Costa atlántica / La playa en el campoUna curiosidad llamada Mar del Sur
Quedan balnearios bonaerenses con aires pueblerinos, lejos y el teléfono celular. Como éste, un lugar al que se vuelve, aseguran, una y otra vez
lanacion.com | Turismo | Domingo 21 de enero de 2007
MAR DEL SUR.- Acá, en este pueblito agreste sobre el mar, se ven cosas curiosas.
La más llamativa tal vez sea ese hotel descomunal, el Boulevard Atlántico, que sobresale por encima de las casas y resiste con porfía el paso del tiempo. También está su propietario, un personaje que alguna vez interpretó a Drácula en el cine y que hoy vive casi atrincherado en esa mole de aires surrealistas y bellamente anacrónicos. Pero hay otras: una Virgencita a la que, entre otras ofrendas, se le dejan ojotas; una casa totalmente recubierta de caracoles (su dueño, un jubilado ferroviario de origen alemán, tardó 12 años en completar la obra); un bulevar de palmeras que se adaptaron al frío, aunque quedaron medio enclenques, o una irlandesa como Jacinta Deignan comiendo strogonoff en Makarska, el restaurante croata del pueblo (y prácticamente el único en el lugar, a decir verdad).
Así es Mar del Sur. Desconocido para buena parte de los argentinos, es capaz de aparecer en una guía turística inglesa y despertar la curiosidad de una dublinense con ganas de viajar y descansar. Porque, en definitiva, eso es Mar del Sur: un viaje al descanso.
A sólo 17 kilómetros de Miramar, esta franja de costa que nació con sueños de grandeza, con la promesa de ser el Gran Balneario Argentino, es hoy muy diferente de su vecino más famoso. Aquí no hay edificios, ni casinos, ni centros comerciales, ni discotecas, ni cines, ni semáforos, ni tantas otras cosas. Y para los habitués del lugar, esos que llegan todos los años con una fidelidad que conmueve, mejor que sea así. Mejor que el esperado ferrocarril, allá por fines del siglo XIX, no haya llegado nunca. Y que el espíritu de esta villa, que es mezcla de campo y playa, donde todos se conocen y saludan con la familiaridad de amigos, haya quedado intacto.
Ahí nomás, entre las casas, detrás de las rocas, desparramados entre los pastizales o bordeando los campos sembrados, todavía andan a sus anchas ovejas, vacas y caballos. Que nadie sabe bien de quién son, pero ahí andan. A veces se meten en el jardín de algún vecino, y entonces sale el dueño de casa a espantarlos para que no coman las plantas. Y al decir plantas hablamos de los cardos que crecen salvajes, con las flores violetas que salpican ese paisaje de pampa indómita.
Mar del Sur podría dividirse en dos. Por un lado, lo que sería el centro, con sus primeras casas construidas de espaldas al mar, resguardadas del viento (que por aquí sopla fuerte) entre una arboleda frondosa. Allí está la calle principal, la 100, única asfaltada del pueblo. A su vera hay dos supermercados; un polirrubro; una heladería; una casa de empanadas; un restaurante; el único pub (Laurel & Hardy); una verdulería; un puñadito de hoteles, además del Boulevard Atlántico, por supuesto; un local de videojuegos, otro de Internet, y eso es todo.
Después, más al Sur, en el sector Rocas Negras, están las casas más nuevas, esas que prácticamente se caen sobre el mar, que empezaron a construirlas tímidamente al principio, y con mayor ímpetu en los últimos cinco o seis años. Porque, claro, no son muchos los lugares en la costa en los que se puede tener un terreno sobre la playa por 20 mil o 30 mil dólares. O una casa en segunda línea, con precios similares a los de un dos ambientes en Buenos Aires.
Hay de todo, eso sí. Casitas que son un sueño, casas importantes, casas simples y modernas (entre ellas, algunas que comienzan a construirlas directamente para la venta), y casas que sencillamente no valen nada, piden a gritos una mano de pintura o parecen haber sido levantadas en el lugar equivocado (hay un par de construcciones alpinas, por ejemplo).
Pero la desprolijidad también es parte del encanto de este pueblo que se armó sin normas, que puede tener una casa apiñada sobre otra, o colgada de un pequeño acantilado en el medio de la nada. También un taxista puede ser vecino de un empresario, o un empresario de un actor (por acá veranean Alicia Bruzzo, Luisa Kuliok y, más recientemente, Boy Olmi y Carola Reyna), o un actor de un futbolista (el Tanque Rojas fue otro asiduo visitante).
Hace un par de años, Mar del Sur saltó por primera vez a algunos titulares por una mala noticia: una ola de robos. Pero las costumbres pueblerinas no cambiaron, la gente anda sin miedo, y aún son varios los que van a la playa y dejan la puerta sin llave, o los que jamás ponen candados en las bicicletas. Porque, hay que aclarar, bicicletas y caballos son medios de transporte tan válidos como los autos, e incluso a veces más populares. De hecho, Mar del Sur es una suerte de slow city improvisada. Sin quererlo, fue reuniendo la mayoría de los requisitos de esta filosofía, que podría resumirse en vivir la vida sin prisa. Sin prisa ni ruidos, luces de neón, ni incluso teléfonos celulares (no es a propósito: acá no hay señal).
Podrían decirse muchas cosas de Mar del Sur, en verdad. También de su gente. Gente que quiere tanto estas tierras de mar y viento como el más apasionado hincha de fútbol al club de sus amores. Y que vuelve, siempre vuelve.como llegar
En auto, por la ruta 2 hasta Mar del Plata, luego por la 11 hasta Mar del Sur (17 km pasando Miramar). El ómnibus llega hasta Miramar; de allí se puede tomar un colectivo local.
Por Teresa Bausili
Enviada especial
Historia de un gigante a la deriva
Mientras la mayoría de los pueblos costeros surgía con un puñado de casitas primero, el trazado de algunas calles después, acá se levantó un hotel de 4500 metros cubiertos, techo de pizarra francesa y más de noventa habitaciones. Todo en medio de médanos infinitos y la promesa de que aquél sería el mejor balneario argentino.
El Boulevard Atlántico fue edificado en 1886, por alemanes y argentinos agrupados en un banco de La Plata. Pero apenas estuvo terminado estalló la crisis del 90, el banco quebró, el esperado ferrocarril nunca llegó y el hotel quedó a la deriva. Lo siguiente podría inspirar decenas de libros y películas (el cineasta Mariano Llinás ya realizó aquí Balnearios ). En 120 años, la mole neoclásica resistió tornados y diluvios, sufrió un incendio y saqueos, pasó del esplendor a la decadencia. Alojó desde inmigrantes judíos que en 1891 llegaron en el vapor Pampa hasta elegantes huéspedes que venían en carruajes desde Miramar. El semanario italiano Oggi incluso desliza que allí se refugió Hitler, cuando la derrota alemana era inminente.
En 1972, luego de pasar por varias manos, Eduardo Gamba, asiduo veraneante y actor amateur (dice que hizo de Drácula en Penumbras y actuó en La Fierecilla Domada y Recuerdos del pasado ), compró el hotel, que funcionó a pleno hasta 1993, cuando fue usurpado por un grupo de contrabandistas. Su dueño pudo recuperarlo cuatro años más tarde, cuando ya se había venido abajo. Hoy, entre paredes desvencijadas, motos en la cocina y gatos flacuchos, sólo vive Gamba, el hombre que sueña con alguna inversión que rescate al gigante del olvido y la vergüenza. "Pero si el hotel se hunde, yo me hundo con él", sentencia.
Datos útiles
Cómo llegar
En auto, por la ruta 2 hasta Mar del Plata, luego por la 11 hasta Mar del Sur (17 km pasando Miramar). El ómnibus llega hasta Miramar; de allí se puede tomar un colectivo local.
Dónde alojarse
Hoteles como Mar Azul o Alé Alé cobran unos 90 pesos por una habitación doble, con desayuno incluido. Por más de una semana conviene alquilar una casa.
Alquileres
Los precios de las casas oscilan entre 3 mil y 10 mil pesos, por todo el mes. La mayoría de los alquileres se conocen de boca en boca, aunque hay dos inmobiliarias principales: Mar del Sur (02291 491035) y Elsa Blanco (02291 491098).
1 comentario:
Miramar tiene muy bellas zonas para recorrer. Esta hermosa ciudad ofrece deportes y actividades vinculadas con la naturaleza del lugar, de la misma manera brinda alternativas muy interesantes para vivir y hospedarse en Hoteles en Miramar en el centro de esta lindísima ciudad.
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