sábado, 25 de febrero de 2012

LOTÓFAGO


Se dice del individuo de ciertos pueblos que habitaban en la costa septentrional de África.
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Del griego λωτοφάγος: "que come loto".

Nuestro custodio Ylagares nos sorprende hoy con este singular vocablo de ascendencia griega. Los lotófagos o "comedores de loto", según la mitología de la época, eran un pintoresco pueblo que se alimentaba únicamente a base de flor de loto (alimento que, tal y como narran los relatos, provocaba una inmediata e irremisible pérdida de memoria, sumiendo al sujeto en un estado de olvido profundo y perpetuo...)

El propio Ylagares nos brinda un fantástico ejemplo de nuestra voz de hoy en La Odisea, poema épico atribuido al poeta griego Homero (siglo VIII a.C.)...
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En su obra, Homero narra las peripecias de Ulises y sus compañeros al arribar a un país extraño en el que los nativos les ofrecen flores de loto. Al ingerirlas, los sufridos navegantes olvidan su patria por completo y deciden quedarse con los lotófagos. Compartimos con vosotros el fragmento alusivo:

…Así que desde allí fuimos arrastrados por fuertes vientos durante nueve días sobre el ponto abundante en peces, y al décimo arribamos a la tierra de los Lotófagos, los que comen flores de alimento. Descendimos a tierra, hicimos provisión de agua y al punto mis compañeros tomaron su comida junto a las veloces naves. Cuando nos habíamos hartado de comida y bebida, yo envié delante a unos compañeros para que fueran a indagar qué clase de hombres, de los que se alimentan de trigo, había en esa región; escogí a dos, y como tercer hombre les envié a un heraldo. Y marcharon enseguida y se encontraron con los Lotófagos. Éstos no decidieron matar a nuestros compañeros, sino que les dieron a comer loto, y el que de ellos comía el dulce fruto del loto ya no quería volver a informarnos ni regresar, sino que preferían quedarse allí con los Lotófagos, arrancando loto, y olvidándose del regreso. Pero yo los conduje a la fuerza, aunque lloraban, y en las cóncavas naves los arrastré y até bajo los bancos…

Para terminar, y como muestra de una aplicación contemporánea y actual de nuestra voz de hoy, os sugerimos un interesante artículo de Manuel José Díaz-Pacheco Galán: ¿Son los alumnos lotófagos?

... ... ... (¿¿¿???), ¡ah, sí!... ya me acuerdo qué venía ahora: ¡hasta el próximo olvido!

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