por habíaunaveztruz |
Todas las tías estaban de acuerdo en que Carolina era un amor de educada y que le gustaban las galletitas de agua untadas con paté. Pero ese día no había paté en el supermercado y ¡que mala idea tuvo la madre cuando compró jamón del diablo! Claro, pensó que le iba a gustar lo mismo y, la verdad, le gustó tanto que se comió la latita entera (lo de adentro de la latita, bah). Pero el asunto vino después.
- ¿Jamón del diablo se llama?- dijo Carolina. Y ató la lata vacía a la cola del gato que salió disparado y hasta el techo no paró.
- Jamón del diablo ¿no?- y escondió la maquinita de afeitar del padre en el tarro de yerba.
- Ah, jamón del diablo- Y se guardó en la media la goma nueva de la hermana que iba a la secundaria.
- Acá están pasando cosas raras- dijo la madre viendo que Carolina tenía una sonrisita de costado y de ¿Qué me mirás?
- ¡ Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!- se oyó un alarido indicando que la hermana grande había sacado de la cartuchera la dentadura postiza de la abuela.
Casi enseguida empezaron a pisar agua porque el lavarropas rebalsaba.
Carolina salpicaba feliz, empapándose los pies.
- ¡Lliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!- chilló la abuela que había encontrado una lauchita bebe en la zapatilla.
-¡ Güeeeeeeeeeeeeeeeee!- lloraba el hermanito.
Carolina dijo jijí y le alcanzó un corcho, que es casi lo mismo que un chupete.
Justo en ese momento: el timbre.
-¡Carolina! ¡Atendé al sodero! ¡Decíle que hoy no!- gritó la madre barriendo el agua rebalsada del lavarropas, ya algo nerviosa.
Y Carolina le dio a entender al sodero que “hoy no” disparándole un poderoso chorro de soda que hombre esquivó como un experto.
-¿Qué le pasa a esta chica?.... Terminála, nena ¡prepará la mochila y ponéte el guardapolvo, querés?.
Carolina preparó la mochila y se fue a la escuela, pero antes puso en el medio del camino las 17 macetas del patio, tocó el timbre nueve veces y le sacó la lengua a la vecina de enfrente, que la miró torcido. Y se cruzó a hacerle el reclamo a la madre.
El reclamo duró un rato. Después, la madre entró y se desparramó en una silla, confundida y pensante. Menos mal que esa mocosa ya se había ido a la escuela.
Pero la tarde pasó muy rápido y a las 17:10 hs ya estaba de vuelta, sin botones, sin moños y con una nota en el cuaderno de comunicaciones:
"Corresponde una llamada de atención por traer carbón para escribirle el cuaderno a sus compañeritos, un plumero para borrar y un kilo de harina quien sabe para qué. La alumna es observada, además, por corretear por todo el patio a caballo de la escoba de la portera y, quede claro, es la última vez que se le permite entrar al establecimiento calzada con patas de rana, como así también usar sin autorización la peluca de la Señora Directora."
La madre pensó en desparramarse de nuevo, sobre todo porque esa chica no estaba afligida para nada. Al contrario, saltaba y pedía: -¡Jamón del diablo! ¡Jamón del diablo! ¡Jamón del diablo!
Entonces a la madre le vino la inspiración: -¡Qué jamón del diablo ni que ocho cuartos!- grito con voz de madre inspirada y, aunque más bien era la hora de tomar la leche, se puso a prepararle una sopa salvadora.
Era una rica sopita de fideos cabello de ángel.
El cuento fue publicado junto con "La casa del árbol" con ilustraciones de Pablo Blasberg en la Colección Pajarito Remendado de Ediciones Colihue en 1994.
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