No eres, Muerte, quien por nombre de misterio pueda a mi mente hacer pálida cual a los cuerpos haces. ¡Si he visto posar en ti sin sombra el mirar de una niña! De aquella que te llamó a su partida y partiendo sin ti, contigo me dejó sin temer por mí. Quiso decirme la que por ahínco de amor se hizo engañosa: «Mírala bien a la llamada y dejada; la Muerte. Obra de ella no llevo en mí alguna ni enójela, su cetro en mí no ha usado, su paso no me sigue, ni llevó su palor ni de sus ropas hilos sino luz de mi primer día, y las a1zadas vestes que madre midió en primavera y en estío ya son cortas; ni asido a mí llevo dolor pues ¡mírame! que antes es gozo de niña que al seguro y ternura de mirada de madre juega y por extremar juego y de amor certeza —ved que así hago contigo, y lo digo a tus lágrimas a su ojos se oculta. Segura de su susto curar con pronta vuelta». ¡Si he visto cómo echaste la caída de tu vuelo, tan fío, a posarse al corazón de la amorosa! Y cuál lo alzaste al pronto. de tanta dulzura en cortesía porque amor la regía, porque amor defendía de muerte allí. ¡Oh! Elena, ¡oh! niña por haber más amor ida, mi primer conocerte fue tardío y como sólo de todo amor se aman quienes jugaron antes de amar y antes de hora de amor se miraron niños —Y esto sabías: este grave saber tu ardiente alma guardaba; grave pensar de amor todo conoce— así en ternísimo invento de pasión quisiste esta partida porque en tan honda hora mi mente torpe de varón niña te viera. Fue tu partir así suave triunfando como se aquieta ola que vuelve de la ribera al sena vasto en tu frente un fin de ola se durmió por caricia y como en fantasía de serte compañía y de mostrar que allí Ausencia o Sueño pero no muerte había; que no busca un morir almohada en otra muerte. Pero sí sueño en sueño; niño se aduerme en madre. Y te dormiste en Inocente victoria. ¿Te dormiste? Palabras no lo dicen. Fue sólo un dulce querer dormir, fue sólo un dulce querer partir pero un ardiente querer atarse pero un ardiente querer atarme. ¿Dónde te busco alma afanosa alma ganosa, buscadora alma? Por donde vaya mi seguimiento alma sin cansancio seguidora mi palabra te alcance. La que se fue entendida cuál ninguna, entendida en su irse y su retorno. Y sí así no es, es porque es mucho más. Y si así no es, ¡no cortes Hombre mi palabra! Criatura de poría de amor que al Tiempo destejió. Que llamó a sí su primer día se hizo obedecida a su porfía; y se envolvió la frente y embebió su cabeza y prendió a sus cabellos la luz de su primer sagrado Día dócil al sagrado capricho de hora última de mujer en el terrenal ejercicio. Y me decía su sonreír en hora tan oscura: “Déjame jugar, sonreír. Es un instante en que tu ser se azore. Llevóme de partida tu comprender me. Voyme entendida, torpeza de amor de hombre ya no será de ti”. Niña y maestra de muerte fingida en santo juego de un único, ardiente destino. Fingimiento enloquecedor que por Palabra tuvo el torrente de las lágrimas corriendo. Cual cae en seriedad y grave pulsa pecho de doncella turbado por cercanía de amor y pénese en valentía y pensamiento de la prueba fortísima, quedó aquél para sólo quien fue entendida, oculta y mostrárase de nuevo, la amorosa. Yo sabía muerte pero aquel partir no. Muerte es beldad y me quedó aprendida por juego de niña que a sonreída muerte echó la cabeza inventora por ingenios de amor mucho luchada. ¡Oh qué juego de niña quisiste! Niña del fingido morir —con más lágrimas visto que el más cierto. Tanta lucha sudorosa hizo la abrumadora cabeza cuando la echaste a dormir tu “muerte” en la almohada —del Despertar Mañana— ojos y almas tan dueños del mañana que sin amargarse en lágrimas todo lloro movieron. Tanta certeza en el ser de una niña florecida secos tuvo sus ojos: todo en torno lloraba—. Oh niña del Despertar Mañana ‘que en luz de su primer día se hizo oculta con sumisión de Luz, Tiempo y Muerte en enamorada diligencia de servir al sacro fingimiento del más Hondo capricho en levísimo juego, de último humano querer de la ya hoy no humana. Muerte es Beldad pero muerte entusiasta, partir sin muerte en luz de un primer día es Divinidad Grave y gracioso artificio de muerte sonreída. ¡Oh cuál juego de niña lograste Elena, niña vencedora! Arriba de Dios fingidora en hora ultima de mujer. Mi ser perdido en cortesía de gallardía tanta, de alma a todo amor alzada. ¿Cuándo será que a todo amor alzado servido su vivir, copa de muerte a su vivir servida, prueba otra vez, la eterna vez del alma, el mirar de quien hoy sólo el ser de la Espera tiene cual sólo el ser de un Esperado tengo?
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