Madrid
En la regla afrocubana de Palo Monte, Siete Rayos es una divinidad guerrera, viril y justiciera, dueño de la danza, los tambores y el trueno. Es el mismo Zarabanda de la sociedad secreta abakuá y el Chango de la santería, religión en la que se sincretiza con la Santa Bárbara católica. Para no iniciados puede parecer complejo, pero no lo es tanto, y menos para un músico cubano; se trata de raíces y elementos primarios, tierra, mar, fuego, el sonido profundo de los ancestros de Cuba, y aunque esa identidad a veces duerme, siempre acaba despertando. Es lo que le ha pasado en Yo al pianista Roberto Fonseca (La Habana, 1975), uno de los jazzistas cubanos más destacados de su generación, cuyo último trabajo supone un “renacimiento”, un “nuevo modo de filosofar en la música”, en sus propias palabras.
Yo, su séptimo disco en solitario, es fruto de una búsqueda interior y también de la necesidad de consolidar un lenguaje propio a partir de numerosas influencias, pero con una espiritualidad profunda en el centro de todo. “Me he alejado del jazz tradicional y he tratado de indagar en mis orígenes; en cierto modo, cada tema de este disco puede escucharse como un viaje a esas raíces”, afirma.
Fonseca ha colaborado en este álbum con destacados músicos africanos, entre ellos los cantantes Fatoumata Diawara o Assane Mboup (voz de la legendaria orquesta Baobab) y Sekou Kouyate o Baba Sissoko, que tocan instrumentos de cuerda como la kora y el n’goni. También hay en esta banda músicos brasileños y cubanos, en total son una quincena. “África, Brasil y Cuba son tres potencias musicales, la confluencia de estas tres energías es poderosa”.
El corazón de Yo es Siete Rayos, un tema en el que se une el piano de Fonseca con coros, elementos electrónicos, cuerdas y percusiones africanas a modo de gran travesía cultural entre dos continentes unidos por el alma negra y el mestizaje. Fonseca introduce en la melodía la voz del poeta nacional de Cuba Nicolás Guillén, en aquellos versos de su conocido Son número 6: “Como soy un yoruba de Cuba, / quiero que hasta Cuba suba mi llanto yoruba, / que suba el alegre llanto yoruba que sale de mí”. El espíritu de Guillén, que arrastra consigo todo el ritmo y la musicalidad de la isla, es esencia que condensa este tributo a la herencia africana que hace en todo el disco. “Yoruba soy, cantando voy, / llorando estoy / y cuando no soy yoruba / soy congo, mandinga, carabalí”, nos cuentan el poeta y el pianista en esta canción.
Otro pilar de Yo es Bibisá, composición de Baba Sissoko que comienza con una clave cubana en el piano de Fonseca. “La gente a lo mejor espera que se convierta en un son o en cualquier otro ritmo cubano, pero no, es un tema con todo ese fundamento… y este el proyecto de todo el disco: tocar las raíces africanas sin olvidar de dónde venimos, sin olvidar Cuba”.
El locutor y productor británico Gilles Peterson, con quien Fonseca colaboró en los tres discos de su proyecto Havana Cultura, coprodujo dos temas de Yo, el titulado Mi negra Ave María, que el pianista dedica a su madre y en el que incluye el poema improvisado de Mike Ladd, y El soñador está cansado, que habla de la desilusión del amor y combina la sonoridad del nuevo soul inglés con las percusiones cubanas y africanas. La mezcla del órgano Hamonnd y de instrumentos electrónicos con las bases rítimicas de África suenan a epopeya, a viaje descomunal.
Fonseca comenzó su carrera en 1997 con el grupo Temperamento, fundado junto al saxofonista Javier Zalba, exmiembro de Irakere. Un año después salió su primer disco, En el comienzo, y después vinieron seis más como solista y numerosos álbumes como acompañante de las glorias del Buena Vista Social Club, incluidos los que hicieron Omara Portuondo, el trompetista El Guajiro Mirabal y los ya difuntos Cachaito e Ibrahím Ferrer. El Buena Vista le permitió hacer giras por todo el mundo y conocer grandes músicos y muchas culturas, pero le hizo descuidar un poco su propia historia. Ahora, con Yo, que ayer salió a la venta en España, se ha desprendido también del enfoque rockero, funk o más jazzístico de otras épocas. Lo afrocubano siempre había estado presente en su música, pero de modo más contenido. Ya no
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