4 lecciones
de Jane Austen para las mujeres de hoy
4 lecciones de Jane Austen para las mujeres de hoy.
Cualquier mujer que no haya leído la obra
de Jane Austen y, en cambio, esté familiarizada con
sus adaptaciones cinematográficas, acaso pueda sentirse tentada a
pensar que el género femenino está hormonalmente predestinado a lo que esta
notable autora victoriana opinaba sobre el amor.
Siguiendo la filosofía que se trasmite en las películas
basadas en las novelas de Jane Austen pueden
obtenerse 4 lecciones acerca del amor, desde luego, notablemente
alejadas de lo que Jane Austen realmente pensaba.
Estas lecciones erróneas serían:
1) La mujer debe parecer
inalcanzable para el hombre.
2) Espera el momento indicado para tener sexo.
3) Hacé que tu hombre se sienta importante.
4) Sumisión: a los hombres no les gustan las trolitas.
Estos son, en resumen, los valores y consejos que supuestamente pueden
extraerse de las películas basadas en las novelas de Jane Austen,
por cierto, dirigidas a las mujeres que
desean establecer una relación duradera con sus príncipes azules.
Veamos ahora qué es lo que realmente nos enseña Jane Austen si
tomamos en cuenta sus novelas.
1) La primera impresión es la
menos importante.
La obra de Jane Austen está plagada de primeras
impresiones erróneas.
Elizabeth Bennet, por ejemplo, considera que el maléfico Wickham es
encantador al conocerlo. Tampoco cree que Darcy sea
gran cosa la primera vez que lo vé, así como él mismo no se siente ni atraído
ni rechazado por la protagonista de Orgullo y
prejuicio (Pride and Prejudice).
Lo mismo ocurre entre Marianne Dashwood y el coronel Brandon en Sensatez
y sentimientos (Sense and Sensibility). Para Jane
Austen el amor no es solo un impulso del corazón, proviene también del
estímulo intelectual. Cree que es imposible amar a alguien sin conocerlo
realmente, por eso sus historias de amor se cocinan a fuego
lento, sin primeras impresiones devastadoras.
2) No te conformes.
Las chicas de Jane Austen que se casan por dinero, o bien
por imposición social, están condenadas a vivir situaciones desgraciadas.
En Mansfield Park (Mansfield Park), Maria
Bertram, rechazada por Henry Crawford, se casa con el señor Rushworth a causa
de su fortuna (y una pizca de despecho). La relación termina en una especie de
contrato social que ampara los romances extramatrimoniales, hasta que la pobre
María se divorcia y termina viviendo en la clandestinidad.
Algo parecido ocurre en Orgullo y prejuicio, donde Charlotte
Lucas contrae matrimonio con el señor Collins, de inteligencia bastante
reducida, porque considera que ya es demasiado grande como para encontrar el
amor.
En este caso, el matrimonio es el objetivo final de la mujer, algo con lo
que Jane Austen estaba claramente en desacuerdo.
3) Habla con el hombre que te
gusta.
Jane Austen rara vez diseña personajes femeninos importantes
que se "hagan las difíciles", salvo, quizás, Isabella Thorpe en La abadía de
Northanger (Northanger Abbey); pero en este caso
no se trata de una estrategia de seducción, sino de una mujer neuróticamente
tímida.
Mejor citar el caso de Jane Bennet, que casi pierde al señor Bingley por ser
excesivamente reservada y no confesarle su amor a tiempo.
Para Jane Austen los sentimientos son demasiado valiosos como
para guardárselos. Hay que demostrarlos, a cualquier precio, incluso si
propician un desengaño.
4) Piensa por tí misma.
Si hay algo que pueden enseñar las heroínas de Jane Austen es
que la mujer debe seguir sus instintos.
En Persuasión (Persuasion),
por ejemplo, Anne Elliot rompe su compromiso con Frederic Wentworth,
atravesando luego una feroz condena de su entorno. Harriet Smith, en Emma (Emma),
está totalmente enamorada de Robert Martin, algo que poco le importa a Emma,
que de hecho interviene para seducirlo.
En conclusión: a tener cuidado con la filosofía superficial que se brinda en
las películas basadas en novelas de Jane Austen. La mujer no
está hormonalmente condenada a la sumisión, y mucho menos a considerar que el
matrimonio es el máximo objetivo al que puede aspirar.
Las mujeres de Jane Austen demuestran su interés, luchan
por sus hombres, son autónomas, independientes, y piensan, se rebelan contra el
medio, antes de someterse a él.
Si bien esto puede sonar bastante obvio para nosotros, en el siglo XIX fue
revolucionario.
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