Vuela a través del espacio infinito, atravesando asteroides y bordeando soles, rumbo a nadie sabe dónde. Es A´Tuin, la Gran Tortuga. Sobre su concha, cuatro gigantescos elefantes sostienen sobre sus espaldas un gran disco. Y sobre el disco, un mundo lleno de héroes, elfos, ciudades estado, magia y peligros. Es Mundodisco, y posiblemente sea el universo de fantasía más extraño jamás concebido.
A principios de los años 80, Terry Pratchett, el creador de Mundodisco, debía de estar bastante quemado de la fantasía heroica. Conan y los relatos bárbaros, los antihéroes como Élric o Corum, y la herencia de Tolkien (que acabó dando lugar al muy lucrativo mercado de las franquicias de fantasía épica como Dragonlance o Reinos Olvidados) se habían convertido en un círculo vicioso del que pocos autores eran capaces de escapar. Pratchett fue, indudablemente, uno de esos escasos autores.
A simple vista puede parecer que Mundodisco es una burla a los universos de fantasía, una sátira con mala baba que ataca a un género que estaba muy quemado. Sin embargo, a poco que se lea, uno descubre un mundo de fantasía con su propia mitología, sus propios héroes, y su propia historia. Tal vez con mucho de parodia, pero sólo porque lo fantástico es llevado a tales extremos que, por más que queramos, no podemos reprimir una risotada ante las descabelladas propuestas que Pratchett nos propone página tras página.
Esta novela, la primera de la serie Mundodisco, se divide en cuatro capítulos más o menos independientes, a través de los cuales Pratchett se dedica a contarnos cómo es este mundo tan particular. Entre risas, aprenderemos detalles sobre los dioses, sobre el clima, sobre los elefantes y la tortuga que soportan el mundo. Y todo ello en clave de humor, de fantasía y magia llevadas al límite. Y a la par, nos enteraremos de la historia de Dosflores, un turista de un lejano Imperio que desea conocer héroes, vivir aventuras, y comprar recuerdos de la ciudad más grande y corrupta del mundo: Ankh-Morpork.
A lo largo de las peripecias de este extraño turista, iremos conociendo a todo un elenco de personajes. El mago Rincewind, que sólo sabe un hechizo, la Muerte, el bárbaro guerrero Hrun, e incluso a extraños dioses como Dama y Sino, enfrascados en sus juegos de tablero cuyos movimientos afectan a toda la humanidad. Cada capítulo es diferente, no sólo en cuanto a historia, sino respecto al modo de narrar la aventura. Somos así testigos de homenajes a personajes y objetos tan reconocibles como Conan, Stormbringer, o los jinetes de dragones de la Dragonlance, a la par que se juega con los elementos de fantasía de una forma espectacular, por lo que acabamos enganchados a la novela de una manera que obras más serias ya querrían.
En parte, el estilo de Pratchett ayuda a que estos capítulos sean espectaculares. Su forma de escribir directa, capaz de interactuar con el lector, de proponerle que preste atención a una escena o a un personaje concretos, o de parar la narración para contarnos anécdotas sobre el mundo, hacen que la lectura sea casi un juego cómplice, en el que el propio lector se siente parte del mundo.
Y es que la serie de Mundodisco es a la vez homenaje y parodia, crítica de un género y a la par tributo a éste. Toda una divertida experiencia que recomiendo encarecidamente, y cuyas siguientes entregas leeré en cuanto pueda.
José Joaquín Rodríguez |
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