viernes, 22 de julio de 2016

La triste historia de "La Venus Negra"




Esta es la historia de Sarah Baartman. Nació a finales del siglo XVIII, en Eastern Cape. Sudáfrica. Este territorio es hoy un paraíso junto al Índico, el nombre de cuyas ciudades evoca el pasado colonial británico: Port Elizabeth, Aberdeen, East London, King William’s Town… Pero cuando Sarah vino al mundo eran losboers quienes dominaban el territorio khoisan. Los habitantes de este territorio se denominaban khoikhoi, aunque los boers preferían referirse a ellos de manera despectiva como hotentotes. La expresión procedía de la palabra neerlandesa hottentot, que significatartamudo, y esa era la percepción que tenían los boers de la lengua que hablaban los khoikhoi. Por supuesto, nunca realizaron el más mínimo esfuerzo por entenderlos. Nelson Mandela, dos siglos más tarde, aprendió afrikáans para poder comunicarse con sus carceleros de Robben Island.

Pronto Sarah quedó huérfana. Inmediatamente fue vendida al comerciante boer Pieter Willem Cesar, quien se la llevó a Cape Town, para hacer de niñera de su hermano. Niñera de profesión, esclava de condición. Pero su destino cambió en 1810. Un médico inglés llamado William Dunlop se encaprichó con Sarah, obsesionado por sus desbordantes nalgas, y logró persuadirla (comprarla) para que lo acompañase a Londres. 
La capital británica se estaba preparando para convertirse en la tenebrosa ciudad decimonónica de las novelas de Dickens y los asesinatos de Jack. Y Sarah, a quienes los boers conocían con el diminutivo de Saartjie, conoció pronto la sordidez de los tugurios londinenses. El médico que la arrancó de África se dedicó a exhibirla en los locales de Picadilly. Las nalgas de Sarah fascinaron a la sociedad londinense, que también descubrió con admiración otro detalle de su anatomía: los labios vaginales. Era común entre las africanas del sur, no sólo entre las mujeres khoikhoi, poseer unos labios vaginales extraordinariamente desarrollados, preparados para dar mayor placer sexual al hombre. Técnicamente, este efecto se conoce como sinus pudoris, aunque en la época era más común referirse despectivamente a ello como “delantal hotentote” o “cortina de la vergüenza”.
El espectáculo freak estaba servido y funcionó durante cuatro años, hasta que el público se cansó de ella. En 1814 fue vendida a un domador de fieras francés, que la trasladó a París.

Su penosa exhibición como animal de feria prosiguió en tierras galas. Además, tuvo la desgracia terrible de despertar la curiosidad entre la sociedad científica parisina. El resultado no fue otro, por obra y gracia de un miembro de la Académie des Sciences, que formar parte de una exposición de rarezas botánicas y animales exóticos en el Jardin des Plantes. Pero también los franceses se cansarían rápidamente de la anatomía de Sarah. Demasiado rápido. Su cuerpo ya no servía más como atracción circense, ahora estaría expuesto al uso y abuso de los proxenetas. Prostituta de profesión, esclava de condición.

Tenía 26 años cuando su alma dijo basta. Una infección o la sífilis la condenaron a morir. Antes había sido la jaula, la vergüenza, la befa, el improperio.
Paradójicamente, la muerte podría haber resultado su salvación, de no haber sido porque la vida siguió urdiendo la implacable humillación contra su cuerpo, contra su memoria, contra su espíritu sin derecho al reposo. La eminente comunidad científica gala no podía desaprovechar la oportunidad. Hicieron un molde de yeso de su cuerpo, le arrancaron el esqueleto, pusieron su cerebro y sus genitales en sendos frascos en formol. Todo ello lo exhibieron con orgullo académico en el Museo de Historia Natural de la capital francesa.

A mediados de los años 90 del siglo XX, el gobierno de Mandela inició los contactos con el estado galo para la reparación inmediata de la infamia y retirar los pedazos de lo que un día fue el cuerpo de Sarah del museo. Las negociaciones se prolongaron durante más de cinco años. Finalmente, en 2002 los restos de Sarah fueron trasladados a Cape Town, en un acto que contó con la multitudinaria participación del pueblo sudafricano. El día 9 de agosto de ese mismo año, en el día de la mujer sudafricana, Sarah Baartman fue enterrada en Hankey, en el área de su localidad natal cerca del Valle del Río Gamtoos. Había sido enterrada 187 años después de su muerte. 

Durante el funeral, el entonces presidente sudafricano Thabo Mbeki dijo que Sarah representaba “la historia de la pérdida de nuestra antigua libertad… Esta es la historia de nuestra degradación al estatus de meros objetos que podían ser usados y poseídos por otros.”

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