“El hombre es sobre todo un animal narrativo.(...)
Al fin y al cabo, nos pasamos la vida contando historias: es decir, contando lo que nos pasó ayer, lo que esperamos hacer mañana, lo que hemos pensado, imaginado o soñado, contando lo que alguien nos contó, o recordando, que es también una forma de contar.
Todos somos Simbad, ese mercader que vive pacíficamente en Bagdad y que un dia se embarca para ir a negociar a lejanas tierras, sufre un naufragio y corre aventuras magníficas. Y esto le sucedió siete veces. Luego, con los años, regresa definitivamente a Bagdad, retoma su vida ociosa y se dedica a contar sus andanzas a un breve auditorio de amigos.
Pues eso es lo que más o menos hacemos cada día. Simbad es Proust, pero también es esa señora que vuelve del mercado y le cuenta a las vecinas lo que acaba de ocurrir en la frutería.
No sé por qué, pero nos produce placer narrar, recrear con palabras lo que hemos vivido. Recrear: es decir, que nunca contamos fielmente los hechos, sino que siempre inventamos o modificamos algo: a la experiencia real le añadimos la imaginaria, y eso es sobre todo lo que nos produce placer.
De ese modo, vivimos dos veces el mismo hecho: cuando lo vivimos y cuando lo contamos. A menudo pasa que, en la realidad, hemos representado papeles secundarios en un suceso; al contarlo, sin embargo, nos reservamos el papel de protagonista (aunque solo sea porque lo contamos desde nuestra perspectiva). La realidad nos pone en nuestro sitio; luego, nosotros, por medio de la narración, ponemos a la realidad en el suyo.”
Fuente: Biblioteca Becquer
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