El “nouveau roman”, una teoría de la novela moderna
In Literatura on octubre 18, 2011 at 1:08 pm
Alain Robbe-Grillet y Nathalie Serraute son quienes construyen los fundamentos del llamado “nouveau roman”, un movimiento con vocación de escuela literaria que fue bautizado así por un crítico del periódico Le Monde, en 1957, al informar sobre sendas novelas de estos autores, La Celosía y Tropismos, respectivamente.
El “nouveau roman” apuesta por una narrativa experimental basada en la libertad temática frente a la novela social precedente, por el rechazo de la interpretación psicológica de los personajes, y por la disminución de la importancia del narrador, que hace lo posible por desaparecer del relato.
Los novelistas de este movimiento, que sacudió con fuerza la literatura del momento, muy influidos por el cine, conceden gran importancia al punto de vista e intentan alcanzar la objetividad pura de la cámara cinematográfica, por lo cual la descripción muy minuciosa –que a veces llega a un grado de exhaustividad y detallismo asombroso- es una de las principales características de sus obras.
Entre 1953 y 1963 Alain Robbe-Grillet escribió una serie de artículos que luego serían recopilados en el libro “Por una nueva novela”, que funciona como receptáculo teórico de lo que en todo el mundo se conocería como “nouveau roman”: una vanguardia conformada por autores y textos que rechazan las nociones de personaje y de trama. La historia de esta búsqueda literaria (también llamada “objetivismo”) en cuyas filas militaron, conscientemente o no, Samuel Beckett, Marguerite Duras, Natalie Sarraute, Michel Butor y Claude Simon, entre otros.
Algunos definieron esta corriente literaria como la “Escuela de la mirada” (“L’École du regard”), por las minuciosas descripciones ópticas y el vaciamiento de los objetos de cualquier interiorismo que hacían sus escritores, en contra del “mito” de la profundidad.
Durante una década, de 1953 a 1963, el más conocido de los escritores agrupados bajo la etiqueta del “nouveau roman”, Alain Robbe-Grillet, escribió un conjunto de artículos, recogidos en el libro “Pour un nouveau roman” (1963), cuyo título parece fijar definitivamente el nombre del movimiento literario y en el cual se pueden hallar los fundamentos teóricos del mismo.
Un denominador común de esta “collection d’écrivans” (Jean Ricardou), es el rechazo de la novela tradicional al estilo de Balzac, basada en el tiempo y en una intriga para causar efectos y, finalmente, contruir una pseudo-realidad antropomórfica. Aunque, es innegable que el llamado “nouveau roman” adopta estilos diferentes propios de aquellos que participan: Alain Robbe-Grillet. Michel Butor, Claude Ollier, Nathalie Sarraute, Robert Pinget, Claude Simon, y Margarite Duras, entre otros. Y tras ellos, haciendo visible este nuevo fenómeno literario, Les Editions de Minuit.
En contra, pues, de la novela cuyo objeto es escribir la aventura de un personaje, los nuevos novelistas optan por la “aventura de una escritura” que es, ante todo, una búsqueda sin finalidad, una exploración del subconsciente, y en la cual el asunto, los personajes, la intriga y las situaciones se diluyen.
Este concepto de la escritura trae consecuencias importantes e innovadoras: el texto valora la presencia de objetos ante la quasi ausencia de personajes, se apoya en el espacio y el tiempo, prefiere las obsesiones, la memoria y sus relaciones con el autor.
Contar una historia
“Contar bien una historia” es una de las frases recurrentes de la época, a mediados del siglo pasado. Pero este precepto consiste para los nuevos escritores en historias que se atienen a esquemas prefabricados a lo que los lectores están acostumbrados. “Un universo estable, coherente, continuo, enteramente descifrable”. Más que distraer, una historia bien contada, según ellos, tranquiliza.
Para Robbe-Grillet, sin embargo, “es un error pretender que en las novelas modernas ya no sucede nada. Proust y Faulkner están atiborrados de historias. Pero las anécdotas se disuelven para recomponerse en provecho de una arquitectura mental del tiempo. No es la anécdota lo que falta, sino su carácter de certeza, de tranquilidad, su inocencia.”
El otro aspecto que el “nouveau roman” considera inaceptable es el personaje como centro de la novela tradicional. De nuevo es Robbe-Grillet quien afirma que los personajes pertenecen a un momento del pasado en el que “tener una personalidad representaba a la vez el medio y el fin de toda búsqueda”. Entonces aparece en las novelas y relatos del movimiento un antihéroe banal, anónimo, más propio de la cultura de masas que comienza tomar forma en aquellos años. Nada de psicología “a la ancienne manière”: los personajes modernos no tienen pasado, conciencia ni destino.
En general, los escritores agrupados en el “nouveau roman” componen sus narraciones en el presente del indicativo, un tiempo verbal puro donde las cosas tienen una presencia pero ninguna significación, y que desaparecen en el mismo instante en que se manifiestan. En palabras de Roland Barthes, escritor y semiólogo francés, “el pasado simple es el acto mismo de la posesión de la sociedad sobre su historia. Cuando el pasado simple es reemplazado por formas menos ornamentales y más próximas, como el presente, la Literatura se convierte en depositaria de la densidad de la existencia, pero no de su sentido.”
Félix de Azúa, en una lúcida introducción en forma de prólogo al libro “Instantáneas” de Alain Robbe-Grillet, contrapartida de su teoría expuesta en “Pour un nouveau roman”, piensa que Robbe-Grillet tiene como propósito fundamental la abolición del tiempo en la narración literaria; el mismo título aspira a ello. Romper el entramado clásico de la novela formado por el binomio espacio-tiempo será una de las grandes aspiraciones en las narraciones del grupo francés y, aunque su consecución resulta incierta, el paso que la novela moderna da gracias a esta búsqueda será decisivo para el posterior desarrollo literario de la vanguardia.
Jaime Peñas
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