Comparemos dos versiones del mismo relato: El anillo de Giges.
Leer con atención ambos relatos y centrarse sobre todo en lo remarcado en amarillo.
1- He aquí la historia que Platón nos cuenta en su obra principal, La República:
Giges era un pastor que servía al entonces rey de Lidia. Un día sobrevino una gran tormenta y un terremoto que rasgó la tierra y produjo un abismo en el lugar en que Giges llevaba el ganado a pastorear. Asombrado al ver esto, descendió al abismo y halló, entre otras maravillas que narran los mitos, un caballo de bronce, hueco y con ventanillas a través de las cuales divisó adentro un cadáver de tamaño más grande que el de un hombre, según parecía, y que no tenía nada excepto un anillo de oro en la mano. Giges le quitó el anillo y salió del abismo. Ahora bien, los pastores hacían su reunión habitual para dar al rey el informe mensual de lo concerniente a la hacienda, cuando llegó Giges llevando el anillo. Tras sentarse entre los demás, casualmente volvió el engaste del anillo hacia el interior de su mano. Al suceder esto se tornó invisible para los que estaban sentados allí, quienes se pusieron a hablar de él como si se hubiera ido. Giges se asombró, y luego, examinando el anillo,dio vuelta al engaste hacia afuera y tornó a hacerse visible. Al advertirlo, experimentó con el anillo para ver si tenía tal propiedad, y comprobó que así era: cuando giraba el engaste hacia adentro, su dueño se hacía invisible, y, cuando lo giraba hacia afuera, se hacía visible. En cuanto se hubo cerciorado de ello, maquinó el modo de formar parte de los que fueron a la residencia del rey como informantes; y una vez allí sedujo a la reina, y con ayuda de ella mató al rey y se apoderó del gobierno. Por consiguiente, si existiesen dos anillos de esa índole y se otorgara uno a un hombre justo y otro a uno injusto, según la opinión común no habría nadie tan íntegro que perseverara firmemente en la justicia y soportara el abstenerse de los bienes ajenos sin tocarlos, cuando podría tanto apoderarse impunemente de lo que quisiera del mercado, como, al entrar en las casas, acostarse con la mujer que prefiriera, y tanto matar a unos como librar de las cadenas a otros, según su voluntad, y hacer todo como si fuera igual a un dios entre los hombres. En esto el hombre justo no haría nada diferente del injusto, sino que ambos marcharían por el mismo camino. E incluso se diría que esto es una importante prueba de que nadie es justo voluntariamente, sino forzado.
http://bienhacer4e.blogspot.com.ar/2013/10/el-anillo-de-giges.html2- Otra versión del relato:
¿Qué harías tú con el anillo de Giges?
Giges era un humilde pastor griego que servía al rey. Un día, pastoreando con su rebaño en el campo, descubrió una gran grieta abierta en la tierra. Tenía muchos metros de profundidad y había sido causada, días atrás, por un terremoto.
Descendió asombrado y en el fondo encontró, entre otras cosas maravillosas, un caballo de bronce. Junto a él yacía el cadáver de un hombre que portaba un
anillo de oro en la mano. Giges se lo quitó y salió a la superficie.
anillo de oro en la mano. Giges se lo quitó y salió a la superficie.
Esa noche, mientras se encontraba en casa, descubrió que el anillo tenía un increíble poder: hacer invisible a quien se lo pusiera. Bastaba con colocar el anillo del reverso para hacerle desaparecer a los ojos de los demás. Giges quedó estupefacto.
Toda la noche quedó pensando cómo hacer uso del anillo.
“Con él -pensó- podré ayudar a mucha gente. Podré, por ejemplo, infiltrarme sin ser visto en bandas de malhechores y ayudar a detenerlos. Podré viajar por todo el mundo. Podré conocer y seguir a todos los sabios. También podría escuchar conversaciones de las personas más ricas e influyentes…¡podré hacerme rico! ¡podré ser el hombre más poderoso del reino”.
Giges pasó la noche en vela, pensando en cómo utilizar el anillo.
A la mañana siguiente, todavía indeciso, salió a dar un paseo. Casi sin querer, llegó hasta los alrededores del palacio del rey. Entonces, llamado por la curiosidad, aprovechó que las puertas se abrían, para colarse dentro sin ser visto.
Una vez dentro, observó toda la suntuosidad y lujo de palacio. Pudo ver el inmenso poder del que disfrutaba el rey. También admiró la belleza de la reina. Quedó fascinado.
En esa tesitura y sabiendo que jamás sería descubierto, tomó la decisión: quería ser como el rey. Y el anillo iba a ser su aliado.
Poco tiempo después, volvió a entrar en el palacio del rey, decidido a ocupar su puesto. Aguardó a que el soberano durmiese para asesinarlo en la cama. Posteriormente, aprovechando su poder, sedujo a la reina. Una vez convertido en rey, buscó acumular todo el poder y riqueza posible. Para ello instauró una tiranía despiadada en todo el reino, que duró hasta los últimos días de su vida.
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Esta leyenda del Anillo de Giges, contenida en La República de Platón, plantea un dilema ético interesante: ¿las personas somos buenas o malas por naturaleza?
Glaucón, el personaje de la obra que la cuenta, lo tiene claro: el ser humano sólo actúa bien cuando no tiene más remedio.
“No se encontrará probablemente un hombre de un carácter bastante firme para perseverar en la justicia y para abstenerse de tocar a los bienes ajenos, cuando impunemente podría arrancar de la plaza pública todo lo que quisiera, entrar en las casas, abusar de toda clase de personas, matar a unos, libertar de las cadenas a otros, y hacer todo lo que quisiera con un poder igual al de los dioses. Nadie es justo por voluntad, sino por necesidad, y serlo no es un bien en sí, puesto que el hombre se hace injusto tan pronto como cree poderlo ser sin temor.”
Platón no era de esta opinión y pensaba que el hombre, debidamente instruido, podía ser bueno y justo en sí mismo.
Para conformar nuestra propia opinión sobre el tema podríamos preguntarnos a nosotros mismos ¿qué haría yo si pudiera ser invisible? ¿cómo utilizaría yo el anillo de Giges?
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