resuelve, Amor, causante de mis daños:
yo no he podido resolverlo nunca,
y estoy pensando en él millares de años.


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