sábado, 28 de junio de 2025

"Epicuro: los caminos para la felicidad" de Daniel O. López Salort (Fragmento)

 Amistad

La philía es central en el pensamiento y en la conducta epicúrea. Esa philía es lo que llamamos amor, en un sentido amplio, tanto a otra persona cuanto a la humanidad en su conjunto. Toma Epicuro un concepto distinto del de Aristóteles para la philía. Para este, hay tres tipos de amistad: la del placer, la de la utilidad y la superior que está basada en la virtud. De esta manera, no es posible la sabiduría en un retiro solitario, porque se busca estar con los amigos y en la ciudad. Aristóteles parte de Empédocles, cuanto este afirma que lo semejante quiere a lo que se le asemeja. La perspectiva epicúrea es distinta. No pertenece ni vive en la ciudad, porque su presencia no es resultado de la naturaleza, sino que nace entre los individuos. Incluso no postula una comunidad de bienes, como en los pitagóricos, ya que no considera necesario compartir lo que se supone que un amigo daría por otro. La amistad, en definitiva, es saber que se cuenta como amigos, aunque no estén ellos presentes. Es preocuparse por los amigos como si fuera por uno mismo. Pero esta soledad epicúrea no deja de ser, en realidad, un universalismo práctico, pues el sabio debe obrar con plena conciencia del Otro, con todo lo que eso significa en su valor y en su práctica. Por eso, es que se ha dicho:

No es cierto que los filósofos helenísticos se desentendieran de los aspectos teóricos más arduos del conocimiento, como lo prueba la teoría lógica de los estoicos o los estudios de Física de Epicuro, cuya obra Sobre la Naturaleza comprendía nada menos que treinta y siete libros de discusiones técnicas. Ciertamente no se presentó ninguna figura con la capacidad científica casi universal de Aristóteles ni una inteligencia de una precisión analítica tan desarrollada. Pero los filósofos de este momento estaban más preocupados por la síntesis y la coherencia del sistema que por los progresos en campos científicos especiales.9

Otro aspecto para tener en cuenta es el rechazo de Epicuro a la actitud aristotélica respecto a la ciudad. Para él, hay un gran error en esta postura, que no deja de ser elitista, ya que en el Liceo de Aristóteles no hay lugar para esclavos ni mujeres, hecho que sí sucede en el Jardín epicúreo. La ética, a su entender, es prescriptiva, modifica conductas para lograr la felicidad que necesitamos. Por ello, se utiliza la parrhesía, que es tomado del método implementado entre el médico y el paciente. Esta parrhesía funciona en un sentido vertical (entre Epicuro y sus discípulos) y en uno horizontal (entre los discípulos entre sí), destinado todo a que se revelen las verdades en el alma, y que son las bases para lo que posteriormente es conocido como la confesión cristiana.

En el centro de la concepción epicúrea de la philía, está lo que hoy llamamos amor. Todo lo que es pasión debe ser rechazado, por cuanto ello significa la alteración de la serenidad del alma. Las cuestiones sexuales o amatorias (tá aphrodisía) se respetan por razones de naturaleza que se aceptan, es decir, se alivian tensiones y se satisfacen los placeres corporales, pero hay que considerar que por lo general trae aparejadas cuestiones de pasión desenfrenada, envidias, celos, actitudes posesivas, lo que determina que el placer inicial se transforma en dolor.

El matrimonio no es un hecho que Epicuro recomiende, salvo por razones de compañía, siempre y cuando no genere dependencia. Es decir, todo se orienta a la autárkeia, una autosuficiencia que ya se indica en el aviso situado a la entrada de la escuela, donde se dice que se viva oculto, en retiro. Si bien se admira a Sócrates, ya no se trata de buscar verdades sino de ejercerlas en la práctica diaria, personal, lejos de la ciudad y de la política. Se ha señalado que hay un contrato de triple base en la reflexión epicúrea: por derecho natural no es útil hacer daños a otros y a uno mismo; nada es justo o injusto si no se ha acordado previamente que es así; y la justicia es el resultado de ese acuerdo.10

Esa autarquía es absolutamente opuesta a Platón y a Aristóteles, por cuanto no es alejamiento y hasta desprecio por la ciudad, como han dicho sus críticos, sino que se ve a la educación que desarrolla la ciudad más como una fuente de leyes de castigo que como camino de construcción de la propia felicidad. Su alabanza a la vida en retiro que, como se ha considerado, es una forma de cosmopolitismo, aunque suena paradójico, no es otra cosa que desapego del Estado y sus normas, es rechazo a una forma de esclavitud (también lo propugna a su manera Lao-Tzu siglos anteriores y en otras tierras). Se ha dicho:

En ese sentido, el cristianismo de los primeros siglos no significa una ruptura con el pensamiento pagano, sino, antes bien, cierta continuidad, habiéndose producido en todo caso solamente algo así como un desplazamiento de acento: el individuo cristiano existe en virtud de su misma relación con Dios, es decir, fundamentalmente gracias a su posición marginal en el mundo, a la devaluación de su existencia mundana y de sus valores.11

Hay, sin embargo, un hecho que se debe observar con detenimiento, y es que las propuestas y prácticas de Epicuro no admiten otras perspectivas y prácticas. Por ello, se ha señalado que sus métodos argumentativos son llamados con frecuencia diórthosis, que significa corrección, o sea, rechazo, o al menos despreocupación de todo lo que fueran argumentaciones y propuestas de otras escuelas. Se desarrolla la memorización, la confesión e incluso la delación. El solo argumento racional no alcanza por lo general para erradicar los juicios y las conductas inapropiadas. Por ejemplo, el temor a la muerte es tan fuerte que con frecuencia nos supera: “El asunto es simplemente sacar los síntomas a la luz para que pueda empezar efectivamente la cura. Tiene mucho más en común con las prácticas de la psiquiatría moderna que con cualquier costumbre cristiana que se le parezca superficialmente”,12 lo que también se prueba porque los discípulos de Epicuro se refieren a él con admiración, pero no cuestionan ni ponen en tela de juicio ninguna de sus definiciones.

Mientras Aristóteles propone métodos y objetivos de razonamientos a sus estudiantes y discípulos, Epicuro establece que se memoricen sus definiciones, prácticamente que se le obedezca. Por eso, ha dicho: “En su escuela sus estudiantes compiten ferozmente sobre quién lleva el estilo de vida más modesto”.13 Si Aristóteles expresa claramente que en primer lugar está la verdad, cualquiera sea el filósofo o maestro, este no es el caso de los que concurren a la escuela epicúrea. Conviene, entonces, recalcar:

Si consideramos el enorme andamiaje metafísico de las teorías platónica y aristotélica como un logro permanente del espíritu, sin duda puede advertirse en las filosofías helenísticas una disminución de rigor y de tensión especulativa. Pero si somos escépticos acerca de la real dimensión de todas esas magníficas y admirables abstracciones teóricas, si desconfiamos de la dialéctica y de la metafísica, apreciamos de otro modo el énfasis y la conclusión pragmática de las nuevas teorías.14


Fragmento. Texto completo en: https://www.redalyc.org/journal/259/25967826006/html/

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