Reseña del libro Espacios Mentales
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Tercer nivel de interpretación: la tercera persona de Efectos de agenda, al dejar en suspenso la diferencia entre el 'yo' y el 'nosotros', sugiere la posibilidad de encontrar una solución un poco distinta de la propuesta por Habermas.
Sea como fuere, el uso de la tercera persona en Efectos de agenda tiene, en producción, el carácter de una señal, una advertencia: aquí hay un problema sin resolver; lo único que la señal quiere indicar es que no se trata simplemente de la subjetividad. Alejarse, en un momento dado, de las formas asociadas a la enunciación científica convencional, no es simplemente abandonarse al placer del texto. Para abrir nuevas alternativas, hay que estar atentos a la diversidad de espacios mentales.
Esa advertencia sigue siendo válida, sobre todo si se tienen en cuenta los daños producidos por el posmodernismo, ese efecto perverso del individualismo social sobre los intelectuales.
En el campo de la batalla posmoderna (que por suerte ya terminó, y como muchas guerras inútiles, sin vencedores ni vencidos), hay dos zonas conceptuales particularmente castigadas: son, justamente, la que tiene que ver con el individuo y con el estatuto de la subjetividad, y la que contiene los interrogantes sobre la complejidad de la cultura. Como en las películas de los muertos-vivos, en el posmodernismo aparecen los fantasmas del cuerpo, el espacio, el self, los Otros, la identidad, la comunidad... Temas, por cierto, fundamentales. El problema es que reaparecen después de haber sido sometidos al 'pensamiento crítico': tras semejante tratamiento, llegan, como en las películas de terror, en un estado de descomposición avanzado. Basta agregar una pizca de globalización y la indigestión está asegurada.
Sea como fuere, el uso de la tercera persona en Efectos de agenda tiene, en producción, el carácter de una señal, una advertencia: aquí hay un problema sin resolver; lo único que la señal quiere indicar es que no se trata simplemente de la subjetividad. Alejarse, en un momento dado, de las formas asociadas a la enunciación científica convencional, no es simplemente abandonarse al placer del texto. Para abrir nuevas alternativas, hay que estar atentos a la diversidad de espacios mentales.
Esa advertencia sigue siendo válida, sobre todo si se tienen en cuenta los daños producidos por el posmodernismo, ese efecto perverso del individualismo social sobre los intelectuales.
En el campo de la batalla posmoderna (que por suerte ya terminó, y como muchas guerras inútiles, sin vencedores ni vencidos), hay dos zonas conceptuales particularmente castigadas: son, justamente, la que tiene que ver con el individuo y con el estatuto de la subjetividad, y la que contiene los interrogantes sobre la complejidad de la cultura. Como en las películas de los muertos-vivos, en el posmodernismo aparecen los fantasmas del cuerpo, el espacio, el self, los Otros, la identidad, la comunidad... Temas, por cierto, fundamentales. El problema es que reaparecen después de haber sido sometidos al 'pensamiento crítico': tras semejante tratamiento, llegan, como en las películas de terror, en un estado de descomposición avanzado. Basta agregar una pizca de globalización y la indigestión está asegurada.
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