LA TIENDA DE LOS HORRORES: TIENES UN E-MAIL
El cartel dice: «la mejor comedia romántica del año». Debió ser un mal año 1998 para ser considerada la mejor en nada. Sorprendentemente bien acogida por la crítica, esta almibarada comedieta podría ser el ejemplo principal de un futurible libro que pudiera titularse «Cómo el Hollywood moderno puede tomar un clásico magnífico y destrozarlo en cinco fáciles pasos». Este remake de The shop around the corner (El bazar de las sorpresas, de 1939), del maestro Ernst Lubitsch, carece de todo lo maravilloso de aquella legendaria cinta y recubre la historia de un barniz romanticón, baboso y blandorro insoportable. Seguramente tendrá algo que ver la aparición de Meg Ryan como protagonista (jamás he llegado a entender su éxito como actriz, orgasmos fingidos aparte), una dama boba, superficial y de comicidad pésima, que suele estropear todo aquello en lo que sale (anuncios de cava catalán incluidos). Tampoco ayuda un Tom Hanks, dulce y sensible a la par que desagradable y borde, del que tampoco me explico el por qué de su reconocimiento como gran actor (excelente para productos de entretenimiento, pero en mi opinión, muy justito cuando de grandes papeles con carga emocional se refiere, aunque la crítica mundial diga lo contrario). Y desde luego, la directora Nora Ephron no es Lubitsch, ni está a mil kilómetros de poder compararse en nada (sólo unos cuantos de sus títulos como ejemplo: Mi rebelde Cookie, Algo para recordar, Colgadas, Embrujada…; o sea, latas enormes de almíbar con merengue y azúcar de caramelo que ni los niños soportan).
El encanto de la cinta original, la magia del Budapest de entreguerras, los cafés, la música zíngara, los tranvías, la tienda de la esquina en la que se vende de todo, las relaciones entre los variopintos empleados, los diálogos punzantes e ingeniosos, la maravillosa pareja protagonista (Jimmy Stewart y Margaret Sullavan), son sustituidos aquí por el conflicto abierto entre una pequeña librería infantil propiedad de Meg y una gran cadena de librerías dirigida por el padre de Hanks, que extiende sus tentáculos sobre el pequeño negocio de ella, en el marco de la gran ciudad. La lucha entre ambos se alterna con su conocimiento anónimo a través de internet, enamorándose en la distancia sin conocerse, y odiándose en vivo a cada encuentro, sin llegar a sospechar que se encuentran ante la persona que aman. En resumen, una trama que denota ingenua amabilidad permisible en 1939, pero repulsiva ya a estas alturas, haciendo gala de un penoso clima de romantiqueo patético, como bien apunta el cartel de la película.
Malos chistes, penosos gags, nula química entre la pareja protagonista, diálogos facilones, de manual, y mucho, mucho almíbar, hacen aborrecible esta cinta, que llega a hacerse preguntar si no es posible rodar hoy en día comedias románticas que contengan diálogos acertados y apunten cuestiones importantes y profundas a un tiempo que divierten, entretienen y emocionan. Tiempo atrás se hicieron, y no parece haber motivo razonable, excepto la nula creatividad, para que la magia y el encanto sean sustituidos por un pasteleo sentimentaloide con final feliz de postal (por cierto, desde aquí promovemos el boicot a Sin reservas, ese burdo engendro norteamericano que pretende enmendar la plana a la película de la que es una copia, la comedia italo-alemana Deliciosa Martha, excelente película a la que la innecesaria, inútil, inservible, versión americana aún va a convertir en mejor).
Acusados: todos
Atenuantes: ninguno
Agravantes: haber contribuido a la banalización de un clásico
Sentencia: culpables
Condena: no se me ocurre ninguna que esté a la altura, mi cabeza recibe flashes en los que aparecen látigos con punta de acero, lavativas, Massiel, el Papa, un misil tierra-cráneo…
https://39escalones.wordpress.com/2007/09/29/la-tienda-de-los-horrores-tienes-un-e-mail/
No hay comentarios:
Publicar un comentario