lunes, 17 de agosto de 2015

LA FIESTA DEL TRIUNFO Y LAS SATURNALES ROMANAS


                               
                       Por Klaus Brigmann   
   En la Antigua Roma, se celebraban una de las festividades populares más encendidas: las Saturnales. Y la Fiesta del Triunfo vinculada con la llegada de los generales romanos triunfantes luego de sus campañas exitosas. En las Saturnales la realidad social danzaba dentro de un juego de inversiones: el señor actuaba como esclavo, el esclavo como señor; lo antes prohibido era ahora permitido; lo que antes era restricción ahora estallaba en lujo o derroche. En la fiesta romana erupcionaba la vida sin diques de contención. Emergencia de un placentero, jubiloso caos. El regreso a lo caótico es recuperación del origen, del calor bullicioso de la primera vida, del mundo recién creado o manifestado. Y también el regreso al origen impelido por la fiesta era recuperación de un presunto paraíso inicial, donde los hombres vivían sin separaciones jerárquicas, sin opresión de unos sobre otros. Mediante una versión abreviada de una alocución de Klaus Brigmann nos acercaremos al pueblo embriagado de festiva alegría entre los templos y casas de la Ciudad Eterna.  
  La Fiesta del Triunfo   
   Las fiestas de la Roma antigua tuvieron su origen en la religión. Al igual que los demás pueblos de la Antigüedad, los romanos no conocían en su propia sociedad la diferencia entre fiestas religiosas y profanas ni la división de la sociedad en nexos personales políticos y eclesiales. Tal división llegó a ser una característica estructural importante de la sociedad de la Antigüedad tardía en Europa con la victoria del cristianismo y encontró una correspondencia clara en la coexistencia de fiestas eclesiásticas y profanas. La fiesta pública en Roma consistía en uno o dos días consagrados a los dioses. Su punto central estaba ocupado por el sacrificio o por otro rito, como por ejemplo una danza cultual. Tales actos se realizaban en nombre de la comunidad política, que era al mismo tiempo comunidad de culto. Culto y sacrificio servían para el mantenimiento de la paz con los dioses, siempre amenazada. Su alteración podía conmover los cimientos de la sociedad. Las deformaciones, epidemias del ganado, enfermedades, catástrofes naturales y derrotas en la guerra, en resumen, cualquier amenaza cuyo control superara las fuerzas humanas, era consecuencia del trastorno de la paz con los dioses. Aquella comunidad pequeña en origen, que habitaba en una estrecha franja de terreno y se veía obligada a defenderse de sus vecinos en todas direcciones, vivía temiendo constantemente la malevolencia de los poderes supraterrenales. Desde la siembra hasta la recolección, estas fuerzas debían ser aplacadas con sacrificios, oraciones y procesiones. En una palabra, mediante unos ritos bien meditados. Junto a la rica serie de fiestas que debían su aparición al ritmo del trabajo agrícola, surgieron aquellas otras fiestas y juegos instituidos por algún motivo especial, por ejemplo, catástrofes naturales y victorias o derrotas militares. En este contexto tienen también su fundamento los orígenes de los triunfos y las Saturnales. El triunfo fue, por su intención primera, cualquier cosa menos una exhibición profana de las victorias romanas. El caudillo triunfante, después de haber concluido victoriosamente una guerra, entraba en marcha solemne con el botín, los prisioneros y su ejército en el espacio amurallado de la ciudad, separado del hostil mundo exterior por una línea sagrada, el llamadopomerium. El ejército atravesaba esta línea al pasar por la puerta de triunfo. Se trata de un acto mágico y ritual por el que el ejército se purificaba de las culpas de sangre y la maldición de la guerra al penetrar en el espacio murado de la ciudad. El desfile del ejército terminaba en el Capitolio, donde el caudillo victorioso ofrecía los sacrificios. En aquel centro político-religioso de la comunidad, cumplía las promesas hechas en el momento de partida del ejército; este objetivo explica por qué el triunfo sólo podía celebrarse tras una guerra concluida victoriosamente.
     Pero el triunfo no servía sólo para la purificación ritual del ejército y el cumplimiento sacral y jurídico de las obligaciones contraídas con los dioses, sino también para proteger mágicamente de las amenazas de malos demonios al vencedor en su regreso. Según una antiquísima idea, tales demonios acechaban de manera especial al hombre encumbrado por la victoria y el éxito; así, la persona del caudillo triunfante se protegía más que ninguna otra mediante amuletos colgados del carro triunfal y de su cuerpo, así como por otros medios para conjurar el mal. Sobre el carro triunfante, detrás del caudillo, iba un esclavo que decía en voz alta al triunfador, vestido con el traje etrusco de los antiguos reyes de Roma: "Recuerda que eres un hombre" y los soldados cantaban canciones burlescas referidas a su general que lo rebajaban a una escala humana absolutamente corriente. El mismo César tuvo que aceptar con motivo de su triunfo sobre los galos el año 46 a.C., que le insultaran llamándolo amante de un rey del Asia Menor de nombre Nicomedes: «César subyugó las Galias y Nicomedes a César; ahora César, que subyugó las Galias, celebra un triunfo ¡y Nicomedes, que subyugó a César, no lo celebra!
   Esta costumbre sirvió en erigen para salvaguardar al caudillo de la envidia de los poderes infernales en el día más importante de su vida. Pero de ese modo, más allá de las consideraciones religiosas, se procuraba siempre relativizar las pretensiones de una grandeza sobrehumana mediante la broma de unas burlas divertidas o mordaces. César y los emperadores romanos tenían que aceptarlo y podían hacerlo.(1)
Las Saturnales
   La Fiesta del Triunfo también le permitía al general triunfador ostentar y estimular el reconocimiento de sus proezas. En aquellas fiesta marcial participada el pueblo. En el año 46, Julio Cesar organizó una celebración de sus victorias sobre las Galias, Egipto, el Ponto y África durante diez días. Se obsequiaron muchos denarios, aceites y cereales. Se distribuyó gratuitamente  carne en un banquete público que se extendió a lo largo de 22.000 mesas.
   La Fiesta del Triunfo fue, en definitiva, fagocitada por la voluntad de dominación política de los generales e imperatores de Roma. Pero la Fiesta del Triunfo sólo se consumaba en circunstancias excepcionales mientras que una festividad de regular realización...   
...era la dedicada al dios Saturno, las Saturnales. Oficialmente se celebraban el día de la consagración del templo de Saturno en el Foro romano, el 17 de diciembre, con sacrificios y un banquete público festivo. Pero esta fiesta era tan apreciada por el pueblo, que de forma no oficial se festejaba a lo largo de siete días, del 17 al 23 de diciembre. Las autoridades estatales se vieron obligadas incluso a atender a la costumbre popular. A finales del siglo 1 d.C, las vacaciones judiciales se prolongaron definitivamente a cinco días. Las Saturnales eran, si se permite la comparación, Navidad y Carnaval a un mismo tiempo y el cristianismo victorioso de la Antigüedad tardía se las vio y deseó para acabar con la fiesta pagana. El calendario de Polemio Silvio del año 4.8 d.C. no denomina la fiesta, todavía viva, con el nombre del dios, sino que la llama "fiesta de los esclavos", por su faceta más destacada, si bien es cierto que en sus orígenes no lo fue. Probablemente las saturnales fueron la fiesta de la finalización de los trabajos del campo, celebrada tras la conclusión de la siembra de invierno, cuando el ritmo de las estaciones dejaba a toda la familia campesina, incluidos los esclavos domésticos, tiempo para descansar del esfuerzo cotidiano. En medio de las dificultades de la II guerra Púnica, cuando Aníbal se encontraba en Italia, la fiesta oficial del dios Saturno se rehízo de acuerdo con el ritual griego. Pero esta reforma  no afectó al carácter de la celebración popular, en la que todos se esforzaban por pasárselo bien.
    Vivir y dejar vivir era el lema de la fiesta y el 17 de diciembre, según cuenta el poeta Cátulo, su mejor día. Catón el Viejo, que por lo demás calculaba con un rigor sin compasión los costos y utilidad del trabajo de los esclavos de sus posesiones rurales, les concedía en las Saturnales una racióm extra de 3,5 litros de vino. Las mismas escuelas, que en otras ocasiones no prestaban atención alguna a las numerosísimas fiestas del calendario romano, cerraban sus puertas en estas fechas. Lo que de ordinario esta prohibido, se autorizaba en estos días locos. Las leyes contra el lujo permitían en las Saturnales gastar en comidas una cantidad mayor que en los días corrientes y quien no aprovechaba la oportunidad para cogerse una melopea resultaba desagradablemente llamativo. Como mucho, se condescendía con las rarezas del erudito que buscaba inútilmente un refugio en su cuarto de estudio para huir del guirigay ruidoso y alegre que llenaba toda la casa. Pero, en especial, en el interior de la familia se eliminaban todas las barreras que separaban al esclavo del hombre libre. El juego de los dados, estrictamente prohibido en fechas normales, aunaba a señores y siervos.
     La representación de gráfica de las Saturnales en el calendario de Fiocalo (del año 336 d.C.) nos muestra, entre otros motivos, una mesa de juego con dados y cubilete y debajo la siguiente inscripción: "Ahora, esclavo doméstico, puedes echar una partidita con tu señor". Esto podía entenderse en sentido estrictamente literal. Sabemos que en las Saturnales el esclavo tenía licencia para "dar la vuelta a la tortilla" y decir a su señor verdades incómodas. El mundo quedaba patas arriba y podía ocurrir que los señores sirvieran a sus propios esclavos.  
  ...En las Saturnales se jugaba al mundo al revés y se caricaturizaban leyes y cargos públicos. La dignidad de rey de las Saturnales, que presidía aquel enloquecido ajetreo provisto de la autoridad suprema, se echaba a suertes. Luciano a vuelve a darnos una idea de su gobierno burlesco poniendo en boca del dios Saturno estas palabras en alabanza de su fiesta: "Y una vez que los dados te dan la suerte de ser rey, sólo en virtud de esa dignidad tienes el derecho a que no se te impongan órdenes ridículas, mientras que tú puedes ordenar a uno que declare algo vergonzoso de sí mismo, a otro que baile desnudo, a un tercero que cargue con la flautista y la lleve a hombros tres veces por toda la casa; todo ello es, sin duda, una prueba de que puedo repartir dones importantes." 
    Pero las Saturnales no eran sólo el carnaval de los romanos; en muchos aspectos se parecían, por ejemplo, a la costumbre de encender velas y hacerse regalos, a nuestra fiestas populares de Navidad. En un principio era habitual regalarse velas y muñecos de barro -donativos rituales en origen, cuyo sentido es muy debatido. Luego, en parte por influencia griega, fue común agradecer con alguna pequeña atención o con un regalo en dinero a los amigos y a todas las personas a quienes se debía algo por algún servicio prestado. Las Saturnales tenían también en este sentido sus propias perfidias: nadie estaba a salvo de convertirse en víctima de algún regalo bromista y muy calculado. 
    ...La eliminación de la división social entre libres y esclavos daba pie a diversas especulaciones sobre la esencia de la fiesta de las Saturnales. ¿Sería, quizá, un reflejo de la Edad de Oro, de aquellos felices comienzos de la humanidad, cuando bajo la égida de Saturno manaban leche y miel y no había ni señores ni esclavos? La utopía social se apoderó de la antigua fiesta campesina cuyos orígenes estaban lejos de una cultura urbana y cosmopolita que la interpretó como una reliquia de aquella época de justicia social en la que nadie era esclavo y no existía la propiedad privada. Pero, si la justicia social era un sueño y no podía restablecerse (pues, en definitiva, Saturno hubo de ceder su soberanía a Júpiter), había que hacer todo lo posible para que la semana puesta bajo el gobierno de Saturno ofreciera un reflejo de la antigua gloria. (2) (*)
(*) Fuente de todas las citas: Klaus Bringmann, El triunfo del emperador y las Saturnales de los esclavos en Roma, en La fiesta. De las saturnales a Woodstock, Ed. Alianza.

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