lunes, 26 de enero de 2009

las12

Viernes, 6 de Febrero de 2004

SECRETOS

La educación sentimental

del corazon En ejemplares quizás un poco ajados pero de lectura irresistible para chicas de corazón tierno y desprejuiciado, Susy ha vuelto a circular con sus secretos del corazón tan ingenuos como irreales. Cuentos románticos de hadas, ideales para tenerlos en la mesita de luz y leerlos a escondidas.

Por Moira Soto

La novela rosa es indecorosa, empalagosa e inverosímil, pero así es la fantasía sentimental de cualquier mortal”, decía con certera franqueza el escritor Eduardo Mendicutti, hace pocos años en un curso sobre ese denigrado género que condujo en El Escorial, España, Guillermo Cabrera Infante, otro defensor de esta literatura considerada “femenina” (con todo el desprestigio inherente a este adjetivo). Lo de Mendicutti, de todos modos, remitía a “la otra novela rosa”, la de la temática gay, pero para el caso Susy, secretos del corazón que hoy nos desvela con sus ensueños idílicos, viene totalmente a cuento. El interés de Cabrera Infante por este color encarnado pálido que se suele aplicar tanto a novelas (novelitas, claro), historietas, películas, fotonovelas (cuando las había) y telenovelas viene desde la época en que era corrector de la revista (femenina) Vanidades, y editaba los relatos de Corín Tellado (tan vilipendiada a priori por tantos/as que no la leyeron lo suficiente), y ya en 1967 había escrito el ensayo Una inocente pornógrafa. Otra escritora que escapó al lugar común de desacreditar el género en la persona de Tellado es Rosa Regás, expresando en reiteradas ocasiones el aprecio por sus novelas, particularmente las escritas antes de la censura franquista.
No hay tu tía: el género rosa en cualquiera de sus manifestaciones hay que mirarlo, leerlo con mirada rosa. De otra manera, nos perdemos en el prejuicio, en el desdén por el desdén. Obvio es aclarar que en este género el tema es el AMOR, y el camino para conquistarlo siempre será escarpado, difícil, tachonado de obstáculos. Pero si se trata de AMOR VERDADERO con el HOMBRE CORRECTO, la felicidad quedará misteriosamente garantizada en el cuadro final (beso en primer plano), a salvo de traiciones, deterioros y otras malas yerbas que nos aquejan en la vida cotidiana. Pero sin duda sería una estupidez buscar atisbos de realismo en producciones que responden sin vueltas a leyes del género que indican que lo único que realmente le da sentido a la vida es el AMOR.
Y si hubo una historieta consagrada a este tipo de romance excluyente fue –habría que decir es, porque han vuelto a circular codiciados ejemplares de antaño que se consiguen en subastas por Internet– Susy, secretos del corazón. Esta publicación de la mexicana Editorial Novaro, distribuida en la Argentina por Acme, se promocionaba como “una interesante serie sobre el más hermoso sentimiento humano” (¿hace falta decir cuál?). Susy prometía revelar “con apasionada ternura la edad de los románticos idilios, cuando la vida es tan bella y al mismo tiempo tan complicada por sus dulces alegrías y tristezas. 32 páginas a todo color”. La verdad es que Susy cumplía sus promesas a través de historietas como Entre dos amores, El hombre de mi futuro, No quiero amar, Tímida para el amor, Los amo a los dos, Mi amor secreto, No me quites a mi hombre.

Parientas próximas
Las historietas de Susy, a menudo con una calidad de diseño que se inscribe en la línea pop instalada por Roy Lichtenstein, no exhiben firma de dibujantes ni de guionistas. Basadas en originales norteamericanos de los ‘40 y los ‘50 (Secret Hearts, Heart Throbs, Young Love y otros), las publicaciones mexicanas eran una adaptación, a veces simplificada, de sus fuentes. Fuentes que no siempre fueron tan conformistas como se suele creer, aunque por lo general el sexo prematrimonial no existía, el divorcio resultaba algo chocante y si alguna chica no era virgen se debía a que había estado casada antes, como señala Trina Robbins en From Girls to Grrrls, un ensayo sobre la historia de los comics de mujeres. En las historietas de amor de los ‘40 podía aparecer una chica con veleidades de autonomía (“¡Sin escape!”, de Girl Comics) y hacer su experiencia como dueña de un restaurante en Alaska, con modales desenvueltos y jeans bien puestos. Hasta que aparecía el hombre indicado, una situación de riesgo, ella se ponía un vestidito y se acicalaba, y él sentenciaba: “No hay nada más poderoso en el mundo que una chica bonita”. Ella asentía: “Creo que en adelante olvidaré mi tonta idea de actuar como un hombre”. Corría 1949, y las mujeres en los Estados Unidos tenían que volver al hogar.
En 1947, Jack Kirby y Joe Simon (creadores de superhéroes famosos) largaron Young Romance con gran suceso. Hasta fines de la década se multiplicaron los títulos románticos –llegó a haber 120 títulos en el mercado–, algunos de los cuales, antes de que empezara a tallar el Código Hays, se acercaban a temas adultos. Varias de estas historietas –como las de Kirby y Simon– tenían excelentes dibujos, pero se notaba a la legua que estaban hechas por hombres que –además de alimentar los sueños románticos de las mujeres– daban forma a sus fantasías masculinas, particularmente en lo relativo a la mujer ideal (guapa, curvilínea, pelo largo, etc.), cuyo principal objetivo en la vida era casarse. En los ‘50, Archie Comics seguía en el candelero con menos títulos y en 1962 apareció Sabrina, la bruja adolescente. Pero a fines de esa década, la mayoría de las editoras de comic books se habían fundido, y ya en los ‘60 apenas sobrevivían Charlton, Marvel y DC. Las cosas estaban cambiando y algunas heroínas pasaron de ser camareras o amas de casa a estudiantes universitarias o estrellas de rock, siempre desde el punto de vista masculino. Pese al intento de Simon y Kirby con la notable Mod Love (una única edición) con dibujos estilo Yellow Submarine, el comic de amor se moría en los Estados Unidos mientras renacía en México y llegaba a estas playas para el deleite de chicas de toda edad y condición.

Bésame mucho, dulce amor mío
Los secretos del corazón de las heroínas de Susy se despejan cuando, luego de sufrir un poquito, meter la pata o resistirse, encuentran al hombre que el destino les tenía reservado para hacerlas felices. En general, son historias cortas –hay pocas por entregas–, que se resuelven en ocho o diez páginas y, a diferencia de las novelas rosa o las telenovelas al tono, en Susy no suele haber fortunas en danza, ni villanos de una pieza, ni poderes en juego: sólo importa el amor. Todo lo demás -trabajo, salud, problemas familiares, carrera, labores domésticas– queda rigurosamente excluido, salvo como apoyatura circunstancial.
En Susy jamás de los jamases las protagonistas tendrán relaciones sexuales con sus novios: sólo bailarán y se besarán. Los besos son el test definitivo para descubrir el VERDADERO AMOR. Por ejemplo, en Entre dos amores, Ana no sabe si ama a Adán, el formal, o a Jaime, el mundano. Cuando desfallece en brazos de Adán, comprende que él es el hombre de su vida. Sin embargo, en la fiesta de compromiso aparece Jaime, la atracción resurge, Ana se deja engatusar y huye con él. Por fortuna no llega lejos: se acaba la gasolina, y Jaime hace un comentario despreciativo sobre Adán. A ella se le hace la luz y regresa rauda a la fiesta. El bueno de Adán ya se estaba inquietando:
–¿Dónde estabas? ¿Te perdiste?
–Sólo un momento, Adán, pero aquí estoy.
SUPERBESO. Fin.


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