jueves, 18 de julio de 2024

Un comentario sobre Mujer al borde del tiempo, de Marge Piercy

 

Un comentario sobre Mujer al borde del tiempo, de Marge Piercy

¿Cómo sería el mundo si lográramos cambiar lo que estamos intentando cambiar? Para responder esta pregunta la escritora feminista Marge Piercy hace viajar en el tiempo a una mujer chicana perseguida por el servicio social y encerrada en una institución psiquiátrica de New York en los años 70. Lo que encuentra Connie Ramos en Mattapoisett, la ciudad del futuro que visita, es la concreción de todas las utopías progresistas. Mujer al borde del tiempo (Consonni, 2020) es un libro recomendadísimo para leer antes de que el verano pandémico consuma nuestra esperanza.

El futuro no es como lo imaginó, con grandes ciudades tecnológicas que han atravesado guerras atómicas, no hay orden ni confort, por eso Connie discute con su lenguaraz del provenir si esto se trata de “¿Progresar hacia un pasado?”. Una mujer migrante pobre, fea y gorda llega a la utopía y todo lo que le produce, en un primer momento, es risa y desilusión. Un mundo donde los géneros son fluidos y cambiantes, los roles sociales son distribuidos por placer y voluntad, la humanidad no daña el entorno y produce lo que necesita para sustentarse, el gobierno es comunal y cada habitante alguna vez gobierna, la diversidad racial es promovida (“queremos diversidad, ya que lo extraño genera riqueza”), lxs adultos mayores son consagrados, la maternidad es comunitaria y decidida… Muy pronto Connie, que vive un día a la vez, empieza a desear ese mundo que nunca imaginó, y la utopía de otres empieza a ser también la suya.

Esta novela clásica de ciencia ficción ecofeminista, que Marge Piercy escribió tomando “prestados elementos de todos los movimientos progresistas” de los 70, nos coloca de frente a la fatalidad de que las decisiones que tomamos en nuestro presente diseñan un futuro y no otro. Si es como dice Sara Ahmed, que “donde hay esperanza, hay dificultad” (algo que bien podría decir los habitantes del futuro en Mattapoisett), la medida de la dificultad responderá a la medida de nuestra esperanza. Así, la sociedad del futuro que inventa Piercy con una imaginación generosa y atenta es compleja e improbable, es ciencia ficción.

En Mujer al borde del tiempo la viajera también visita una distopía, un futuro donde la enajenación llegó a su máximo pico de crueldad y el entorno natural es imposible de experimentar. Pero ese futuro “malo”, la versión del porvenir si todo llega a salir mal, parece poco comparado con el presente de Connie en New York. Una mujer migrante, chicana, que cerca de los 40 años ya es considerada un desperdicio social, narra su corta vida, sus abortos, la histerectomía forzada, la violencia asociada a su género, la frustración por no haber logrado una vida burguesa, la desesperación que provoca la pobreza y la soledad y todo ello motivado y acompañado por un Estado que quiere “hacer encajar tu vida en un patrón de enfermedad”. El presente es peor que el peor futuro. Así, Concepción Ramos, Conchita o Connie según cuando y por quién sea nombrada, es una enfermada por la sociedad, como decía Artaud de Van Gogh en 1947, o una “mujer enferma”, como escribe Johanna Hedva en 2015 en su Teoría de la mujer enferma: “este mundo fue construido en contra de su supervivencia”, en contra de las Connie Ramos.

Marge Piercy es poeta, narradora y activista feminista; nacida en Detroit en 1936 en una familia mixta (judía y protestante), desde muy temprano se involucró en la lucha por los derechos civiles y el feminismo. Piercy escribió este libro en un momento y lugar en los que la transformación social parecía posible y deja en él plasmado un imaginario utopista difícil de reconstruir. En los relatos sobre los 60 y 70 la historia suele recoger los acontecimientos que frenaron el avance de las transformaciones revolucionarias o el estilo de vida de la época pero la memoria sobre qué mundos eran aquellos que se proyectaban es escatimada. Los mundos utópicos que se proyectaron en los 70 en todo Occidente son aquello no contado que nos empuja desde el pasado; aquellos proyectos de sociedad truncados son los futuros que nunca habitamos. En cambio obtuvimos este presente. Piercy hace un esfuerzo notable por imaginar un futuro lejano (2137) en el que la historia se desenvuelve a nuestro favor (a favor de las utopías libertarias y socialistas) y cuando vemos desplegada esa posibilidad, mientras leemos, nos atacan las especulaciones, ¿es esto lo que queremos? ¿cómo sería un mundo feminista —para citar nuevamente a Sara Ahmed—? 

Es posible leer Mujer al borde del tiempo, o al menos fragmentos de él, desde variadas teorías contemporáneas. La referencia obvia es el pensamiento de Donna Haraway, incluso la traductora de este título es Helen Torres, la misma traductora de la obra de Haraway al español. Pero también podemos interpretar el futuro en Mattapoisett desde el xenofeminismo y el marco que Helen Hester otorga al tecnomaterialismo y el antinaturismo en las políticas reproductivas. La maternidad en este libro es un nucleo de tensión, el gran agujero negro que centrifuga todo lo que gira al rededor; es lógico que así sea porque Piercy escribe en los 70, en pleno desarrollo de la llamada segunda ola feminista, y está escribiendo este libro exactamente cuando la corte de Estados Unidos sentencia en el caso Roe contra Wade y determina la legalidad del aborto en Estados Unidos (1973). En Mujer al borde del tiempo el nudo materno (para usar una expresión de Jane Lazarre, también escribiendo en esta época) no está hecho de cinta bebé rosa. Pero quizás lo más interesante ocurra en cómo en la utopía se imagina a la maternidad: como una práctica cultural desenganchada de la gestación (todo en Mattapoisett es desenganchado de la biología: “rompimos el vínculo entre genes y cultura, para siempre”, dice Luciente, personaje del futuro) y donde la gestación se realiza en cápsulas en las que no hay trabajadorxs de la reproducción que carguen en sus cuerpos los bebés que finalmente serán de varias mamás. Así, en esta utopía (ahora xenofeminista, además de ecofeminista) la tecnología de reproducción pone fin a “la opresión de las personas embarazables”, como dice Hester (Xenofeminismo, Caja Negra, 2018). 

En Utopía queer, libro publicado en 2009 por Esteban Muñoz (editado en Argentina también por Caja Negra en 2020), tenemos otra clave de lectura para Mujer al borde del tiempo; allí, el cubano desarrolla una idea de futuridad queer contra el pragmatismo propio del activismo focalizado en las políticas públicas e identitarias. “Lo queer aun no ha llegado —dice—, lo queer es una idealidad. Dicho de otro modo, aun no somos queer (…) el futuro es el dominio de lo queer (…) el aquí y ahora es una cárcel”. Con Muñoz en una mano y Piercy en otra, la novela es, entonces, no solo ecofeminista y xenofeminista, además es queer. Y lo es en la medida en que “lo queer es, esencialmente, el rechazo de un aquí y un ahora, y una insistencia en la potencialidad o la posibilidad concreta de oro mundo”.

Pero si bien la historia de Connie, su presente y los futuros posibles pueden ser pensados desde las teorías feministas, esta novela desborda los feminismos y es una gran relato de ciencia ficción, narrado con una prosa alegre y detallista, que pone la lupa sobre personajes hondos y contradictorios, con paisajes fascinantes, cierto realismo crítico, y escenas de crueldad y de pasión que erizan la piel. Es un libro para leer antes de que termine el verano, ahora cuando la pandemia mundial multiplicó por millones la conciencia de que el presente es esa línea divisoria entre lo que deseamos y lo intolerable.

Mujer al borde del tiempo

Autora: Marge Piercy

Traductora: Helen Torres

Editorial: Consonni

Año: 2020







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