El autor inserta su mundo interior en el país donde transcurre su primera niñez.
“Puedo sentir la emoción que experimentaba al atravesar las altas mesetas y las llanuras herbosas, cabalgando por los estrechos senderos que serpenteaban en el flanco de la montaña, descubriendo a cada instante nuevos panoramas, las líneas azules de las cumbres que surgían de las nubes como espejismos, bañadas por la luz de Africa, tanto violenta al mediodía como atenuada en el crepúsuclo, cuando la tierra roja y las hierbas leonadas parecen iluminadas desde el interior por un fuego secreto”.
Ante todo “El africano” es una evocación de su padre, cirujano, antiburgues y anticolonizador, que retorna, transformado por la guerra.
Narra con sencillez los recuerdos infantiles -buenos y malos- y construye un retrato salvador, en busca de la reconciliación.
“Todo ser humano es el resultado de un padre y de una madre. Se puede no reconocerlos,l no quererlos, se puede dudar de ellos. Pero están allí, con su cara, sus actitudes, sus modales y sus manías, sus ilusiones, sus esperanzas, la forma de sus manos y de los dedos del pie, el color de sus ojos y de su pelo, su manera de hablar, sus pensamientos, probablemente la edad de su muerte”.
Las ilustraciones -fotografías en blanco y negro de personajes y paisajes africanos- constituyen una acertada compañía para el texto.
“El africano”
J.M.G. Le Clezio
Adriana Hidalgo Editora, 2007
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