LA FRANCA ADORACIÓN
“Meryl Streep es más calculadora que un buen meteorólogo. Su colección de tics, caritas y gestos seudoespontáneos, que ella traslada de una película a otra sin el menor pudor, me producen una sensación de vértigo”.
José Alberto Lezcano
Recientemente he visto dos películas muy engañosas. Uno de ellos es Tenet (Christopher Nolan), obra tan enredada sin necesidad en su argumento, que no logra interesar ni por sus personajes ni por visualidad. Además, puedes terminar con un dolor de cabeza como si hubieras intentando armar un rompecabezas relativo a los pormenores de los interiores del Capitolio de La Habana. John David Washington, su protagonista, me sigue pareciendo sobrevalorado sin ganárselo. Por ahora —tal vez mejore con los años— es un actor frío y timorato, sin ninguna clase de carisma para asumir todos esos personajes heroicos que le han regalado. Lo contrario es (era) Chadwick Boseman, a quien se ha visto por estos días ―junto a la magistral Viola Davis― en otra interpretación de culto en La reina del blues (George C. Wolfe), estrenada recientemente en Netflix y última producción en que trabajó el actor.
El otro filme falaz en su historia y puesta en escena es The Prom (Ryan Murphy): parece ser una secuela Disney de High School Musical. Dos entregas cinematográficas mejores en momentos que en su conjunto han sido Hillbilly Elegy (Ron Howard), con las sobresalientes actuaciones de Glenn Close y Amy Adams, y Déjales hablar, de Steven Soderbergh. En The Prom, Meryl Streep vuelve a cantar, y en la de Soderbergh encarna a una escritora.
Ella me sigue pareciendo una actriz encantadora, pues por lo general sus personajes no se olvidan con facilidad y ello supone cómo los erige detalle por detalle. Ahora es Alice Hugues, una novelista notable de Estados Unidos, de la que se nos notifica que la televisión y el cine se han favorecido para series y películas, respectivamente. Con una escritura exigente y premiada tras otra, el espectador asiste al momento en que ella será reconocida con un galardón notable, de escritores que retribuyen a otros. Es un galardón prestigioso y sobre todo, elitista. Para no ir sola ha invitado a un sobrino (Lucas Hedges) y a dos amigas del pasado, que interpretan Dianne Wiest y Candice Bergen, quienes por cierto, son dos actrices tan importantes como Meryl Streep.
Llama la atención en primer lugar la duda que transmite la escritora, ya que a uno no le queda claro si ella convidó a sus amigas para aclarar lejanas tiranteces o para apropiarse de sus historias y así idear la derivación de uno de sus relatos más leídos. La duda y la falta de claridad en el espectador no son deficiencias de la trama, sino un logro, en este caso, de la dramaturgia. Lo otro interesante y tal vez mucho más que lo anterior es la franca adoración que Hugues siente por la escritora muerta Blodwyn Pugh, autora de un libro llamado El reino del búho.
Pero Déjales hablar propicia la visión de deferencia con una creadora del pasado para filtrar el sentimiento del afecto. Porque se quiere posibilitar el resarcimiento de un personaje autosuficiente en apariencia, cuando en honor a la verdad, es un dependiente creativo. Alice Hugues es nada sin sus experiencias vitales en relación con sus amigas.
Steven Soderbergh monta a su público en un gran navío para que experimente un viaje de compensación antes de una marcha definitiva. En clave de comedia con dosis de melodrama baja de la proa la jactancia autoral para aterrizar los rigores de la creación, del acontecimiento de la vida y las jerarquías indiscutibles de la amistad.
(Foto tomada de Filmaffinity)
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