martes, 14 de octubre de 2014

Un Cuento inspira una película: Las Babas del Diablo y Blow-Up

DOMINGO, 18 DE OCTUBRE DE 2009

Un Cuento inspira una película: Las Babas del Diablo y Blow-Up

LAS BABAS DEL DIABLO
Julio Cortázar (1914-1984) escribió “Las babas del Diablo” en 1959. Este relato apareció publicado por primera vez en su libro “Las armas secretas”.
La historia nos sitúa en París, donde Roberto Michel, un traductor y fotógrafo aficionado saca, un domingo de noviembre por la mañana, una fotografía a una pareja en una placita. La mujer le ve y se acerca a pedirle el carrete, ayudada poco más tarde por un hombre que estaba en un coche leyendo un periódico. Entre tanto, el muchacho que estaba con la mujer sale corriendo. Y, al final, Roberto Michel se va sin darles el rollo.
Lo que podría quedar como una anécdota toma mayores dimensiones en el momento en que el fotógrafo comienza a obsesionarse con la fotografía, de la cual hace una gran ampliación para colgarla en la pared y apreciar todos sus detalles. Hasta que la imagen estática parece cobrar vida.
Pero la historia no es tan simple, sino que va mucho más allá. Cortázar utiliza dos narradores principales (se podría intuir incluso un tercer narrador ajeno a los hechos) que se entremezclan y se confunden en el relato: el que nos cuenta la historia y el propio Roberto Michel. Pero, ¿son la misma persona?, ¿uno representa al protagonista vivo y otro muerto?, ¿uno al de la vida real y otro al del mundo de la fotografía?, ¿uno es Roberto Michel y otro un simple narrador que conoce la historia? ... Cualquiera de estas interpretaciones y muchas más son posibles, cada lector encontrará la suya propia.
En el fondo Cortázar se vale de esta historia para jugar con el lector haciéndole ver lo irreal de lo aparentemente real y lo verdadero de lo que parece falso. Juega con lo que dicen las palabras y con lo que va más allá de las líneas. Mezcla la supuesta realidad con la imaginación, los sueños e incluso la muerte. Lo estático adquiere movimiento, mientras que el personaje del fotógrafo, en principio activo, se convierte en el agente pasivo de la acción.
Si bien su lectura puede dejar una sensación de angustia (me pasó algo parecido la primera vez que vi “Arrebato”, de Iván Zulueta), creo que merece la pena leer este cuento y pararse a pensar en cómo nuestra mente puede variar la realidad y viceversa. 

BLOW-UP
Blow-Up”, película de 1966, fue dirigida por Michelangelo Antonionibajo la producción de Carlo Ponti. Fue la película que abrió el camino a Antonioni al mercado internacional.
En este caso no se puede hablar de una adaptación como tal del cuento, ni se pretendió en ningún momento que lo fuera. Simplemente Antonioni se inspiró libremente en “Las babas del Diablo”, tomó la idea del relato y la modificó a su antojo, insertándola además en un contexto diferente y más amplio que el del cuento.
Del cuento de Cortázar, Antonioni saca la historia del fotógrafo que tras realizar unas ampliaciones cree ver algo más allá de lo que muestra la imagen. Pero ni fotografía lo mismo, ni descubre en las fotos lo mismo.
Y también toma la idea subyacente. Es decir, lo relativo de nuestras percepciones y de lo que tomamos como real, lo relativo de lo que vemos o queremos/creemos ver más allá de lo que realmente se nos muestra. Es la misma idea expresada con lenguajes distintos (el literario y el cinematográfico).
El propio Antonioni sabía la dificultad que entrañaba entender su película: “Necesitaré al menos otro film para explicar Blow-Up” (Rueda de prensa del Festival de Cannes, mayo de 1967).
“Blow-Up” traslada la acción a Londres a mediados de los años 60. Antonioni aprovecha para mostrarnos, más allá del “thriller”, una ciudad y la sociedad que la conforma.
“La mayor dificultad con la que me he encontrado ha sido la de representar la violencia de la realidad. Los colores embellecidos y edulcorados son a menudo los que parecen más duros y agresivos. En Blow-Up, el erotismo ocupa un lugar de máxima importancia, pero, a menudo, se pone el acento en una sensualidad fría, calculada. Los rasgos de exhibicionismo y de vouyerismo están especialmente subrayados: la joven mujer del parque se desnuda y ofrece su cuerpo al fotógrafo a cambio de los negativos que tanto desea recuperar.” (M. Antonioni, Corriere della Sera, 12 de febrero de 1982).
Nos enseña una ciudad extraña, alienada. Una sociedad de estética pop y actitudes extremadamente superficiales. Una sociedad que se deja llevar por la moda, el sexo, las drogas. Una sociedad sin alma, que transmite hartazgo, aburrimiento. Una sociedad, en suma, que necesita un cambio.
Pocos son los que se dan cuenta de esta necesidad, uno es el propio fotógrafo y otra es la chica de la tienda de antigüedades, que quiere irse de allí como sea, a cualquier sitio, pero lejos. Pero la necesidad es global, no individual. La película esconde una crítica feroz sobre el mundo que muestra.
Destaca el contraste brutal de la primera escena entre el grupo de mimos gritando y el resto de la gente, que se mueve sin hacer apenas ruido.
También es llamativa la escena del concierto, donde casi todos están parados hasta que se rompe el “maleficio” y por fin ocurre algo distinto, en este caso el guitarrista acaba rompiendo la guitarra harto de los acoples del bafle. Es entonces cuando todos parecen cobrar vida.
Protagoniza la historia Thomas (David Hemmings), un famoso fotógrafo de moda egocéntrico y caprichoso. Tiene todo lo que muchos desearían pero se encuentra hastiado, cansado de lo que le rodea.
Una mañana hace unas fotos a una pareja en un parque. A pesar de la insistencia de la mujer (Vanesa Redgrave) para que le dé el carrete, él hace caso omiso y se va. La mujer localiza a Thomas y trata de convencerle. Éste, para quitársela de encima, le da un carrete falso. Cuando revela las fotos, Thomas cree ver indicios de que querían asesinar a alguien y piensa que él lo ha evitado. En su obsesión por descubrir qué pasaba, hace más y más ampliaciones (blow ups) hasta que reconstruye la historia, creyendo ver un cadáver en las fotografías.
«Cuando se utilizan ampliadoras (...) pueden verse cosas que probablemente el ojo desnudo no sería capaz de captar (...). El fotógrafo de Blow-Up, que no es un filósofo, quiere ver las cosas más de cerca. Pero lo que sucede es que, al ampliarlas demasiado, el objeto se desintegra y desaparece. Por lo tanto, hay un momento en que asimos la realidad, pero ese momento pasa. Este es en parte el significado de Blow-Up.» (M. Antonioni).
Es en ese momento, cuando el fotógrafo encuentra algo que le saca de la rutina, de su mundo superficial, cuando siente entusiasmo por algo y deja a un lado la frialdad que transmite en el resto del filme.
Pero, como pasaba en el cuento, no todo es tan sencillo. Antonioni hace con la cámara, con la imagen, con los gestos, con los silencios (hay que decir que el uso de la música, compuesta por Herbie Hancock, es mínimo) lo que Cortázar hacía con las palabras. El espectador termina por no saber hasta qué punto es real lo que está viendo, si lo que sale en pantalla es lo que de verdad le ocurre al protagonista o es su lo que está dentro de su mente, lo que él percibe.
Destaca la escena final, donde Thomas vuelve al parque en el que tomó las fotografías de la pareja y aparecen los mimos. Cambian su griterío por un silencio total y empiezan a escenificar un partido de tenis. De repente la pelota sale del campo y la “vemos” caer en el césped. Piden a Thomas que se la devuelva y de repente éste empieza a comprender. Quizá el misterio que él tenía tan claro sólo haya existido alguna vez en su imaginación. Entonces va a por la bola, la recoge y se la devuelve a los jugadores. Para acrecentar el efecto, el único sonido que se escucha en esta escena es el ruido de la pelota.
Para finalizar la película el fotógrafo desaparece ante nuestros ojos. O quizá nunca estuvo ahí...
“Blow-Up” es una película que esconde mucho más de lo que se aprecia en un primer visionado. Por eso recomiendo verla con todos los sentidos activados. Entenderé que a muchos les pueda resultar difícil e incluso espantosa, pero considero que todo amante del cine tiene que verla al menos una vez en su vida. 

ALGUNAS CURIOSIDADES
“Blow-Up” ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1967. Como apuntaba más arriba, la película transmite la necesidad de un cambio en la sociedad. Quizá no sea casualidad que ganara este premio justo un año antes de la revuelta social y cultural que supuso el mayo francés del 68.
“Blow-Up” obtuvo dos nominaciones a los Oscar: Antonioni fue nominado como Mejor Director y Antonioni, Tonino Guerra y Edward Bond al Mejor Guión.
En principio, el papel protagonista lo iba a interpretar Terence Stamp, que al final no pudo hacerlo. También se pensó para interpretarlo en David Bailey, fotógrafo en la vida real, que había servido de inspiración para crear a Thomas.
El grupo que toca en el concierto el tema “Stroll On” son “The Yardbirds”, grupo de rock británico del que salieron tres de los mejores guitarristas ingleses de todos los tiempos: Eric Clapton, Jeff Beck y Jimmy Page. Cuando se grabó la película, Eric Clapton ya había dejado el grupo. Los que aparecen son Jimmy Page y Jeff Beck, éste último rompiendo la guitarra.
Julio Cortázar vio “Blow-Up” en Amsterdam, un día de lluvia. Hizo cola el día de su estreno, como un espectador más. Por lo que comentó, le gustó mucho. Decía que desde el estreno de la película se vendían más libros suyos. Se refirió al cine como un método estajanovista de hacer dinero: él permitió el uso de su relato a cambio de unos miles de dólares y Ponti recaudó varios millones.
Julio Cortázar aparece en la película en una de las fotografías que se muestran en la película.



















Aquí podeís leer el relato de Cortazar.

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