domingo, 11 de noviembre de 2012

Clara Reeve


El mejor relato de fantasmas (que pocos leyeron)

El mejor relato de fantasmas (que pocos leyeron)
La leyenda del cuento devorado de Clara Reeve.


La leyenda no sólo abarca lo imposible o lo que podría ser. En ocasiones repara en hechos reales y concretos, y los prolonga en el tiempo con una cualidad casi invariable.

Tal es el caso de un legendario cuento de fantasmas deClara Reeve (1729-1809), el mejor del género, cuya excelencia lo condenó primero al olvido y luego a su prolija destrucción.

En 1778 Clara Reeve entraba en el olimpo de la novela gótica con su historia El viejo barón inglés (The Old English Baron), originalmente publicada como El campeón de la virtud (The Champion of Virtue). Esta novela, notable desde todo aspecto, fue compuesta como una especie de manifiesto del horror, contradiciendo todo lo que hasta ese momento era considerado digno de un escalofrío.

La primera víctima del horror de Clara Reeve fue nada menos que Horace Walpole y su Castillo de Otranto (Castle of Otranto), que fue demolido por esta nueva concepción del terror. La revolución planteada por Clara Reeve, esto es, dejar de lado los viejos tópicos del horror por considerarlos pueriles, la obsesionó de tal modo que para probar su teoría se propuso escribir el mejor relato de fantasmasjamás concebido, una historia que liberase los pensamientos más siniestros en la mente del lector a partir de una secuencia ordenada de espantos.

En 1779, mucho antes de E.A. PoeAlgernon Blackwood y H.P. LovecraftClara Reeve se recluyó en su casa de campo y comenzó a escribir su relato.


Sola, acosada por espectros innombrables que surgían de los muros como viejos jirones deshilachados, Clara Reeve fue dando forma a una historia que no se parecía a ninguna otra, un relato crudo, bestial, donde la muerte y la sangre eran elementos menores, y la locura y la obsesión se presentaban como los verdaderos encargados de inquietar al lector.

Con los nervios destrozados por el agotamiento mental y físico, Clara Reeve bautizó su obra con un nombre bastante sencillo, lejos de las ampulosas manifestaciones que hasta entonces adoptaban esta clase de obras. Lo llamo: El castillo Connor, una historia irlandesa (Castle Connor, an Irish Story).

La leyenda, sobre la que Clara Reeve no tuvo mayor influencia, señala que elrelato fue leído por tres amigos de la autora en aquella casona rural. Uno de ellos, el primero en posar sus ojos sobre las páginas amarillentas, se suicidó presa de extravagantes alucinaciones. El segundo, menos intrépido, huyó a Londres en medio de la noche, acosado por pensamientos inconfesables. Finalmente, el tercer lector, una mujer llamada Anne -sobre la que poco se sabe- amaneció con la necesidad implacable de masticar sus propias extremidades, hábito que se prologó por el resto de su vida.

Una semana después, extenuada por el trabajo incansable de corrección. Clara Reeve guardó el borrador de su cuento y montó en una carreta que la llevaría de vuelta a la ciudad. Su acompañante, un caballero encargado de administrar los campos que rodeaban la casona, le preguntó sobre la naturaleza del manuscrito.Clara Reeve declaró que hasta entonces no lo había leído de un tirón, sino que había trabajado en él de forma fragmentaria, secuencial, ocupándose de los episodios sin preocuparse por el hilo narrativo. Acto seguido, se propuso leerlo...

Nadie sabe a ciencia cierta cual era la historia del Castillo Connor, ni cuales eran los horrores que allí se convocaban. Sólo sabemos que al terminar de leerlo Clara Reeve lo destruyó. Algunos dicen que incluso devoró algunas de sus páginas, y que jamás mencionó una sola palabra sobre lo que había escrito. Ante los interrogatorios posteriores de quienes sabían que ella se recluiría en el campo para escribir uncuentoClara Reeve respondió que había extraviado el manuscrito en la carreta.


El testimonio de aquel administrador da cuenta de otra cosa, mientras, absorto, observaba a esta educada y elegante mujer masticando con avidez las páginas de su propio manuscrito.

Desde aquí, lejos en el tiempo y el espacio, nos arriesgamos a una conjetura simple: hay horrores que pertenecen a un orden inclasificable y que despiertan en nosotros zonas completamente desconocidas, aturdidas, anestesiadas, capaces de enloquecer al más cuerdo y racional de los hombres al exponerlo frente a sus fantasmas secretos, atávicos, y perfectamente perceptibles en alguna pesadilla mal recordada o en las páginas amarillentas de un libro siniestro destinado al olvido.

Lord Aelfwine.
lord-aelfwine@hotmail.com

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